martes, 7 de abril de 2009

Academias y tesis

Una de las cosas que se me olvidan es que la vida udlesca es o pretende o debiera ser también vida académica. Entre kermeses con chela e inflables a medio semestre, desfiles de moda diarios, placenterísimos conciertos de reguetón, y demás actividades cotidianas de la Universidad, es fácil perder la ubicación. Si a esto le sumamos que dentro del campus te trabajan su playa, su lago con sus patos, y su salón de videojuegos, resulta casi imposible querer comportarse como académicos. Definitivamente a esto se debe la pereza con la que varios asistimos a clases o la falta de entusiasmo a la hora de participar, hacer tareas o investigar ligeramente más a profundidad el tema que vimos en el salón.

Los profes piden demasiado. ¿Cómo quieren que uno tome notas cuando en la banca de al lado está sentado un pavo real? Me distrae mucho. Encima quieren que leamos diez páginas a la semana, a veces 15, por cada materia. No consideran que en el trayecto del campus a la casa se nos atraviesan en promedio 12 bares de puerta abierta, música deleitable y, en especial, precios accesibles para el estudiantado, y nomás sentimos como que nos jalan las patitas hacia ellos.

Pero eso sí, de repente va uno en octavo (o décimo o doceavo) semestre y tiene uno que escribir una tesis y no sabe uno ni a quién encajarle las uñas de la desesperación. Y entonces maldecimos el momento en el que optamos por el campus de los patos y no el de algún otro animal en el que este trabajito no fuera requerimiento. La reacción instintiva de varios es recurrir a un mecanismo que conocemos bien: el mercado. Ante mi incapacidad, o más posiblemente mi falta de apetencia, para realizar la investigación, utilizaré el dinero de mis padres para contratar a un tercero que, sin duda, lo hará mejor que yo.

Sin embargo no obstante, comprar la tesis quizá no sea tan buena idea. No lo digo por la parte de la deshonestidad y la ilegalidad. Tampoco porque la crisis económica nos traiga apretados del pescuezo. Mucho menos lo sugiero porque podamos dejar de aprender algo que quizá tenga sentido que aprendamos. Estos tres factores son relevantes, pero estamos olvidando el más importante: la rapidez del proceso de compra de la tesis implica que en poco tiempo tenemos en manos un título de licenciado, con nuestro nombre al lado, y entonces sí habrá que buscar un trabajo que nos tomará mucho tiempo. Osea que se nos cayó el teatrito.

No se preocupen, señores usuarios, que como dicen los que saben todo tiene solución. Es cuestión de saberle a la maña para lograr que tras una licenciatura de tranquilidad nuestro enfrentamiento con la tesis se traduzca en más semestres de total relajación. Hay soluciones alternas que permiten continuar usufructuando de los beneficios de ser estudiante sin estudiar más de lo que consideramos justo. La clave está en dos conceptos altamente relacionados: research, y procrastinación.
Tendré que esperar a la próxima entrega para explicarlos porque el editor no me dejó apañarme el espacio del columnista de junto.