martes, 9 de diciembre de 2008

Borreguitos en Cholula

Estoy de vacaciones, por lo que la columna semanal "Te manejo lo que es" queda suspendida, de menos, temporalmente. Pero, vaya, no es motivo para dejar de escribir, en especial tomando en cuenta que pasaré varias tardes sin mucho más que hacer.

Decidí quedarme un tiempo acá en la cosmopolita Cholula. Más que nada porque estuve en el defe un par de días y el tráfico, hijodediostodopoderoso, me espantó. Y díjeme a mí misma "¿Qué necesidad?”

Así fue que acá estoy, conviviendo con los cholultecas en su pirámide. El domingo la visité y me fue de lo más agradable, sentarme a tomar el sol al lado de un par de cristianos echando pasión, a unos cuantos metros de la iglesia. De fondo, los villancicos menos armónicos que he escuchado en mucho tiempo. Y antes de regresar a casa, el chopin: lleve lleve su escapulario, su imagen de la virgen con marco dorado, su artesanía regional. Sí, chilangos, envídienme en esta tierra de la paz y la armonía.

En otros temas, les cuento que hoy fui acosada por un borrego que se hallaba pastando en el patio junto a mi casa. Y no hablo de un muchachito falto de capacidad de decisión propia, no. No es metáfora, no es exageración. Un maldito borrego lanudo y café llegó a mordisquearme las agujetas mientras yo estaba sentada afuera de mis aposentos, leyendo tranquilamente, esperando a que pasaran por mi. Y todo porque le presté mi bici al vigilante de la entrada para que vaya a visitar a la virgencita en su cumpleaños. Se la llevó a darle servicio porque mañana parten juntos en una peregrinación de “Siclistas de San Andres para Nuestra Señora de Guadalupe,” según el panfleto que me mostró. Por lo mismo que ahora no tengo bici y me aperezaba enormemente ir caminando al cajero. No me quedó de otra que esperar a que me dieran raid, y pues en ese inter, que me sale el condenado y, como Pedro por su casa, que me mastica el zapato teni. Maldito.

Pero eso sí, ¿no? Mucha paz, mucho no hay tráfico, mucho tengo la pirámide a un kilómetro... Maldita sea, en el defe jamás recuerdo que un mamífero cuadrúpedo me importunara de esa manera. Hay otro tipo de inoportunos pero, aunque algunos son casi tan molestos, no recuerdo ninguno que pretendiera comerse mis agujetas.

En fin… unas cosas por otras, dirían por ahí. Si el precio de mi tranquilidad es lidiar con vecinos cuadrúpedos, creo que puedo pagarlo. Mientras estos sigan siendo borreguitos, claro, porque donde en una de esas se me acerque una de las vacas que luego rondan por ahí… de plano me regreso a la ciudad.

martes, 2 de diciembre de 2008

Ciclismo cholulteca

La bicicleta es uno de los mejores atributos del estudiante udlesco. No sólo es ecológica y barata, sino que te ahorra la angustia de encontrar lugar en el estacionamiento ni te emberrinchas si una moto ocupa todo un cajón.
En esto pensaba cuando decidí que quería una. Ya me soñaba en un velocípedo rosa, (porque soy niña), con canastita y clatson, pedaleando por el campus con ojos cerrados y brazos extendidos mientras el viento jugaba con mis rizos. Patrañas. Mis sueños se han hecho añicos.
La crisis no me permitió comprar una, pero pude heredar la de mi prima pudiente. Muchos me envidiarían: es para deportes extremos, con sus llantas todoterreno, velocidades, y demás artefactos para el descenso de montaña. Lástima que el deporte más extremo que he practicado fue cuando derrapé por la pirámide de Cholula, y no fue ni intencional ni divertido. Lástima también que mi prima, como cualquier persona normal, mide varios centímetros más que yo. Así que ahí me tienen con un artefacto gigante, tosco y agresivo, ni tantito parecido al cuasi-triciclo gay que tenía en mente.
Lo que más me preocupa es que cuando me trepo, mis pies no alcanzan el piso, lo cual puede ser problemático a la hora de intentar bajarme. A pesar de que mi atlética (ehem) apariencia diga lo contrario, no soy lo que yo llamaría diestra en las actividades físicas. Además, he notado que tengo una extraña atracción hacia el suelo que va más allá de la gravedad, y una ligera propensión a las situaciones vergonzosas en momentos socialmente inapropiados (los llamados osos).
Como si no fuera suficiente, yo insisto en buscar nuevas formas de perder el estilo. Así que decidí transportarme en bici a la UDLA. Error. Para empezar, los feroces perros de la vecindad me ladraron hostilmente, lo cual me asustó y me hizo perder el equilibro en la primera cuadra. Iba a decir que me atacaron porque sonaba menos patético que caerte porque te ladra un perro, pero había testigos. Luego, cruzar las enormes avenidas de la gran Cholula (ya saben, la 8 Norte con sus salvajes conductores, se pone canija). Se me complicó tanto que me bajé (caí) otra vez, y llegué a la universidad a pie.
Ya adentro pensé que sería más fácil. Qué ingenua, no consideré a los peatones. Iba tan ocupada esquivando feligreses que no noté cuando mi pantalón se atoró con la cadena. Y chin, que me bajo involuntariamente de la bici por tercera vez. Sólo que ahora mi pierna se quedó enredada y tuve que contorsionarme ridículamente para soltarla, frente a un grupo de metiches que ya se había congregado.
Con la poca dignidad que me quedaba, levanté el aparatejo, y me alejé empujándolo, cabizbaja, con una rodilla sangrando y una pierna del pantalón ‘acampanada.’ Los espectadores me lanzaban miradas de compasión, como quien mira a un perrito sarnoso con lástima pero sin acercarse por temor a infectarse. No los culpo, yo tampoco me acercaría. La perdedorez, como sabrán mis pocos amigos cercanos, es un mal contagioso.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Lobas sin remedio

A Martha, mi gurú.

Me pregunto si alguna vez las feministas se detuvieron a pensar en cómo cambiaría el mundo de la seducción cuando se promoviera la igualdad en estos terrenos. Admitamos que la chamba del cortejo no es fácil, y antes era cómodo dejarles el paquete a los hombres. Pero los tiempos del macho como único encargado del galanteo quedaron atrás. Ahora dominan las mujeres que luchan por lo que quieren. Y también dominan los gays, lo cual implica que la competencia está canija y más vale ir aprendiendo cómo está esto de ligar.

Híjole, ahora sí se nos vino a complicar la cosa, porque con la falta de experiencia muchas estamos como mayates. Otras, en cambio, son como peces en el agua: el cortejo es lo suyo. Parecen no tener el menor recato en acercarse a cualquier criatura del sexo opuesto y embrujarlos con sus encantos.

Es a estas maestras de la seducción a quienes debemos dirigir la mirada. Aquéllas que antes etiquetábamos despectivamente como “zoshas,” ahora se han vuelto luz en nuestro sendero. Yo las llamo lobas innatas. Son seres que nacieron con un don para el coqueteo, lo desarrollaron con la práctica constante y ahora se desenvuelven con gracia envidiable en los terrenos del flirteo, como diría Cosmo.

La teoría general nos dice que la carne es débil y basta un movimiento sepsy para provocarla. Pero una loba verdadera sabe que esto es, como dicen por acá, puro chisme. La lobez exitosa es un arte, y hay que saber distinguirla de la zorrería común. Aunque no tengo una respuesta sobre lo que debemos hacer para ligar, lo cierto es que hay cosas que definitivamente NO debemos hacer. Me queda claro que algunos hábitos no conducirán al éxito anhelado sino, más bien, al declive irremediable de la reputación.

Una loba, por ejemplo, jamás nos mostrará la tanga “sin querer,” mucho menos si ésta es de leopardo. De hecho, una loba jamás portará prendas provenientes de la familia de los felinos, porque sería considerado malinchismo. Así que esos zapatos de motas de guepardo y esa bolsa con pelos de tigre de Bengala… uh-uh.

Una loba tampoco cree que bailar reguetón es de ninguna manera sensual. Hay que entender las sutilezas de la elegancia. Ligar al ritmo del perreo sería como caer en terrenos de las hienas o de alguna otra especie igualmente chafita. Acá la cacería es más refinada y, claramente, más selectiva.

El problema es que no cualquiera le sabe a este ritual seductivo. Toda mujer es una loba en potencia, cierto, pero necesita un gurú para desarrollar esta lobez. En conclusión: las mayoría de las mujeres o son lobas o quisieran serlo. Yo, por supuesto, no me incluyo en ninguna categoría porque a la UDLA sólo vengo a estudiar. (Saludos a mi papá que lee esto cada semana.) Pero para ustedes lectoras, (o lectores), propongo que en lugar de juzgar a estas damitas como “mujeres de moral distraída,” admitan que tienen mucho que enseñar y sigan sus pasos hasta convertirse orgullosamente en unas lobas sin remedio.

martes, 18 de noviembre de 2008

Bailongo

Cansada de permanecer sentada cada vez que mis amiguitos se levantan a sacar brillo a la pista, me inscribí este semestre a un taller de baile. De la amplia gama de opciones elegí varibailes, que te trabaja salsa, cumbia, banda y rocanrol. Los 22 años van siendo buena edad para aprender a rumbear, ¿qué no?

Como antecedente, y a sabiendas del ataque a mi popularidad que esto representa, quiero dejar en claro mi torpeza para todo lo relacionado con el arte de la danza. Pero si bien mi desmaña es pronunciada, me sirve de consuelo que también es compartida- y a veces superada,- al menos por algunos de los compañeros del bailongo. Al igual que yo, otra serie de parias de la gloria social acuden al salón de baile en un esfuerzo por librarse de la inherente ausencia de gracia que hasta ahora ha coartado nuestro repunte en sociedad. La clase se convierte, entonces, en un campo de batalla, en el que cada individuo pelea por armonizar un cuarteto de articulaciones, decididamente inconexas entre sí.

Hasta ahí todo bien. No pasa del constante tropiezo con los pies de la pareja, o de que las clases parezcan manual a prueba de ineptos. El problema se nos viene cuando llegan las visitas. Resulta que el profesor tiene su equipo de apoyo, que le llama: un conjunto de colegas udlescos que de vez en cuando nos frecuentan para practicar los recién aprendidos pasos. Este trío de latinlovers, faltaba más, te domina cualquier estilo de baile con envidiable naturalidad. Y una que apenas le rasca a lo que es el pasito básico de salsa, no puede más que intimidarse ante tanta destreza corporal.

Si verlos contonearse con soltura es intimidante, no me imagino lo que será bailar con ellos. A mí no me ha tocado porque, como buenos maestros del perreo, ya se la saben y escogen a las gringas bien guapas que toman la clase. Y a una que no puede competir con cabellos rubios y gracia anglosajona, le toca practicar con los compañeros de la clase. Lo bueno es que, así como no te trabajan la técnica salsera, tampoco te manejan las artimañas de la seducción en la pista, gracias a lo cual me salvo del camaroneo. En cambio las pobres gringas nomás se ponen bien rojas a media canción, vayan ustedes a saber si es de vergüenza o de emoción.

