miércoles, 30 de enero de 2008

Procesión involuntaria

Iba caminando apaciblemente por las calles nevadas del campus, absorta en mis profundas y elevadísimas reflexiones, cuando de pronto siento un brazo que envuelve mi espalda. Al voltear vi a una señora abrazándome. Así, de la nada. La miré estupefacta y supongo que mi expresión denotó ofuscamiento e incluso contrariedad ante el abrazo, ya que la mujer me soltó y, sonriente, me preguntó: “Are you walking with us?” Fue entonces que me di cuenta de que iba yo caminando en medio de una procesión, consistente en aproximandamente veinte mujeres de aproximadamente setenta años. No supe qué decir en ese momento, verdaderamente me agarraron con la guardia abajo, yo tan sólo quería llegar a mi clase…. De nuevo mi expresión reveló la confusión, y la señora del abrazo me ofreció un folleto: “So that you know what we are walking for.” Resulta que la procesión era nada menos que una marcha para conmemorar a los muertos en la guerra contra Irak. ¡Qué barbaridad, y yo formando parte de ella! “Come on, walk with us.” “No, lady (o me’am, como dicen por aca.) No puedo, tengo clase. Si no si, de veras.” Me dijo que caminan por el campus todos los miércoles a esa hora. Está bueno saber, para la próxima vez ir más alerta. Es más, de ahora en adelante intentaré estar más atenta a los demás peatones para que la próxima vez que participe en una procesión, por lo menos me dé cuenta antes de que algún camarada me incluya con un abrazo de solidaridad.

martes, 29 de enero de 2008

Moderadores

Parece ser que tengo un karma fuerte con los moderadores.* Porque ahora resulta que el de acá también me gusta un peu. No esta guapo, seamos honestos, pero es bien buena onda. Se llama Ben Lee, es canadiense pero de origen chino. Y pues nada, me gustó un poco.

Entonces hoy iba caminando tranquilamente, compu en brazos y camino a la cafetería, cuando lo veo caminando en otra dirección. En mi recién adquirida zorrez, me desvié de mi camino para accidentalmente toparme con él. Y bueno, me empezó a preguntar cómo me estaba yendo, qué tal mi cuarto, qué tal el frío, ya saben, esas ridiculeces. Y pues con la excusa de que no tengo amigos, le dije que si íbamos juntos a cenar al comedor. Y el buen mozo dijo que sí. Así que dos pájaros de un tiro: acoso a mi moderador y no ceno sola cual perdedora que soy en la cafetería.

*Dícese de aquel estudiante que reside en los dormitorios de la universidad y que está encargado del bienestar del resto de los estudiantes que habitan en su mismo piso/edificio. Alguna vez, estando el la UDLA, tuve un ligero crush con un moderador cuyo nombre no ventilaré por este medio.

