miércoles, 28 de enero de 2009

De fiesta en el Distrito Federal

Yo soy chilanga. O defeña, o como le quieran llamar. Y me encanta la ciudad. Pero a veces, entre tráfico, histerias y mugre, se me olvida aprovechar las ventajas. Estas vacaciones decidí recordar las maravillas de la capital y anduve, como quien dice, de fiesta en el Distrito Federal.

Para empezar, vinieron unos gringos y me tocó pasearlos por las pirámides. Ellos asumieron incorrectamente que yo, al ser mexicana, sabría de qué se trataba aquello. Y yo, como buena defeña, jamás admitiré que algo sobrepasa mi conocimiento. Así que fungí como guía durante el recorrido y me vi obligada a insertar un par de datos que si no eran mentira fue por pura casualidad. Teotihuacán se convirtió entonces en una ciudad con salón de belleza, poder judicial, y hasta una casa de las chicas alegres. Mi hermana, que sí recuerda sus clases de primaria, me miraba con horror y trataba de corregir discretamente mis aberraciones con comentarios como “Bueno, son meras suposiciones arqueológicas”.

No sé por qué tanta incultura habita en mí, o por qué tan poco conocimiento vive en mis entrañas. ¡Por esta que sí leo! De hecho, leer fue mi actividad principal estas vacaciones. Un día me habló un amigo para que lo acompañara a repartir regalos navideños, y le dije “Fulgencio, tu plan está un poco señor”. Sabiamente, contestó, “Marce: estás sentada sola, en la cafetería de Gandhi, leyendo. Es viernes en la noche. No tienes autoridad moral para juzgar los planes de nadie”. Cabizbaja y avergonzada, sólo pude contestar, “¿Vienes por mí?”

Otra ñoñería de estas semanas fueron mis visitas a la sala Nezahualcóyotl, a escuchar a la Filarmónica de la UNAM, cortesía de un compañero que se ha dado a la tarea de educarme. Si vieran qué fina me sentía, rodeada del puritito terciopelo de la capital…

Pero nada como las visitas al zócalo. Andaba por ahí con mi amigo, el Peleas, cuando se nos viene apareciendo un resto de gente bien encandilados. Agarra el Peleas y me dice, “Oye güey ¿Y si le caemos con la pelusada?” “Ya estás”, le digo. Chale, estuvo bieeen emocionante. Primero, íbamos caminando por Reforma, diciendo que Palestina y que Israel y sabe Dios qué cosas. Llegamos a la embajada gringa y sobres, que la banda empieza a aventar los zapatos. “¡Orale, orale!” le digo, “¿y estos qué traen?” Y ya me explicó el Peleas que fue por lo mismo de los zapatistas. Y en eso que me dice “Orale, avienta tu teni”, y que le digo “¡No, sácate! Mejor avienta el tuyo”. “Oss, ¿ya ves cómo eres?” me dice. De regreso nos trepamos al metro. Peleas se compró un disco en formato emepetrés, que le contiene Caifanes y otros éxitos del momento, para ligarse a la Yadira. Yo, por diez pesitos, una pomada de uña de tigre, para las reumas, el cáncer, el mal de ojo, y no me acuerdo qué más. Ya me la unté a ver qué pasa. No, dice, me cae que estos chilangos sí saben lo que es bueeeno…