Hace unos días me enfrenté a la prueba inicial: el Encontronazo Grupero, un evento al cual asiste la chilangada completa, disfrazados de rancheros, a bailar al son de Capaz de la Sierra e Intocables. Con cierta decepción, comprobé que aún no domino la pista, ni cerca. Esto quedó claro cuando un ranchero hecho y derecho me sacó a bailar. Me dio tal sacudida que, cuando me dijo que bailáramos otra, tuve que decirle “No, porque me sentí muñeca de trapo.” Su respuesta, sin embargo, hizo que todo valiera la pena: “Pero muñeca, al fin y al cabo.” Finísimo.

Tolerancia Residencial

Vivir en Colegios Residenciales puede ser o una maravilla o tu peor pesadilla, a según te toquen lo que son las rumis, y a según uno mismo se desenvuelva en el arte del buen convivenciar.

Yo habité en el Cain-Murray (Caín Mirey, como le llamábamos las más distinguidas) durante cuatro semestres. Por distintas circunstancias estuve nomadeando entre varias suites, aunque siempre al lado de mi fiel compañera, Güendolin. Juntas, nos tocó convivir con una gran variedad de cohabitantes que nos deleitaron, mes tras mes, con sus excentricidades.

Nos tocó, por ejemplo, vivir con Yadira, a.k.a. la reina del reguetón. Cada mañana, tempranito, nos alegraba con sus ritmos discretos en una grabadora con bocinas que situaba en el baño común. ¿Qué mejor manera de empezar el día que con un motivante “Salió el sol, viva el reguetón”?

Estaba también Dionisia, fans declarada de Carmelita Salinas, y de Selina (q.e.p.d.), quien se refería a la farándula mexicana en tono de viejos amigos, estilo “Luis Mirey y la Aracely,” y pegaba fotos de ellos en la pared.

Qué decir de Destiny Sayani que, nunca entendí porqué, le gustaba esconder sus tangas entre los sillones de la sala. ¿Cómo no recordar la vez que alguien puso en la lavadora un post it que suplicaba “plis-no-metan-mi-pans-a-la-secadora”? Y cuando la otra ignoró el letrero, y la armonía en la suite se destruyó por siempre.

En cambio, yo soy la rumi que todos quisieran tener. Si no me creen, pregúntenle a Güendolin. Nunca quebré su taza favorita, ni se me murió su mascota cuando me la encargó una semana, ni su cobija amanecía en mi cama misteriosamente. No sólo fui buena con ella, sino con el resto de las inquilinas: jamás descompuse la licuadora de nadie, ni tapé el baño, ni incendié el microondas calentando una toalla para empollar un huevo de pato. Así, me gané el cariño de todas las suites que visité.

En sí no es gran ciencia. Nomás es cosa de atenerse a estándares mínimos que, en realidad, debieran ser cuestión de sentido común. Por ejemplo, uno puede intuir que dejar pelos en el jabón de alguien más no está chido, porque implica a) que lo usaste y b) que no te importó disimularlo. Tampoco es conveniente hacerle plática a tu amiga mientras está en el escusado, en especial cuando su tono cortante te indica con claridad la falta de deseos de entablar conversación. Y por mucho que quieras promover la convivencia, jamás toques temas como el aborto, la calidad (ejem) del Tigre ni, mucho menos, el divorcio de Niurka y Juan Osorio. Porque, entonces sí, arde Troya.

Mejor, calmado venado. ¡A disfrutar de las cosas buenas de Colegios, como las noches maravillosas que pasé atascándome litros de helado con las otras siete y viendo películas gays dobladas al español! Y es que, ya sea que lloras con las telenovelas o que empollas un huevo de pato, por dentro todos somos unos freaks.

viernes, 7 de noviembre de 2008

La gorra

La situación está canija. Con los precios del petróleo por los suelos y los del maíz por los cielos, llegan las decisiones obligadas: ¿otra chela, o la cena?
Y es que desden antes de la crisis ya estaba difícil. La UDLAP no se caracteriza por ser barata. A esto le sumamos renta, policopias, super y la parranda, y terminamos con cantidades exorbitantes. Aún con beca, el costo que representamos para nuestras familias es, vaya, modestamente elevado. Al menos a algunos, y por lo menos a ratos, nos entra el gusanito de lo caros que salimos y nos dan ganas de echarle una manita a nuestros patrocinadores.
Podríamos conseguir un trabajo… pero quita mucho tiempo. Mejor no hay que. Mejor vamos a hacer valer el dinero que alguien paga por la colegiatura, aprovechando más los recursos. No me refiero a nimiedades como asistir a clases, hacer tarea o frecuentar la biblioteca. No, yo hablo de cambios de base: sacar del fondo del alma la gorronez que habita en todos.
Nuestra condición privilegiada quizá haya hecho que olvidemos el arte de gorrear, o que lo releguemos al terreno de “lo naco” (Dios nos libre de caer en él). Pero en nombre de la solidaridad, dejemos de lado estas quisquillosidades y entrémosle, como buenos mexicanos, a la nacolinez. Aquí, una serie ejemplos de maximización de los recursos:
En colegios residenciales…
o No compres champú, trae una botella vacía y llénala con el de todas las demás. De a poquito, para que no se note.
o Aplica lo mismo con otros productos de belleza y alimenticios.
o Cuela tu ropa entre la de alguien más, para que sin darse cuenta la metan a lavar y no gastes jabón.
En el comedor…
o Recuerda: los totopos son gratis. Ponlos en servilletas, remójalos en aderezo y atáscate. De postre: bolillo endulzado con Splenda (los sobres están junto a las cajas).
o Lleva una botella para llenarla en el garrafón. Si es necesario, envuelve más totopos en servilletas para el esnack del mediodía.
o Durante el proceso anterior, evade contacto visual con cajeros o cocineros para evitar momentos incómodos. Se recomienda cubrirse lo más posible para impedir que los compañeros nos reconozcan.
Miscelánea
o No gastes gas ni agua: vente a bañar a los vestidores del gimnasio. Para lavarte usa el jabón que hay en los lavamanos, huele bien rico.
o Irrumpe en los archivos necesarios para averiguar dónde hay eventos (exámenes, conferencias). Apersónate, camuflajéate y apaña canapés. Lleva topergüers y, cuando estés satisfecho, llénalos y sal corriendo sin voltear atrás.
Con estos trucos, y otros a tu imaginación, sin duda bajarás los costos de vida. Y así ni te tienes que preocupar de molestias como reducir tu consumo de alcohol u otros vicios, tu inversión en antros o tiendas, ni demás gastos indispensables. Tú tranquilo, Dios proveerá. Okey, las estrategias propuestas podrían parecer algo burdas. Pero aceptemos que la sabiduría popular no miente. En el fondo, a la gorra no hay quién le corra.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Señales

Me cuentan que en una clase, una chica que no soy yo, siempre hace comentarios, por decirlo así, de bajo rendimiento académico. No conozco a nadie que quepa en esta descripción. Pero si lo conociera, me preocuparía que no percibiera que es motivo de comidilla entre sus colegas. No es que no se valga equivocarse, Dios nos libre de la perfección. Mas sin embargo no obstante, hay errores que es vergonzoso cometer a estas alturas. Si estos deslices se vuelven constantes, quizá sea momento de desempolvar los libros…

Hay que ponerse a leer cuando…
• Cada vez que haces una aportación, el profesor responde con un “Sssssí…peeeeero…” O de plano no responde, y continúa su clase como si nada.
• Tus preguntas inician con “Cómo estuvo eso de...”, seguido por generalidades como “el análisis estadístico” o “la química.”
• El profesor pregunta algo, eres la única que levanta la mano, y aún así te ignora y se contesta él mismo (la pregunta no era retórica).
• Crees que la Guerra Fría obtuvo su nombre del clima soviético, que la Cortina de Hierro es un muro que atraviesa Europa, o que la generación espontánea explica los moscos en tu tarro de miel.
• En un estudio general, el profesor acota tus respuestas con un: “Ah, pero es que estudias ______ (inserte carrera escarnecida)” O “Claro, es que eres de Mérida.”

Me cuentan también que en otra clase, una chica que puede que sea yo, siempre repela ante las enseñanzas del prof Derbez. Está bien diferir, pero nadie quiere que se refieran a una como “la intensa.” Al menos no en este contexto.
Hay que bajarle a la intensidad cuando…
• A la tercera clase el profesor maneja tu nombre y predice tus posibles objeciones (“Britny me va a decir que esto no está bien.”)
• Cuando el profesor te da la palabra (ante tus quejidos insistentes y sacudidas compulsivas en la silla no le queda de otra), percibes que tres compañeros recuestan la cabeza sobre el pupitre en señal de resignación. (“Ay no, ahí va otra vez.”)
• Mientras expresas tu argumento, sientes cómo tus mejillas se ponen más rojas que de costumbre o, peor tantito, te anda de lastimar a aquél que osa oponerse a tus ideas.
• Frente a tu estado de agitamiento, el profesor termina la clase temprano y sugiere que la siguiente semana retomen la discusión. (“Es por protección a la integridad física de tu compañero, y la mía.”)
• Los asientos alrededor de ti generalmente están vacíos. Si no, cuando haces una pregunta y buscas algún condiscípulo para comentarla, éste prefiere mirar hacia el profesor como si estuviera poniendo atención.

El reto, pues, es expresar tus inquietudes sin convertirte en hazmerreír o pesadilla de tus camaradas. En todo salón habrá ejemplares de estos especímenes, sólo identifica las señales para asegurarte de no ser tú. O, de menos, adquiere conciencia de que lo eres. Sobra aclarar que nada de lo mencionado me ha pasado a mí. Yo nomás digo…

jueves, 30 de octubre de 2008

Bichos Udlescos

Una de mis principales razones para estudiar en la UDLAP fue la fauna del campus. Ahora parece broma, sobretodo porque los pavos reales repentinamente se multiplicaron y ahora estamos rodeados de pubertos horripilantes, que encima se jactan de merecer pasearse por los salones o subirse a la mesa a tragarse mi torta. Pero en su momento, me parecieron adorables.
Aunque originalmente quería ser veterinaria, algo me hizo optar por una profesión ligeramente apartada de la naturaleza. No sé si culpar al conejo que me mordió la boca cuando traté de darle un beso, a la ardilla que me royó el dedo cuando le ofrecí cacahuates, o al elefante que me tiró cuando monté en su lomo. Quizá fue la mezcla. No obstante, mi gusto por los animales persistía, hasta que intimé con los de aquí.
Mi karma con estas criaturas empezó un día de primavera cuando, caminando por la vereda, encontré un huevo de pato. JURO que estaba abandonado, solito, en el cemento, expuesto a que un peatón lo pisara, privando de la vida al patito que crecía en su interior. Mi alma pura me indujo a llevarlo a casa. Ahí lo empollé en una toallita que calentaba en el microondas del Cain Murray, hasta que lo incendié. Un día, en el afán por protegerlo del frío, lo envolví en tantas cobijas que no noté el momento en que se cayó. Jamás volví a encontrarlo.
Me dirán lo que quieran, pero clarito me queda que la madre biológica del huevo supo perfectamente lo que sucedió. Regresaba yo tranquilamente del kit-botsin, cuando la infeliz me vio desde el otro lado del lago y, sin dudarlo, se abalanzó sobre mí. Como me parecía poco glamoroso huir corriendo de una pata en pleno campus, apreté el paso disimuladamente. La pajarraca me alcanzó y se me colgó del pans. Mi reacción instantánea fue echarle agua, cosa que evidentemente no funcionó, por lo mismo de que es un pato y el agua más que nada no le molestó. Mientras tanto, la gente empezó a notar que algo pasaba, y las cabezas volteaban hacia mí. Intentando pasar desapercibida, seguí caminando, ¿por qué no? con un pato colgado del pantalón. Casual. Medio trataba de zafarme, pero entre que qué vergüenza y qué miedo que me cobraran una unidad por lastimar a la fauna, tardé al menos diez pasos en quitármela de encima. Para entonces, ya era yo el espectáculo de todos los presentes.
No ha sido la única vez que los bichos udlescos ponen en peligro mi reputación. Qué decir del día que un mosco se metió en mi boca mientras me ejercitaba en el gimnasio. Lo acepto: ¿qué hacía yo con la boca abierta? Pero esta ligera pérdida de estilo no explica la mala suerte de que el maldito mosco justo haya decidido volar por ahí, sobretodo a la hora de entrenamiento de los de americano. Vaya desatino, una que quería ligar… Bien me había advertido la sabiduría popular: en boca cerrada, no entran moscas.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Hábitos Nocturnos