domingo, 27 de enero de 2008

Llegada a Harvard

Mi entrada a Harvard fue triunfal. Como todos los que me conocen saben, se me da eso de hacer el ridículo y ponerme en situaciones vergonzosas y poco favorecedoras a mi popularidad.
Para empezar, mi mamá y yo dimos vueltas como mayates por todo el aeropuerto, arrastrando 6 maletas y sin saber por dónde salir. Subimos y bajamos el elevador como 3 veces y los coreanos o chinos de alrededor nos miraban extrañados.
Luego se me olvidó averiguar la dirección a la que tenía que llegar. Sabía el nombre del edificio y pensé que el taxista del aeropuerto iba a ubicar a la perfección todos los edificios de la universidad y me iba a poder llevar a mi destino. Claramente no fue así. El viejo nos botó en un lugar q se llama Harvard Square, que es afuera de la universidad pero es como el centro social, hay cafés y librerías y todo. Osea, el lugar, ya saben, perfecto para hacer un oso. Y sí, efectivamente, ya nos imaginarán ahí abandonadas con 6 maletas, metiéndolas al centro comercial, sin saber si las puertas abrían para adentro o para afuera, buscando un teléfono, pepenando moneditas para poder marcar... no no no, terrible. Todas las personas que estaban ahí esa noche estoy segura de que no van a querer ser mis amigos. Ni los de mi mamá.
¡Hoy ví la nieve por primera vez! Nevó TODO el día. Los primeros 5 minutos, por la ventana, la amé. Luego me divirtió caminar con botas y entre los copitos. Al poco tiempo ya no me gustó tanto y acabé maldiciéndola porque los copos en mis pestañas no me dejaban ver la ciudad. Y porque mi mamá se resbaló en el parque dejando un rastro en la superficie que hacía evidente su tropiezo.
Fuimos a Boston. Al chopin, según, para comprar lo que falta de mi cuarto y otras cosas que se ofrecen por ahí. Como todo nos parecía caro, nos trepamos al metro para ir a los suburbios, a unas de esas tiendas de todo por un dólar. Al ver que nos alejábamos tanto del centro, justo una estación antes de llegar a nuestro destino, decidimos bajarnos porque se nos hizo absurdo ir tan lejos cuando ya era tarde, para ahorrarnos unos cuantos dólares. Pero cuando el metro cerró la puerta, lo pensamos de nuevo y dijimos que había sido absurdo bajarnos, y que mejor sí queríamos ir. Esperamos en medio de una ventisca terrible durante 10 minutos hasta que por fin llegó el siguiente tren y nos llevó. Al llegar, ya eran 5 y media y todo estaba cerrado. Se nos hizo absurdo, de nuevo, haber ido hasta allá para nada, así que caminamos hasta encontrar la única tienda abierta en la zona. Decidimos que como ya habíamos pagado el metro hasta alla ahora teníamos que comprar algo. Encontramos un basurero, un espejo y unas gomitas de azucar. Regresamos cansadas pero satisfechas de haber adquirido estos artículos en una tienda de baratas. Pero cuál no sería la sorpresa cuando entramos a la Coop (la tienda de Harvard, a 5 minutos de mi edificio caminando), y encontramos todos los artículos que habíamos comprado, pero más baratos. Y claro, tuve que recorrer todo Cambridge cargando un espejo enorme, que aparte con el maldito viento hacía las de alas y yo iba chocando con todos los demás peatones. Terrible. Y la lista de personas que no querrán ser mis amigos creció bastante con ese incidente.

El Poli

En el aeropuerto, me encontré de repente tratando de bajar mis dos gigantescas maletas de la banda. Junto a mí, un poli gringo me miraba burlón. En eso me dice: "You gimme money, I help you widdat." Le digo "Uy poli, I don't have any US money." Y me dice "You have Euros?" "No," le digo. "Nomás mexican pesos." Y que agarra y se ríe y me dice "Mexican pesos aren't worth nothing." Y que me enchilo y que le digo "US dollars aren't worth much these days either." Y que se enoja y se voltea, obviamente, sin ayudarme a bajar mis maletas.

viernes, 25 de enero de 2008

Galileo Gall

Junto a mí en el avión, del otro lado del pasillo, hay un se{orcito muy chistos que desde que lo ví lo sospeché, pero cuando hablé con él quedó comprobado que es Galileo Gall, el agente inglés de Vargas Llosa.

No es sólo porque acabo de leer "La guerra del find el mundo." Estoy segura de que aunque lo hubiera leído hace años habría reconocido a este monito. Las coincidencias son claras. No sólo es el pelo largo y anaranjado (tan anaranjado como puede llegar a ser un pelo), que de por sí remite al personaje. Pero hay otras cosas:

Este también es ingles. Bueno, irlandés, pero da igual.

Es fanático de las mentes humanas. No se dedica a tocar los cráneos de la gente, para leer su futuro, pero estudia psicología. Maomenos, ¿no?

Vino a estudiar a México para conocer a la gente ,que le parece muy interesante, y para abrirse a nuevas formas de pensar. Justo como Gall fue a Brasil atraído por las ideas de la gente de Canudos.

Las coincidencias ya eran de peso. Pero para colmo, hablamos durante cinco minutos y el tema principal es, precisamente, la libertad.

Yo digo que sí es...

Vuelo

Hoy llego a Harvard.

No sé bien qué esperar y ni siquiera estoy segura de haberme imaginado cómo será.
Prometí varias cosas: Disfrutar, no cargar culpas, y decidir el tema de mi tesis.
Y soltar. No muy buen momento para dejar de ser tan aprehensiva, tal vez. Ja. Pero los momentos son maleables: nosotros los creamos.

Siempre que viajo en avión me emociona, pero hoy siento además que vuelo a una nueva parte de mí y me da curiosidad imaginar cómo seré cuando regese, qué rincones de mí voy a descubrir, qué frangmentos del tiempo que viene voy a almacenar para construir la histora de los siguientes meses de mi vida.