Últimamente he pensado en cómo la situación (económica y de inseguridad) en México va a afectar los hábitos nocturnos de los estudiantes de la UDLA. Digo va a afectar porque hasta ahora no he notado mayores cambios. Si uno camina por Cholula en las noches, notará fácilmente, y quizá con cierto desagrado, que aunque en el resto del país la cuestión se tambalea, acá el raving, el freseo y el perreo continúan en su intensidad acostumbrada.
Me cuentan que en Michoacán y Veracruz los narcos tienen prácticamente tomados los antros, y se ha vuelto tan riesgoso salir que la gente está confinándose a los precopeos caseros. Ni qué decir del DF, donde lo ocurrido en el Nius Divain trae a varios en ascuas y con los pelos de punta.
No entiendo por qué a mis colegas no les espanta la posibilidad de una embestida policial. Quizá sea que los oficiales a caballo de Cholula o los polis de la UDLA en sus patines del diablo motorizados evaporan cualquier dejo de desasosiego.
Aunque, admitámoslo, la renuencia de algunos a salir a los antros tiene poco que ver con los narcos o con el miedo a una redada en El Tigre. Más bien hemos encontrado en el clima de inseguridad la excusa perfecta para justificar la ñoñez inevitable que nos remite a una reunión para ver el debate de los candidatos gringos. Con unas chelitas, claro está, para disimular, porque no vaya a ser el diablo que nos quieran tachar de poco chidos.
Aún así, resulta sorprendente la inmunidad de varios de nosotros ante los problemas que enfrenta el país. El otro día Brayan pagaba una cuenta de 4,000 pesos en el antro y yo pensaba que nomás no salen las cuentas, güerito. Si a eso le sumamos la desgana de algunos para suspender un par de vicios estupefacientes, al menos temporalmente como muestra mínima solidaridad, pareciera que en la UDLA, a ratos, estamos blindados ante contrariedades mundanas como una crisis económica o una guerra contra el narcotráfico.
No propongo encerrarnos en nuestras casas. Pero bien debiéramos buscar la forma en que, de menos, nuestras acciones no colaboren a la inestabilidad actual. Por un tiempo, nos apretamos. Dios mediante pronto podremos regresar a reguetonear en el Nius Divain.

Llévelo, llévelo, su columna semanal

Buenas tardes, señores usuarios.

El día de hoy les traigo a la venta esta su columna semanal, en la que le vendremos manejando lo que son los temas de la cotidianeidad del estudiante udlesco en la vida cholulteca.

Damita, caballero, con la adquisición de este paquete, usted se va a llevar lo que vienen siendo las anécdotas, reflexiones, comentarios y sucesos de la vida universitaria, que le llaman.

Si mire, patrón, en estas líneas le voy a trabajar las aventuras y desventuras del marchante de la UDLA en los corredores de la casa de estudios, así como en las avenidas de lo que es la metrópoli de San Andrés, Cholula, Puebla.

Pruébele, jefecita, sin compromiso.

domingo, 12 de octubre de 2008

NUEVA SECCION

Algunas personas me han sugerido que no deje de escribir en este blog. La verdad es que he intentado regresar, pero me cuesta mucho trabajo. No es lo mismo criticar a los gringos y sus ridiculeces que despotricar en contra de la madre patria y los compatriotas. Y todos ustedes saben que ardo de amor por mi país y mis cohabitantes. Así que se me ha venido a complicar esto de continuar escribiendo para este su bló.
Mas sin embargo no obstante, resulta que ahora estoy escribiendo una columna para La Catarina, el periódico estudiantil de la UDLA, mi respetada casa de estudios. El nuevo editor de la sección, Pepe Flores, había leído algunas de estas entradas y convenimos en que estaría bueno tener algo por el estilo en el periódico. Fue así que ahora les trabajo la columna semanal, con el nombre de mi otro espacio cibernético: Te manejo lo que es.
A falta de creatividad para seguir produciendo entradas en este blog, pedí autorización al editor para subir aquí las columnas, una vez que hayan sido publicadas en La Catarina. Como allá el límite son 500 palabras, de vez en cuando me permitiré expandirlas ligeramente en este medio, en el cual gozo de grandes libertades.
Por lo mientras, entonces, les presento a continuación los primeros números de "Te manejo lo que es," la columna. Así a lo mejor me regresa la inspiración y puedo volver a escribirles...

domingo, 3 de agosto de 2008

Últimas funciones

Tengo que hacer una confesión. Como probablemente la mayoría lo saben, regresé a México hace unas semanas. En teoría, esta entrada, y cualquiera a partir de ahora, sale sobrando. Porque el propósito del blog era narrar pedacitos de mi vida durante mi estancia en Boston. Pero debo admitir que me he encariñado mucho con él, y ahora me cuesta dejarlo.
Una opción sería continuar escribiendo, sólo que ahora sobre mi vida quí, en el mismísimo huacal. No obstante, aceptémoslo, la cuestión en el DF no está tan emocionante. Fuera de la reforma petrolera y el Nius Divain, no hay tanto de qué hablar. Y ni qué decir de Cholula. No porque en sí las dos grandes metrópolis sean aburridas, ni mucho menos. Jamás osaría decir cosa así de ninguna de ellas. El problema soy yo. A decir verdad, me costaría trabajo encontrar cosas emocionantes que platicarles sobre mi vida en estas tierras. Así que esa opción queda descartada.
La otra posibilidad es darle un buen cierre a este blog. Terminar mi lista de consejos para los futuros visitantes, agregar unas notas finales, y despedirme. Eso es lo que voy a hacer. No solamente porque sospecho que mis tips pueden resultar de extrema utilidad para los futuros usuarios de la universidad, sino también porque estoy de vacaciones y no tengo mucho más que hacer.
Así que en los siguientes días, voy a terminar las entradas que tengo a la mitad y escribir unas nuevas, para despedirme de este blog como el Dios de la Academia querría: con elegancia y con rodeos.

lunes, 7 de julio de 2008

Fourth of July

Si de fiestas se trata, los mexicanos les ganamos a los gringos una y mil veces. No sólo en fútbol podemos (a veces) ser mejores. Me queda claro que con esto no estoy descubriendo el hilo negro. ¿Quién no sabe que en México sabemos fiestear mejor? Pero por si alguien no lo ha vivido en carne propia, les platico un ejemplo perfecto de esta realidad.

Como es de su sabio dominio, el 4 de julio se celebra la independencia estadounidense. Para mi fortuna, las autoridades bostonianas se jactan de patrocinar el evento de mayor magnitud en el país. En efecto, las celebraciones en Boston se transmiten en televisión nacional al resto del país. Lo que esto implica es que el viernes formé parte de una de las mayores celebraciones de la independencia estadounidense.

Para ser justa, hay que decir que el festejo empieza temprano. Por ahí de las 11 de la mañana, si no es que antes, la gente sale a la explanada a apartar su lugar cerca del río. Mientras más al centro estés, más cerca quedas del concierto y el núcleo del chow. El chiste es plantarte ahí con tu mantel y tu sandwish y aplicar el picnic a la Chapul. El evento es en el río Charles, que divide a Boston y a Cambridge. Lo que la gente hace de las 11 de la mañana a las 8 de la noche es jugar juegos de mesa, comer y tomar alcohol con mesura.

Yo no llegué a las 11 de la mañana, sino a las 7 de la noche. Pero todo estaba previsto: unos amigos estaban ahí desde las 4, apartando lugar. Al llegar nos encontramos con Bob, el roomie de Dru, que era el organizador del plan, vestido de acuerdo a la ocasión: Playera con la bandera estadounidense y licras del mismo diseño. Oh my. Muy mono había preparado esnacs para todos. Su galana, Cindy, no traía los colores de la patria en el atuendo. Sin embargo, no se quedó atrás: en las uñas de los pies tenía pintada la bandera y fuegos artificiales. Muy creativa. Bob y Cindy tienen por ahí de 50 años, y también nos acompañaba el hijo de Cindy, Brett, que tiene 16. Al rato apareció, de la nada, un amigo de Jane que no dejó de acosarla toda la noche. La pobre no sabía cómo quitárselo de encima, y el otro necio con masajearle la espalda. Más tarde se agregó una señora que nadie entiende de dónde salió, pero de pronto estaba sentada en nuesto mantel, aconsejando a Dru sobre cómo tomar fotos.

Nosotros estábamos del lado de Cambridge. Con el río y, atrás, Boston entera iluminada, la vista estaba hermosa. Tomamos cerveza Corona y tequila, lo cual me pareció muy irónico, pero me gustó la idea. Lo mejor fue que puse a todos a brindar por mi mamá, porque ese día era su cumpleaños. La recién adquirida amiga extendió su vaso para que le diéramos tequila y acabó brindando "to Marcela's mom."

A las 8 empieza un concierto de rock, interrumpido a cada rato por locutores que entregan medallas a los valientes soldados y a otros destacados personajes que no logré distinguir quienes eran. A mí me habían platicado que iban a tocar el himno nacional y la gente cantaba. Pero yo nunca me di cuenta de cuando eso pasó. Y juro que no fue por el tequila. A las 9 y media, fuegos artificiales. Y esos sí, incereíbles. Más de media hora de fuegos de todos los colores y figuras, altísimos, y una tropa enorme de gente viendo al cielo con la boca abierta y diciendo "Oh wow!" "Oh my!" "Look at that!" Y para las 10 y media, ya acabó el festejo y la gente abandona la explanada.

Cuando a las 11 de la noche yo ya estaba en mi casa, no podía creerlo. No sólo por lo efímero del evento, sino también porque me quedé esperando algo. No sé si pensé que Bush se iba a asomar por el palacio municipal a gitar "Vivan los gringos!" Tal vez fue que sentía que en cualquier momento alguien sacaría los huevos con harina. A lo mejor me hizo falta el burullo de la masa, los chiflidos, el atasque, el aroma del sope del de al lado... No sé bien qué fue, pero me dieron ganas de pararme en el barandal a gritar "Viva México." Pero el tequila no llegó a tanto.

No me puedo quejar. Los fuegos artificiales fueron sin duda los mejores que he visto en mi vida. Sólo puedo decir que regreso con ganas de que sea el 15 de Septiembre.

Integrándose al mundo intelectual

Uno que viene del rancho se las puede ver negras tratando de hallarse en este mundo de intelectuales. Adaptarse a la vida académica a veces resulta casi tan difícil como aprender a destacar en sociedad. Pero aunque por momentos parece una meta inalcanzable, no se preocupen, señores usuarios. Así como para destacar en sociedad existen reglas fijas, como aprender a caminar en zapatos de tacón, usar bien los cubiertos y evitar derramar tu bebida sobre tu ropa o la del caballero de al lado, así también en el mundo de la academia hay normas a seguir. El día de hoy, damita, caballero, te traigo la lista de conceptos básicos que te permitirán entender el funcionamiento de este extraño universo. Si te adhieres a las reglas que aquí te presento, ten por seguro que no sólo lograrás adaptarte con facilidad al nuevo estilo de vida, sino que, además, te convertirás en un miembro destacado de este exclusivo club.

1) Memoriza los diez mandamientos y las escrituras de la Biblia del Académico (publicada en este blog con anterioridad)

2) Repite después de mi: "Nadie tiene que saber que desconozco la respuesta."

3) Incluso, repite para ti mismo el siguiente repertorio de frases, al menos dos veces al día, durante tus primeras semanas, hasta que te sientas convencido:
a) Soy una persona ocupada y siempre, siempre, tengo mucho que hacer.
b) Apoyo al partido demócrata
c) Hacer research es un trabajo real, digno, e importante.

4) Lee el New York Times

5) Siempre que te sea posible, busca citar a personajes reconocidos. Esto funciona bien con las vacas sagradas de tu área, aquellos legendarios políticos, escritores, científicos, o investigadores que han hecho historia y que todos reconocen. Pero el truco es mucho más efectivo si logras citar a un "fellow researcher," osease, otro monito que esté sólo un par de peldaños arriba de ti en la jerarquía académica. Esta palmada en la espalda a tus superiores dejará claro que entiendes el sistema y te abrirá paso hacia le élite de los doctos.

6) Si alguien te pregunta sobre tus planes a futuro, contesta siempre lo siguiente: "Nunca quiero dejar la Universidad. Cuando acabe mi doctorado, haré un post-doctorado. Y después, otro. Cuando me tenga que graduar, quiero ser profesor en Harvard. Y jamás dejaré de hacer research, y cuando muera mi asesor de tesis, entonces yo heredaré su lugar y seré la luz y guía de mis asesorados."

7) Invéntate otro nombre, y quítate un apellido. Aquí todos tienen dos nombres y un apellido, y la gente se confunde cuando tú no.

8) Crea una firma electrónica que consista en tu nombre, tu puesto y tus teléfonos. No te preocupes si no tienes puesto. Autodenomínate como te parezca adecuado. Agrega varios teléfonos aunque sean falsos. Nadie jamás te llamará porque todo es por mail, y suena profesional tener muchas líneas. Esta firma se incluirá, automáticamente y por configuración previa de tu correo, en todos los mails que envíes.

9) Además de la firma por default, firma todos tus correos con tus iniciales. De esta forma, a los receptores les quedará claro que, como todo buen académico, tenías tantas cosas que hacer que no te dio tiempo de escribir tu nombre completo.

10) La idea de usar las iniciales de las palabras al escribir es una constante en el mundo de los ilustrados. Aprende los acrónimos importantes en tu área y crea los tuyos propios. Si no logras inventar ningún concepto innovador en el cual puedas utilizar un acrónimo, no te angusties. También se vale crear acrónimos para conceptos existentes. No te limites al ámbito profesional. Puedes hacerlo en tus conversaciones por Messenger, por ejemplo: TMT. (tengo mucho trabajo). ¿QHM si TMT? (¿qué haces en Messenger si tienes mucho trabajo?). MEP (me encuentro procrastinando).

11) Adiestra el arte del lenguaje académico y asegúrate de utilizarlo no sólo al escribir sino también en tus conversaciones cotidianas. Cierto, es complicado. Pero aquí te va una lista de algunas de las frases más utilizadas.
a) Para decir "Me cae que eso que dijistes te lo sacastes de la manga," es mejor preguntar: "¿Exactamente en qué información está basado ese argumento?"
b) Para decir “Lo que voy a decir es cierto y no te atrevas a contradecirme,” sería acertado plantearlo así: “De acuerdo con [inserte nombre de vaca sagrada]…”

12) Si estás escribiendo un paper, relájate. Piensa que cada texto académico lo leen, en promedio, siete personas. Si a eso añades que los textos de las vacas sagradas los leen cientos de personas, tendrás suerte si tu paper lo lee alguien más que tu profesor. Así que tú, tranquilo.

13) No te deprimas por la regla anterior.

Por lo demás, tu tranquilo. Confía en mí, ya ves que soy bien buena en eso de ser popular y destacar en los rumbos de la alta sociedad.

miércoles, 25 de junio de 2008

Los primeros dias

Una vez que llegamos, desempacamos, y nuestro acompañante se fue de regreso a México, hay que establecernos. Los primeros días son básicos, son la fundación para que el resto de la estancia sea provechosa, agradable y economicamente sustentable. ¿Qué hacer?

1. Socializa: Pero hazlo con cuidado. No esperes jamás que la socialización aquí resulte parecida a aquélla en cualquier otro lugar. Disimula. Pretende que entiendes de lo que la gente habla en la sobremesa. Finge disfrutar la fiesta de celebración del resultado de las elecciones primarias de los demócratas. Al principio puede parecer absurdo, frustrante y aburrido. Pero poco a poco le agarrarás el gusto, y te volverás tan ñoño como la mayoría de tus compañeros, si no es que fue precisamente tu ñoñez la que te trajo aquí en principio.

2. Aprende a confiar: Como mexicanos y, en especial, como chilangos, nuestra tendencia inicial siempre será la de protegernos a toda costa del agua de la llave. Es un asunto de evolución: la lucha por la supervivencia nos lo ha enseñado, nuestra abuela y nuestra mamá lo han dicho constantemente. Pero es hora de dejar ir esa fobia, explorar nuevos paradigmas. Confía en el agua de la llave. Estás en el primer mundo, no morirás de cólera si la pruebas, y en cambio te ahorrarás varios billetes por no comprar agua embotellada.

3. No te agobies por el cruce de las calles. Uno cree que los gringos son bien propios y que los mexicanos somos los únicos salvajes que cruzamos la calle en donde se nos ocurra y sin esperar al semáforo. Error. Los bostonianos, al menos, son iguales. Así que no se apene, cruce en donde se le ofrezca cruzar.

4. Hazte amiga de tu RA, o moderador. Siempre ten en mente que es él quien tendrá la llave de tu cuarto y te podrá dejar entrar cada vez que la olvides dentro sin cobrarte la despiadada cantidad de 20 dólares por tu inocente distracción. Más que nada recuerda que, al menos si vives en Child Hall 2 piso, probablemente será el único entre tus vecinos que te dirija la palabra. ¡Aprovéchalo!

5. Hazte amiga de Alberto, Estela, Santos y José, los latinos que trabajan en el comedor. Te cantarán Cielito Lindo de vez en cuando, te darán comida gratis cuando te vean en necesidad y en ocasiones se sentarán en tu mesa a acompañarte a cenar (también cuando te vean en necesidad, es decir, cuando les de tristeza verte comiendo como una sinamigos solitaria).

6. Suscríbete al gimnasio: Es gratis, y te sorprenderán todos los beneficios que te puede traer, aún si jamás se te ocurre pararte por ahí a ejercitarte.
a. Cada bicicleta te contiene una televisión. Tiene 99 canales, ahí mismo te prestan los audifonos y, lo mejor de todo: ¡funciona sin que tengas que pedalear!
b. Llévate una botella de dos litros de Coca Cola para rellenarla con el champu gratis de las regaderas. No tiene aroma de flores de campo o frutas tropicales, pero es también para el cuerpo, así que no tendrás que comprar ni shampoo ni jabón durante tu estancia aqui, ni probablemente durante tus primeros seis meses de regreso en México.
c. Toma prestada una toalla de las clases de spinning, y llévatela a tu cuarto. De esta forma tendrás toalla durante todo el semestre y te ahorrarás espacio en la maleta de ida y de regreso. Regrésala el ultimo día, porque si no ya es abuso de confianza.

7. Des-anaca tu lenguaje. Aprende a pronunciar, de mínimo, los nombres de los lugares claves, para evitar conversaciones bochornosas. La cafetería, Coop, se pronuncia “cup” y no “cop.” La papelería, Staples, es “steipols” y no “estaples.” Estos detalles, aunque parecen cosa de nada, pueden llevarnos a convertirnos en el motivo de burla para nuestros interlocutores. Evitémoslo, pues, al grado en que nos sea posible.

Antes de desatar rumores que me ocasionen la perdida del cariño (o, incluso, del respeto) por parte de mis queridos usuarios, quiero aclarar que yo no hize muchas de las cosas que aqui menciono. Sólo son ideas que se me ocurren por si alguien se encuentra en situaciones desesperadas.
En específico, no rellené mis botellas con champu que huele a detergente, no tomé prestada una toalla para usar durante el semestre, y NO pronuncié mal los nombres de los lugares en frente de mis nuevos colegas. Twick twick.
PD: ¿Alguien quiere de souvenir una toalla blanca, de tamaño mediano, con la insignia del gimnasio Hemenway?

martes, 17 de junio de 2008

1. La llegada

Llegar a un lugar nuevo nunca es fácil. Al menos no para personas con tendencias a sufrir de frecuentes episodios vergonzosos que conducen a la pérdida de estilo. Por supuesto que yo no soy de estas personas. Pero si lo fuese, tomaría las siguientes precauciones:

  1. Antes de salir de tu casa en México, apunta la dirección exacta de tu destino. Harvard es un lugar grande, y si no sabes a dónde quieres llegar, corres el riesgo de que un taxista desconsiderado te aviente con todo y maletas a media tormenta de nieve, justamente en pleno centro social. Bien vale la pena tomar precauciones en este respecto, para evitar que una escena ridícula sea la primera impresión que proyectes a tus futuros compañeros (porque los potenciales observadores de este evento jamás se llamarán a sí mismos tus amigos)
  2. Si olvidaste apuntar la dirección, o el plan anterior falla por alguna otra razón, asegúrate de dar una buena propina al taxista (un dólar NO se considera buena propina.) De este modo, quizá logres minimizar su desconsideración y te abandonará en algún punto menos concurrido, en el que tu reputación no quede arruinada desde el primer instante.
  3. Si viajas con tu mamá, o con algún otro acompañante, podría parecerte buena idea aprovechar que tendrás derecho al doble de equipaje en el avión. Sé que suena tentador viajar con absolutamente todo lo que necesitarás durante tu estancia, incluyendo un par de botellas de shampoo y tu tapete de yoga, por si acaso. No lo hagas. Hay oportunidades en esta vida que vale la pena dejar ir: ésta es una de ellas. Atascar cuatro maletas gigantes, además de otra serie de bultos que te cuentan como “equipaje de mano,” puede traer consecuencias negativas. En primera, no le simpatizarás a tu moderador, quien se verá obligado a ayudarte a cargar las maletas en el edificio que NO TIENE ELEVADOR. En segunda, tu estrepitosa llegada llamará la atención de todos los demás residentes, quienes se asomarán para ver quién es el nuevo residente que llegó con su mamá y toda su casa. En tercera, cuando quieras regresar a tu país, te verás en problemas pues, por simples matemáticas, no podrás transportar el equipaje de 4 maletas en la mitad de espacio. (Y no, no todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar.)
  4. Si viajas con tu mamá, preséntala como tu asesora de tesis. Así quedarás como todo un académico, acreedor de tu lugar en ese lugar, y no como una niña que nadie entiende por qué está en la escuela de postgrado.
  5. Si viajas con tu mamá, ten cuidado de que no se resbale en la nieve cuando salgan a conocer la ciudad.
  6. Si viajas con tu mamá, y ella es fiel practicante del arte de la imitación, pídele que sea discreta cuando imite a las personas de origen asiático. Sugiérele que, aunque su imitación evidentemente no sea en ningún idioma real, y aquellos imitados no entiendan lo que ella está diciendo, sí pueden sentirse aludidos con los gritos estilo karateca, que ella profesa cada vez que están cerca.
  7. Definitivamente, viaja con tu mamá.

Guía de una Persona Ordinaria

Un par de personas me han comentado que está en sus planes venir a estudiar a Harvard en un futuro no muy lejano. Siento que es mi deber, como mínimo, darles una serie de recomendaciones, producto de la pequeña experiencia que estos casi cinco meses me han dejado. Así que me propongo hacer, por fin y en honor al nombre de este blog, una Guía de una Persona Ordinaria. Es una especie de recopilación de las lecciones que, por las buenas y las malas, he tenido que aprender. Va a ser una guía práctica, que me habría servido de mucho hace unos meses cuando llegué, y que espero que les sirva a los que vengan tras de mí. O, de menos, para que los que no planean venir se entretengan.

La guía tendrá algunos objetivos generales. Los más importantes son: mantener el estilo a toda costa, mantener altos índices de popularidad, aparentar que encajas a la perfección en el mundo académico, sobrevivir un semestre entre alumnos de doctorado y, por supuesto, mantener a flote tus finanzas en un mundo en el que subirte al metro cuesta veinte pesos.
Los consejos se dividirán en varias secciones, en distitnas entradas al blog. No porque mi vida actualmente sea ligeramente aburrida y no tenga nada más de qué escribir, sino porque así es más emocionante. Twick.
También los invito a que me envíen sus preguntas sobre asuntos específicos, no porque me hagan falta temas para escribir, debido a una rutina monótona como asistente de investigación, sino porque así es más dinámico. Twick twick.

sábado, 7 de junio de 2008

Mi graduación

¿Quién hubiera dicho que tendría la suerte de participar en la ceremonia de graduación de Harvard 2008? Y, lo que es más, ¡que pasaría a formar parte de la sociedad de exalumnos de la universidad!
La celebración se llevó a cabo el jueves, en el patio central de Harvard, en medio de una llovizna y un frío desafortunados y sorpresivos, ya que dos días antes estábamos a 30 grados. Mis motivos para asistir a la ceremonia fueron varios. Por un lado, pus nomás de chismosa para ver el tan anunciado chow, pasearme entre gente en togas y gorritos chistosos, y para sentir en carne viva la ñoñez de 3 mil estudiantes concentrada en el aire del jardín. Por el otro, porque la oradora principal era J.K. Rowling, la mismísima escritora de Harry Potter, y ahora sí que me dio curiosidad ver qué nos platicaba. Con todo y que sus libros me gustan mucho, no me esperé un discurso tan bueno. Pero vámonos por partes.
Llegué con Jane y, con toda tranquilidad, nos formamos para entrar. Después de varios minutos de avanzar y ya a pocos metros de la entrada, una srita bastante descortés nos indicó que debíamos apartarnos de la zona. Aparentemente no era la fila para entrar, sino que estábamos siendo partícipes, sin saberlo, del desfile de exalumnos. A juzgar por el estado físico de los hombres y mujeres que nos rodeaban, calculo que nos encontrábamos entre una generación de por ahí de los sesenta, si no es que anterior. Ahora que reflexiono no sé cómo no notamos antes Jane y yo los carteles y banderas que sostenían las personas a nuestro alrededor, y que vistos desde afuera eran muestra clara de que aquello era una procesión organizada. Molestas por la falta de discreción de la señorita, que con su elevado tono de voz y su mano apuntándonos hizo favor de evidenciar nuestro error ante todos los presentes, Jane y yo tuvimos que salir de la fila y buscar otra forma de entrar.
Lo que yo no había calculado era que el evento requería boletos que, extrañamente, no estaban en nuestra posesión. Qué calumnia. Pero el ángel azteca no me deja sola y mi mexicanez estaría ahí para salvarme. Ricardo me llamó en ese momento para darme instrucciones sobre cómo colarnos por un pasadizo secreto. No sólo eso sino que él y Mara ya habían apañado cuatro asientos, cómodos y bien ubicados. Como debe de ser. Así que me senté, tranquila, a ver el desfile del que anteriormente fui parte y a presenciar cómo los otros perdedores con boleto en mano, se peleaban por encontrar lugar.
Desde nuestro palco observamos toda la parafernalia: los pronto-a-ser-graduados vestidos en túnicas y gorritos simpáticos y rodeados de todas sus familias, la banda estudiantil poniendo el ambiente con música de marchas, banderas ondeando y escurriendo a los desdichados que estaban abajo de ellas... Había también ciertos personajes folclóricos, cuyas togas no sé si significaban un estatus especial en la academia, o estaban disfrazados de algún personaje de Harry Potter.
Cuando al fin terminó el eterno desfile, empezaron los discursos. El primero en hablar fue el presidente de la asociación de exalumnos de Harvard. Para este punto yo ya estaba bastante aburrida y las palabras del susodicho me parecían irrelevantes. Pero a medio discurso, Mara hizo un comentario que cambió por completo la situación. Me dijo que ella y yo ese día también dejábamos de ser alumnas de Harvard oficialmente y, según ella, inmediatamente pasamos a ser parte de esta asociación.
¡Válgame Dios! ¡Pero qué descubrimiento! ¿Se dan cuenta de lo que eso implicaba? ¡Implicaba que la fiesta era también mía, yo también me estaba graduando! Tal fue mi emoción que estuve a punto de levantarme de mi lugar y pasar a sentarme con mis colegas, el resto de los graduados. Recapacité sólo porque me habría sentido muy fuera de lugar sin mi capa y mi sombrero. Pero a partir de entonces puse mucha atención porque quería saber todo sobre mi nueva asociación. y sobre los hermosos deseos que todos tenían para nosotros, la nueva generación de graduados de Harvard. Miento. Me perdí algunos detalles de los discursos, pero sólo porque estaba imaginándome a mí misma en unos años, cuando regrese como exalumna y ninguna señorita me pueda sacar de la fila así nomás. Después habló la presidenta, Drew Faust, quien dio una especie de Informe Presidencial sobre lo que hacen con los 35 millones de dólares del endowment, o las ganancias. Es sólo justo que nos rinda cuentas a nosotros, los alumnos, quienes somos alma y motor de la universidad.
Además de la falta del autfit correspondiente, la otra cuestión que amenazaba la autenticidad de mi estatus como graduada de Harvard era mi falta de conocimiento del himno institucional. Pero no se preocupen, soy bien buena en mover la boca, y de vez en cuando el resto del cuerpo, con entusiasmo al ritmo de la música y fingir como que conozco la letra, entonces no creo que nadie se haya dado cuenta. Sólo tal vez Jane, que estaba a mi lado y sí noté que me miraba de reojo, extrañada, y que disimuladamente se alejaba poco a poco de mí.
Finalmente, llegó lo que todos esperábamos, el discurso de J.K. Rowling. Como ya lo dije, me gustó mucho. Me atrevo a decir que es uno de los mejores que he escuchado en este tipo de eventos. Y no lo digo sólo porque haya sido mi graduación. En verdad fue bueno.
Fue una mezcla perfecta entre humor y seriedad, modestia y experiencia. Habló sobre dos cosas, principalmente: el fracaso y la imaginación. Sobre el fracaso dijo que es hay que evitar tenerle miedo, porque no es tan malo: el fracaso nos aleja de todo aquello que no es esencial. Calculó que, probablemente, la mayoría de los graduados jamás lo había enfrentado en realidad, porque lo que uno de ellos considera fracaso, muchas veces es un éxito para otras personas. Pero aclaró que tener la humildad de aceptar que la vida no está bajo el control de nadie y que todos, alguna vez, nos enfrentaremos al fracaso, es una de las cosas más valiosas. "El fracaso es inevitable, a menos de que vivas tan cuidadosamente que, para eso, mejor no hubieras vivido, en cuyo caso, fracasas por default."
También deseó que todos tengamos siempre imaginación. Y no para escribir libros o contar historias (o no sólo para esto). Sino porque la imaginación, según ella, es lo único que nos permite empatizar con otros, aunque no compartamos su experiencia. Podemos evadir esta imaginación, elegir no saber. Pero para ella, "la gente que voluntariamente esquiva la imaginación, acaba por ver más monstruos." La imaginación nos lleva a situarnos en la posición de otros, a entender que el mundo tal cual no está bien diseñado, y nos permite imaginar un mundo mejor.
Cerró diciendo que todos tocamos la vida de otros, simplemente por el hecho de existir. ¿Pero cuánto más somos capaces de tocar? Ser estudiante de Harvard, por ser un privilegio, presenta más responsabilidades al responder a esa pregunta.
Al final, aplausos por doquier. Y en un abrir y cerrar de ojos, Mara y Ricardo me arrancaron mi fantasía de ser graduada de Harvard y me regresaron a la cruda realidad, en la que, por ser una vil mexicana estudiante de licenciatura sin VISA para trabajar, mi misión en ese momento era encontrar un lugar barato para comer.

martes, 3 de junio de 2008

Calidad de Vida

La mera estampa de Jane, que construí durante cuatro meses de conocerla, me fue suficiente para asumir que el señor y la señora Newbold serían dos criaturas dignas de observarse. Mi idea se vio fortalecida cuando Jane me dijo que se llamaban Max y Dave. Por un momento, pensé que tenía dos papás, y se me hizo raro porque el matrimonio homosexual no existía hace 20 años. En tono dudoso le pregunté a mi amiga que cuál era la mamá, y me dijo que Max, cuyo nombre real es Maxime. Tiene sentido.
Contrario a lo que todos pensamos, Dave es bastante normal. Trabaja no entiendo muy bien en qué, pero desde su casa, por teléfono y en la computadora. Me cae muy bien, es rete amable y platicador, y siempre me pregunta sobre México: ya le canté unos narcocorridos y le hice una imitación de los vendedores ambulantes en el metro. Primero intenté traducir la jerga metrista al inglés, pero evidentemente es imposible, así que acabé haciéndolo en español. Luego le expliqué más o menos cómo funcionan los vendedores ambulantes, y el señor no podía creer que mi mamá no llame a la policía para que se lleve a la señora del puesto de carnitas que se planta enfrente de su taquería.
Jane se parece más a Max, aunque ella es como de mi estatura. Bueno, exageré, es más alta, pero no me explico cómo parió a una hija de tan gran tamaño. Max es maestra de matemáticas y ciencia en sexto de primaria en una escuela pública. El otro día la fuimos a recoger y me quedé impactada: ya quisiera yo haber estudiado en un lugar así, mejor equipada que la mayoría de las escuelas privadas que conozco en México. Max dice que está mejor que muchas otras escuelas públicas en Boston porque está en los suburbios, en donde vive más gente con dinero. Pero aún así hay varios alumnos que vienen de Boston, hijos de migrantes y de clases socioeconómicas bajas. Ayer estaba muy contenta porque utilizó monedas para hacer unos experimentos ¡y nadie se robó ninguna! Me platicó que el año pasado tenía "un problemilla de robo" en su salón.
Aparte de sus clases, Max tiene dos pasiones: las caminatas después de cenar, y arreglar el jardín. Todas las tardes se apura a cenar, para acabar antes que todos y correr hacia sus plantas. Yo antes pensaba que lo que hacía era podarlas y cuidarlas, pero hoy vi que no. Sucedió que salí a correr por la mañana y al regresar, me encontré con seis individuos en el jardín de la casa. Dave me explicó que eran los "paisajistas." En mi rancho se llaman jardineros, pues, pero al final sale lo mismo. El caso es que no entiendo bien qué es lo que Max hace con sus plantas pero es feliz paséandose entre ellas, con su sombrero de paja. Luego regresa a la mesa, se para junto a Dave y le dice "ok, I am ready for my walk now," y los dos salen a pasear.
A veces Jane y yo vamos con ellos. Ayer, por ejemplo, me llevaron a un parque increíble. Chéquense lo que es el primer mundo. Hace algunos años, las autoridades de Boston decidieron que las calles ocupaban demasiado espacio, así que decidieron hacer caminos subterráneos. Aprovechando la obra, utilizaron toda la tierra de las excavaciones para cubrir una zona que antes era el basurero de la ciudad. Cubrieron el lugar con toneladas de tierra, sembraron pastito y árboles, y ahora es una colina preciosa, rodeada de árboles, con canchas de soccer y béisbol, pistas de atletismo y ciclismo y con vista al río Charles. Y todo esto está a diez minutos del centro de la ciudad.
Estas son el tipo de cosas que me impactan sobre el nivel de vida Boston: Que un lunes a las 7 de la noche puedas encontrar familias enteras jugando futbol o andando en bicicleta, en una montaña hermosa rodeada de un bosque y un río, a diez minutos del centro de la ciudad, en lo que antes era un tiradero de basura... Claro que nada se compara con Chapul, ni mucho menos con Xochimilco. A mí que me digan lo que quieran, pero no me engañan, porque en el río Charles yo no veo chalupas con nombres de mujer y cancioneros. Y en Boston, para ver a los mamímeros marinos, uno tiene que salir al mar. En cambio allá, en los buenos tiempos, las autoridades mexicanas nos llevaron los manatís a casa: a las mismísimas aguas de los canales de Xochimilco. Eso, señores, es lo que yo llamo calidad de vida.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Nuevos aposentos

Les escribo, queridos usuarios, desde mis nuevos aposentos: un finísimo cuarto-estudio, con baño, sala de estar y cama matrimonial para mí solita. El hermano de Jane no va a estar en verano y su zona de la casa ha pasado a ser mía durante estas semanas. La casa está en las afueras de Boston, en un suburbio que supongo que es igual que todos los demás. Pero está bien lindo, y la casa también, además tienen una gatita hermosa con quien inmediatamente entablé amistad y ahora está echada aquí junto a mí.

Llegar acá fue un poco conflictivo, por ponerlo así. Quedé de venir temprano para ayudarle a Jane a cocinar, pero me fue imposible por diversos sucesos. En realidad, fue por torpezas y distracciones del tipo que tanto se me dan. Primero perdí el tren que había planeado tomar, porque como siempre llegué tarde a donde tenía que llegar. Luego, ya tenía boleto y todo, y el siguiente tren salía media hora después, pero me las ingenié para perderlo también. Lo que ocurrió fue que, ¿por qué no? me subí a un tren que no era el mío. Ya ven, esa alma aventurera que tengo. ¿Para qué averiguar a cuál tren debes de subirte cuando puedes abordar cualquiera y ver a dónde llegas? Supongo que algo así fue la deducción de mi subconciente, que me llevó a sentarme en un andén cualquiera a leer y luego treparme al tren que llegó a la hora que yo calculé que el mío iba a llegar. De menos que me dí cuenta a tiempo, antes de que la máquina arrancara, y me bajé apresuradamente. Pero para entonces, el otro tren ya se había ido, y tuve que esperar, de nuevo, media hora.
Finalmente llegué, cenamos todos juntos, y me dí cuenta de cuánto extrañaba sentarme a comer con una mamá y un papá, aunque no sean los míos, y vivir en una casa real, con libros, muebles, jardín y un gato.

Al día siguiente volví a Child Hall, a recoger mis cosas y despedirme de mis no-amigos. No niego que fue triste dejar atrás mi cuarto de dos metros cuadrados, en el pasillo obscuro y solitario del segundo piso del edificio. No niego que va a ser raro ya no vivir en Cambridge, ya no dormir rodeada de chinos y ya no tener que recorrer dos pasillos semiencuerada cada vez que salgo de bañarme. Lo que menos niego de todo es que va a ser terrible tener que pagar los 13 dólares diarios que cuesta ir y venir de casa de Jane a Harvard (o los 180 que cuesta el pase mensual). Sí, querido Child Hall, te extrañaré.
Peeero, vivir en las afueras tiene sus beneficios. En primer lugar la zona está hermosa, llena de lagos y árboles y flores. Además, el transporte no está mal, porque los trenes tienen dos pisos y mesitas como de avión y van tan lento como si esto fuera el tercer mundo, así que puedo leer sin marearme y subrayar sin que se me vaya chueca la línea.
Y lo mejor creo que van a ser los encuentros casuales con personajes interesantes. Algo tiene South Station, de donde salen los trenes a los suburbios, que atrae a los viejecillos peculiares. La primera vez que fui, me persiguió uno de ellos que me confundió con una Melany y gritaba mi supuesto nombre, persigiuiéndome y diciendo que si tuviera cincuenta años menos me ligaría. Y hoy en la mañana me encontré con un viejito inglés que me pidió instrucciones para llegar a Park Street. Lo curioso fue que venía escuchando rock en sus audífonos, todo rebelde, y no se los quitaba por nada, entonces gritaba todo lo que decía. El señor estaba bien indignado con el diseño de la ciudad porque no podía creer lo complicado que era llegar a una calle. "Sólo quiero llegar a Park Street," gritaba, "and this goddamn city is shit." Lles lles míster, pero baja la voz nomás tantito porque los gringos luego se enojan.

Total que el tren no está tan mal. Jane se transporta en bicicleta, pero debido a experiencias previas sé que no es algo que me convenga. Por mi bienestar físico es mejor que permanezca lo más posible con los dos pies en el piso. De por sí mis rodillas ya están bastante dañadas por aquel ligero percance bajando las escaleras hace unas semanas como para todavía decorarlas más. Sobretodo en esta temporada en la que la falda corta y el chor vienen siendo la moda primaveral y pus uno con sus costras y cicatrices no va a llegar muy lejos en el arte del buen ver.

martes, 27 de mayo de 2008

Nueva etapa

Fíjense que esto de las vacaciones me ha salido más entretenido de lo que pensé. Tengo un galán indio, Dru, que ha decidido que quiere hacer que me guste mucho Boston, entonces se dedica a pasearme por la ciudad y sus alrededores. Por supuesto que me hago del rogar, y no le he dicho que yo me enamoré del lugar desde el día que llegué. Mejor lo dejo que me convenza.
Primero le dije que extrañaba la naturaleza, y me quiso enseñar la de Boston, entonces fuimos a la megapantalla Imax a ver ballenas y delfines en tercera dimensión. Luego le dije que estaba bien padre, pero que eso no era la naturaleza de Boston. ¡Entonces fuimos a ver a las ballenas diadeveras! Te trepas a un barquito y navegas por unas horas, y luego de pronto estás rodeada de ballenas de 4 tipos. Increíblemente hermoso. ¡Me tocó ver a una ballena jorobada con su pequeña cría! Yo estaba encantada, verdaderamente. El otro día fuimos a ver a The Blue Man Group, un espectáculo de arte, música y comedia, bien famoso en estos lugares. Y hasta me llevó a un mall en un pueblo vecino, atascado de ofertas. Lo malo fue que no pude comprar casi nada, porque con esto de que me quedo en verano sin salario, y además los apáticos de Harvard ya no organizan conferencias, se nos viene la crisis encima y hay que ahorrar. No obstante, el próximo fin de semana a lo mejor vamos a pueblear a los alrededores, lo cual puede estar bien divertido.
Dru es adicto a la tecnología, entonces es como un boy scout sofisticado, con una cantidad ridícula de aparatitos para ubicarse en el coche, para medir distancias, para saber cuándo hay minas de oro en la cercanía, etcétera. Aparte es un poco obsesivito con la prevención y el control, entonces sus planes son todos calculados y elaborados. Yo nomás me dejo fluir, como quién diría, y de pronto aparezco en lugares increíbles como en un barquito viendo ballenitas.
Pero ahora, las vacaciones terminaron y mañana empieza una nueva vida para mí. ¡Qué emocionante! Voy a empezar a trabajar y tengo mi primera junta con el profesor para que me explique qué voy a estar haciendo durante las siguientes semanas. En la noche iré a cenar a mi futura casa con mis nuevos anfitriones. Estaré viviendo con mi amiga Jane y sus papás, que amablemente han aceptado alojarme en su hogar, en los suburbios de Boston. Me dan tantitos nervios, porque no sé cómo funcionen las cosas entre las familias gringas. Aunque si los papás de Jane son la mitad de peculiares que su pequeña, me espera un verano bastante interesante. Y, lo que es mejor, voy a tener muchas cosas que contarles.

jueves, 22 de mayo de 2008

Vacacionando

Después de todo, esto de estar de vacaciones no está tan mal. Ayer, mi primer día sin pendientes escolares, fue uno de los mejores desde que llegué. Fue uno de esos días en los que te queda claro que el Karma, de alguna manera, funciona en la vida.
Estaba yo comiendo cuando llegó un compañerito georgiano, todo angustiado, pálido y jalándose los tres pelos que tiene, porque había perdido la versión final de un trabajo, en su computadora. Quería llevarla con los técnicos, pero sólo aceptan a los alumos de la esucuela de artes y ciencias, y él estudia en la de educación. Como yo estaba de ociosa, y lo ví al borde del paro cardiaco, le ofrecí que lleváramos su computadora y dijéramos que era mía. Fue así que recuperó el archivo y estaba tan agradecido que me deseó "que mi día estuviera lleno de felicidad."
Dicho y hecho, de ahí me fui a la biblioteca a pagar una deuda de Mara, porque ella se fue y ora sí que me dejó el changarro. Y que llego con la srita del cajero y que le digo que venía a pagar la deuda de mi amiga y que me dice "No guerita", me dice, "no te preocupes. Ya te la borré." Y que le digo "¿Ansí nomas diagrapa?" Sí, nomás de a gratis me la perdonó. Y digo, eran seis dólares, pon tú que no es tanto. Pero ahí no acabó la felicidad.
Como estoy tan fuerte y soy bien atlética, quedé de ayudarle a Edgar a cargar sus cajas a la bodega. Edgar menospreció mi fuerza bruta y, por si acaso, llamó también a Alejandro. Y entonces mi función en la mudanza se redujo a que, mientras Alejandro cargaba y Edgar empacaba, yo me asomaba a las cajas de objetos abandonados por otros cohabitantes, buscando algo qué rescatar. Y salió bien, porque encontré un par de cosillas y díjeme, "¿Pero de qué o por qué abandonar esta vajilla, tan bonita que está?" Y así, repartí algunos objetos útiles entre la banda.
Después, Alejandro se tuvo que ir a researchear y Edgar y yo, los dos de ociosos, intentamos ir al cine. La última función era a las 10, y ya eran las 10, pero daba igual. Llamamos un taxi, que llegó 15 minutos después, pero daba igual. Llegamos al cine y quisimos entrar a ver cual-que-fuese la película, ¡y resulta que no nos dejaron entrar! La señortita estaba francamente sorprendida de que quisiéramos entrar a las 10:30 a la película de las 10. Y le decíamos "Pero srita, ¡los quince minutos de cortos!" No le importó y no hubo cine.
Como alternativa, fuimos a la biblioteca a sacar una película. Y en las instalaciones silenciosas, entre alumnos arduamente concentrados, nos dio el primer ataque de risa. Sucedía que a Edgar le gruñía la panza bien fuerte y el monito que estaba junto a nosotros buscando películas nomás trataba de hacerse el que no escuchaba los ruidos todos evidentes.
Saliendo de ahí quedaba claro que teníamos que ir a buscar comida, entonces recorrimos la mitad de Cambridge buscando un super abierto 24 horas. En realidad Edgar me llevaba de un lugar a otro jurándome que estaba segurísimo de que el siguiente sí iba a estar abierto. "Por esta que sí abren", me decía el muy canijo.
Total que a la una de la mañana empezamos a ver la película, que estaba bien chafa, la quitamos y nos pusimos a ver videos de you tube. Y ahí, perdimos: acabamos tirados en el piso (literal) de la risa. Me reí como hacía semanas que no me reía.
En resúmen, esto de las vacaciones me gusta. Aunque también me estoy volviendo bien ociosa. Por ejemplo, hoy decidí cocinar comida mexicana (quesadillas) para los vecinos. En agradecimiento, me dieron vinito. Y es de esas veces que es todo absurdo, porque ahora estoy toda enfiestada pero la fiesta acabó hace años y estoy sola en el cuarto, escribiendo en mi blog. Así que, para como veo las cosas, prepárense para que escriba una o dos veces al día, a falta de otras cosas que hacer.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Planes de verano

Al fin terminé. Ayer tuve mi único y por lo tanto último examen. Y pues ya, Dios dirá. Lo bueno es que la asistente del profesor (lo que viene siendo la Teaching Assistant o ti ei por sus siglas en inglés), es venezolana y ya la convencí de la importancia del compatriotismo entre latinos. No se crean amiguis, es broma, aquí esas cosas no pasan.
El caso es que acabé. A diferencia de todos los demás que terminaron, no me sentí contenta. Al contrario, me dio tristeza saber que ya no soy alumna en Harvard. Tan agradable que fue... Pero ahora sí que ya se me cayó el teatrito, con todo y sus conferencias. Además, como ya acabaron clases y exámenes, mis nuevos amiguitos están emigrando a diversas partes del mundo a hacer research (claramente) durante el verano.
Ayer fui con los del piso de abajo a un bar, de despedida, y resultó que irónicamente conocí a un nuevo vecino: un alemán, que mide como tres veces mi estatura (si se acuerdan bien de mí recordarán que esto no es tanto). Ya sabía de su existencia, pero nunca habíamos platicado, y ayer inauguramos oficialmente nuestra amistad. Al igual que yo, tiene 22 años y se siente desubicado entre puros compañeros cercanos a los treinta, arduamente enfocados en su doctorado.
Después del bar, el alemán y yo inistimos en seguir la fiesta. Como ya era tarde (¡las 11 de la noche!) muchos se rindieron, pero logramos convencer a tres valientes, que nos acompañaron al siguiente bar. Pero ellos tres sólo se sentaron mientras el alemán y yo nos emborrachábamos con cerveza. Bueno, yo me emborrachaba, él no porque es alemán y está bien grande. La noche terminó en la sala común de su piso, tomando más cerveza y burlándonos de todos los vecinos. Fue mi nuevo mejor amigo en Harvard, pero fue una amistad fugaz, porque él mañana parte para no volver.
En fin, terminó el semestre. Y decidí que aún no es tiempo de regresar a México. No porque no extrañe, queridos todos, sino porque ya que estoy en esto, más me vale aprovechar el viajecito y ver qué se cocina por estas tierras en verano. Mi plan original, como les platiqué hace unos días, era irme a África. Y ya se me había armado el plan, me llevaban de research assistant (por supuesto) a Sudán, a ayudar a una profesora en una investigación. Pero los rebeldes de Darfur atacaron los cuarteles de la ONG- así que ya no hay proyecto, de momento.
Plan B: quedarme en Harvard. Voy a estar trabajando de research assistant (¿qué otra?) con un profesor, en la Escuela de Salud Pública. Que me acabo de enterar, y les comparto, que no viene siendo lo mismo que la Escuela de Medicina. Ahí estaré este verano, y viviendo en casa de Jane mi amiga que amablemente me ofreció posada. Y esta es la prueba de que Dios provee, porque como mi Visa de estudiante se vence proximamente, paso a ser un turista cualquiera y recibir compensación monetaria por cualquier servicio pasa a ser ilegal. Por tanto, no tener que pagar renta resulta bastante conveniente.
Por ahora, es el plan. Sé que no suena tan divertido, pero lo bueno de que no haya contrato, es que ora si que si no me hallo, pus me voy pa mi rancho.

martes, 20 de mayo de 2008

¡Wow, ya entendí cómo funciona esto de la mercadotecnia! Apenas ofrecí premios, la popularidad del blog aunentó como nunca. Así que ahora lo haré de nuevo, pero con el número 600.



¡PARTICIPA Y GANA EN
AN ORDINARY PERSON'S GUIDE TO!


Hoy celebramos el 600 visitante, ¡y queremos premiarlo!


Como en AN ORDINARY PERSON'S GUIDE TO nos esforzamos por ser cada día mejores, ahora ofecemos premios a más ganadores.
Si tu número de usuario está entre 600 y 608

¡Ya ganaste!


Escribe un correo con tus datos a marce_marce@hotmail.com, que me contenga la frase
"¿Sí de favor me das un premio?"
y prepárate para recibir

¡Tarjetas de presentación de candidatos a doctorado en Harvard!
Diviértete aprendiendo a pronunciar los nombres de los increíbles personajes.
Además, podrás escoger la tarjeta que prefieras.
Son 25 diferentes
¡Intercámbialas y forma tu colección!

jueves, 15 de mayo de 2008

El día de hoy le traigo a la venta

Vaya vaya, qué revuelo ha causado el termo. Recibí 4 mails al respecto, que para mis estándares es mucho. Lo digo porque en mi otro blog llevo todo el semestre incitando a la gente a que participe, y no lo he logrado. Incluso, si mal no recuerdo, ofrecí una playera de Harvard, recién lavadita y todo, a quien tuviera más participación en las discusiones de los temas. ¿Saben cuántos comentarios recibí al respecto? NI UNO. En cambio ahora, ofrezco un termo medio pinchón, la verdad, y resulta que hay controversia.
A todo esto, ya hay un ganador: Armando Josué Ángel. Y no, no estoy haciendo trampa y dividiendo el premio entre tres. Todos son sus nombres. No tengo el gusto, Armando Josué Ángel, pero...
¡¡¡MUCHAS FELICIDADES!!!
Ahora bien, este muchachito ha decidido ceder su premio a Pepe Flores. Yo sé, yo sé, yo tampoco entiendo cómo podría rechazar tan maravillosa oferta. ¡Un termo de Harvard! Pero, ¿qué quieren que les diga? Armando Josué Ángel es muy buen amigo y quiere premiar a Pepe. Así será, pues.
Pero no se preocupen, en An Ordinary Person's Guide To* todos ganan. Tengo varios premios, y todos los lectores tendrán derecho a uno, a escoger. Pero como aquí dicen "First come, first serve." O, más mejor, como dicen en el huacal: "Al que apaña Dios lo acompaña." Así que apúrense a apañar su suvenir.
Perdón si algunos no suenan emocionantes o atractivos. Perdón si otros en realidad no caben en la categoría de premios. Recuerden que vivo de una beca. A esto sumémosle que con la temporada de verano, se terminaron las conferencias con comida gratis, lo cual tuvo un fuerte impacto en mis finanzas. Haré mi mejor esfuerzo.

Si mire buenas tardes señores usuarios el día de hoy les traigo a la venta. Es la colección de los artículos sustraídos, encontrados o de otra manera obtenidos en el campus universitario o en sus alrededores.

Se va a llevar la corona de lentejuelas verdes, objeto arqueológico rescatado de las ruinas del San Patrick's Parade. Le contiene las lentejuelas en las distintas tonalidades de verde. Es el perfecto atsesorio para usted damita que le combina con el resto de su atuendo.

Usted se puede llevar también el portagafetes de Harvard, que le viene con un pliego de papel conteniendo un grabado del nombre de esta su servidora. Es un bonito colgijo, decorativo para su cuello, que le sirve para sustituír los crucifijos que espero que nadie traiga colgados.

Se va a llevar así mismo el otro portagafetes, en colores vino y gris, que le servirá a usted, caballero oficinista, para portar lo que es la CURP o cualquier documento semejante que en la vida ajetreada de hoy en día uno siempre debe de portar consigo.

Sí, en la oferta del día de hoy le traigo también, damita, caballero, la colección de plumas con distintos colores e insignias, de las diferences conferencias, eventos, cordinaciones, instituciones y organizaciones dentro del plantel educativo.

Es así que le ofrecemos, señor, señora, el libro titulado "Creando una vida juntos," dedicado a la tarea de encontrar el amor en una pareja. Este libro le contiene lo que son los consejos amorosos para las parejas especialmente homosexuales pero así mismo también funciona del mismo modo para parejas de los sexos opuestos. Es decir, damita caballero, que si usted busca el amor, este libro, obtenido como donación por parte de un coleccionista anónimo en las calles antiguas del barrio de Cambridge, es justo lo que necesita.

Y para los más aventurados, les manejo lo que son los folderes o papeles membretados con la insignia de Harvard estampada, originial, por si quieren trabajar las falsificaciones de documentos en caso de que esta sea su voluntad o su necesidad según el caso.

No se apene, damita, caballero, levante la mano el que dice 'yo quiero'. No se angustie, tampoco, que el pan alcanza aunque sea poco.

miércoles, 14 de mayo de 2008

¡PARTICIPA Y GANA EN
AN ORDINARY PERSON'S GUIDE TO!

"AN ORDINARY PERSON'S GUIDE TO" reconoce el cariño y la atención de sus lectores. Hace más de un mes inauguramos un contador en este tu portal de internet. Próximamente celebraremos el 500 visitante
¡y queremos premiarlo!
Revisa el reverso de este envase (hasta abajo del blog) para ver si eres el número ganador.


Si eres el número 500
¡ya ganaste!

Envía un correo electrónico con tus datos y con un breve comentario sobre este blog y sobre lo bien que te cae su autora, a la dirección: marce_marce@hotmail.com Y prepárate para recibir, a mi regreso...

¡Un termo de Harvard!
Con la insignia de la Casa de Estudios
Es rojo, tapa blanca, dice "HARVARD RECREATION" y es

Totalmente nuevo

En caso de recibir dos o más correos jactándose de ser el visitante número 500, el ganador se determinará en base al comentario anexo. El comentario ganador será aquél que mejor eleve el buen humor y el ego del jurado.

lunes, 12 de mayo de 2008

Palabra mía

Adivinen qué... ¡Encontré la biblia de Harvard! De esa que el otro día les platicaba. Les comparto algunos fragmentos:

Parad vuestras orejas o afilad vuestros ojos, hermanos lectores, dejad que la sabiduria entre en vuestras vidas y en vuestros corazones. Leed atentamente los versículos siguientes.

"En aquél tiempo, un hombre rico preguntó a un pastor 'How are you doing?' Y el pastor, que hablaba inglés, quiso contarle al hombre rico la historia de su vida, para responder a su pregunta. Pero el hombre rico no deseaba escucharle, le dio la espalda y se alejó caminando. Al día siguiente, un hombre pobre preguntó al mismo pastor 'What's up?' El pastor intentó describir al hombre pobre lo que había ocurrido aquél día. Pero el hombre pobre no deseaba escucharle, le dio la espalda y se alejó caminando. El pastor, confundido, recurrió a su maestro, quien le dijo "Pastor, cuando alguien te pregunte 'how are you doing' o 'what's up', deberás responder posando la misma pregunta. Jamás deberás ofrecer una respuesta, puesto que el hombre se alejará sin escuchar a tus palabras. Lo mejor será que no contestes a sus preguntas. Ese será tu sacrificio."

En aquél tiempo, el maestro dijo a sus apóstoles:
"Hermanos, si el día del juicio final os encontráis confundidos respecto a exactamente qué habéis hecho tanto tiempo en la biblioteca, en vuestra computadora o en vuestra vida en general, no temáis. Decid que habéis hecho research.
Hermanos, si un día os encontráis hambrientos y no sabéis cómo conseguir el vino y el pan, y queréis obtener una beca o un patrocinio, no temáis. Decid que queréis hacer research.
Hermanos, si un día os encontráis sin un techo sobre vuestras cabezas, y queréis pedir posada en los portales de Harvard pero no queréis tener que ordeñar el conocimiento de los profesores en las aulas, ni asistir a sus clases, no temáis. Decid que planeáis hacer research.
Hermanos, jamás deberáis preocuparos por explicar sobre qué versará vuestra research, cómo la llevaráis a cabo ni, mucho menos, cuál es el fin último de vuestro emprendimiento. No temáis. Tened por seguro que nadie jamás os preguntará ni cuestionará vuestros nobles propósitos."

Un arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Cuando llegues tarde a una conferencia, no deberás preocuparte. Cruzarás frente al orador y te sentarás en primera fila. Cuando quieras salir a mitad de la conferencia, saldrás, y nadie pensará que eres descortés."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente, llegó tarde a la conferencia, cruzó frente al orador, se sentó en primera fila. A la mitad de la conferencia quiso salirse y se salió y nadie pensó que era descortés.
La siguiente noche, el mismo arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Si llega el ocaso y no has comido mantequilla de maní y puré de patata, debes comerlos antes de que el Sol se esconda. No deberás sentirte avergonzado de comer mantequilla de maní y puré de patata, pues el Señor los ha puesto ahí para que sus hijos puedan disfrutarlos. Deberás comerlos todos los días o si no Él se enojará, y en tu tierra lloverá una plaga de hoces y martillos."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente comió abundante mantequilla de maní y puré de patata. También comió emparedados con budín y biscochos con jalea de arándano.
La siguiente noche, el mismo arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Las fuerzas del mal están sueltas, y deberás luchar contra ellas. El Señor te ha puesto ahí para que ilumines a las almas que viven en la obscuridad. No deberás temer, que el eje del bien está contigo."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente bombardeó Afganistán.

sábado, 10 de mayo de 2008

Los diez mandamientos

La vida académica en Harvard es toda una religión. Y como cualquier religión, tiene sus normas de conducta claramente establecidas. Aunque no he encontrado el testamento por escrito, estoy segura de que en algún lugar lo tienen guardado. No dudo un segundo que los académicos bien acomodados se reúnen los domingos a adorar al Dios de la investigación en un altar en la biblioteca, y tienen sus rezos y cánticos para orar y pedir por la inteligencia y el buen juicio del mundo. El pastor ha de decir algo así:

"Hermanos, nos encontramos aquí reunidos para celebrar la alabanza y gloria de la templanza y el conocimiento. No temáis a la obscuridad del socialismo. En cambio, reconoced en vosotros la luz de la sabiduría para iluminaros, para mostrar el camino fuera de aquellas tentaciones, para nuestro bien y el del resto del mundo. Esparcid en el sur la vid de vuestro conocimiento, que habéis cosechado en la viña del norte del señor. Citaos los unos a los otros.* Cread bibliografías y notas al pie que sean más vastas que vuestros textos. Inventaros las preguntas que os permitáis luego proveer las respuestas. Aplaudios los unos a los otros, reconoced vuestros aciertos como hermanos."

También, estoy segura, tienen por ahí escritos los diez mandamientos de los académicos en Harvard, que, me imagino yo, han de ser algo así:

  1. Odiarás a Yale sobre todas las cosas*
  2. No entablarás amistad con nadie (en vano)
  3. Santificarás la palabra “research” y la repetirás tantas veces como canten los gallos
  4. Honrarás a Friedman, a Sachs, a Stigliz y a Obama
  5. No dirigirás la palabra a tu prójimo
  6. No fornicarás
  7. No desearás a ningún hombre ni ninguna mujer, y te concentrarás en estudiar, y no levantarás la vista de tus libros para que el deseo mundano no invada tu cuerpo.
  8. No pactarás con Chávez, Castro, Ahmadinejad o Lucifer
  9. No defenderás a los infieles como Osama o Hussein
  10. No cometerás plagio, y en cambio repetirás todo lo que han dicho los otros pero siempre pondrás un pie de nota que indique que lo han dicho los otros.

* Ambas frases en co-autoría con Pepe Flores. (Hay que reconocerlo, porque no quiero que me tachen de infiel que plagia sin citar)

viernes, 9 de mayo de 2008

Lleve lleve su suvenir...

Desde que fue semanasanta (como dirían los pueblerinos), Harvard se ha convertido en una atracción turística. Te trabaja los orígenes varios, pero más que nada los visitantes vienen siendo los asiáticos en sus distintas modalidades (chinos, japoneses y coreanos, principalmente). Como me jacto de ser "totalmente jarvar," me auto-proclamo autorizada para hablar de 'ellos, los turistas', cual si fuesen una especie ajena a mí.
Una de sus actividades favoritas (suya d'ellos de los turistas) es posar para la foto junto a la estatua de John Harvard. Aquí señalo (sin mencionar nombres para no incriminar a Enrique), que uno de mis visitantes procedió a hacer lo propio y se tomó una foto con la esfinge.
La foto generalmente incluye lo que es el sobado de pié de la estatua. El zapato ha sido frotado tantas veces que ya es dorado, a diferencia del resto de la escultura que es de un color que no sé cómo se llama pero no es dorado. Aunque cuentan las malas lenguas que el origen del color del zapato no es el frotamiento constante por parte de los turistas, sino el hecho de que uno de los ritos de iniciación para algunas fraternidades es hacerse de la chis (perdón la naquez) sobre el zapato de John Harvard. Así que, Enrique, espero que después de tu fotito te hayas lavado las manitos.
Como cualquier ente en este mundo subyugado por el capitalismo (ah verdad, que me voy a los llunaiteds y que les regreso marxista, ¿se imaginan?) Harvard decide lucrar al respecto. Así, crea su changarro de los tours por el campus. En una ocasión, 'me subí' en uno de los recorridos, toda naquita y sin pagar. No porque me interesaran esas patrañas de turistas, sino pus nomás ahí de metiche. Y no, sinceramente, no lo recomiendo. Pura ñoñada: que si esta es la biblioteca fulanita, que si aquél edificio es tal por cual. También se sacan las historias, ya saben, anécdotas chafitas que les gustan a los turistas: que si el fundador de Widener se ahogó en el Titanic, que si su espíritu todavía nos ronda, y que si el decano tiene un affaire con el líder del sindicato de trabajadores de los baños.
Para nosotros los locales, estos repentinos visitantes pueden resultar una fuente incesante de divertimientos. Por ejemplo, ayer presencié un evento muy jocoso gracias a una familia de españoles que paseaban por el campus. Les platicaré, pero por favor lean los textos en rojo con acento de españoles, porque eso es lo más chistoso de todo.
Un chavito de unos 8 años venía quejándose amargamente: Que no entiendo por qué hemos venido a este lugar.” La mamá, paciente, contesta “Hemos venido porque es un lugar lindo, mira que lindos son todos los edificios.” El niño insiste “Pero es que tu me has dicho que íbamos a subir a un bote para ver a los ballenatos.” En eso, interviene el papá, que evidentemente ya se había exasperado con las quejas de su hijo. “Mira, agradece que te he traído a que mires esto ahora, porque con lo que me ha dicho tu profesora el mes pasado, es seguro que tú aquí no regresas jamás.” La esposa se le quedó viendo con cara de indignación, seguramente pensando “¿Con qué clase de monstruo me he casado?” No pude evitar reírme en voz alta, y los tres implicados me voltearon a ver, con una mirada que con sobrada razón me preguntaba: “¿Y tú qué coño estás mirando?”
Bola de turistas, novatos. En cambio yo ya les trabajo lo que es la playera, mochila y termo con la insignia universitaria. Lo mejor de todo es que las tres cosas las obtuve gratuitamente. Por ejemplo el termo me lo saqué en una rifa en la clase de spinning. Por cierto, si a alguien le llevo de regalo un termo rojo con tapa blanca y que dice "Harvard Recreation," no es el mismo, ¿okey? El caso es que ahora tengo mis paquete de suvenirs distintivos y me paseo con las tres cosas a la vez por el campus. ¿Qué tan no turista soy?
Okey, okey. Tal vez sí sea UN POQUITO turistoso, sobre todo si le agregamos el factor "cara de turista", que implica mirar los paisajes con la boca abierta, y luego sonreír. Y es que es justo confesar que la nueva estación ha transformado el lugar, llenándolo de flores y árboles de todos los colores. Cambia tan rápido, además, que todos los días me sorprende.
Tal vez también un poco turistsoso es la falta de dominio de las botas impermeables, que quedó demostrada hoy cuando sutilmente volé escaleras abajo. Lo malo de esta caída fue que, a diferencia de otras que he tenido en estos meses de nieve y escalones mojadas, no venía sola. Iba caminando con un nuevo amigo, Ben II, y sus amigos. Si hay algo peor que azotar como una tabla, es tener alguien que se agache a ayudarte, porque lo único que en ese momento quisieras es que tu desliz hubiese pasado desapercibido. Pero no, casualmente Ben lo notó. No sé si fue el ruido de mi cuerpo contra el pavimento lo que llamó su atención, o el hecho de que estábamos platicando y de repente dejó de ver mi cara. El caso es que se dio cuenta de mi 'ligero tropiezo' y como buen gringo, muy propio, se agachó a ayudarme. Yo me hubiera atacado de la risa si alguien más se hubiera caído. De hecho, de todos los presentes, fui la única que se rió. Tal vez mi caída fue tan monumental que dejó de ser chistosa y se convirtió en preocupante para los expectadores.
Sea como fuere, no cabe duda de que tengo que amaestrar el arte de caminar por las calles mojadas para poder seguir llamándome local. Y dejar de ver el paisaje con la boca abierta. Y dejar de creer que es chido portar playera, bolsa y termo de Harvard cada vez que voy al gimnasio. Tal vez más fácil será ya no jactarme de ser local y atenerme a mi permanente estatus de turista desubicada.