miércoles, 27 de febrero de 2008

El Ex Consejero

Desde que supe que Luis Carlos Ugalde y yo compartiríamos nuestra estancia en Harvard, un obscuro sentido de la curiosidad me incitaba a buscarlo. Sin embargo, no lo había hecho, quizá por mera pereza, tal vez también había un poco de aversión. El caso es que el otro día recibí la señal. De una de las 23 listas de mails a las que pertenezco, me notificaron sobre una plática que sería impartida por el Ex Consejero del IFE: "Los Retos de la Democracia en México. La Reforma Política y su Impacto." Qué ironías, me dije, esto es algo que quiero presenciar. Así que asistí a la plática y puedo decir que fue una experiencia interesante.
Para empezar, yo no me acordaba de su cara de él, por lo que al llegar al lugar no lo reconocí. Acá hay una sana costumbre de que cuando dan una plática a la hora de la comida la conferencia te viene con tus alimentos (no es coincidencia que yo todos los días me busco una conferencia a la cual asistir a esta hora.) En este caso por ser un evento mexicano, se veía buenísima. Al ver el guacamolito, pues me emocioné y en mi afán por servirme un plato decente y esmerado no me di yo cuenta de que me estaba codeado, y peor aún, peleando por las piezas de pollo, con nadie más y nadie menos que el señor Ugalde. Cuando lo noté, ya adentro del cuarto de la conferencia, era demasiado tarde como para arrebatarle la última tortilla caliente que hábilmente me había apañado y que le cedí pensando que era un mortal cualquiera. Ni modos.
Si alguien tenía esperanzas de que me hiciera amiga de Ugalde y sacara a la familia de la crisis, o por lo menos consiguiera una buena chambita por ahí, lamento decirle que el señor y yo nos desagradamos mutuamente uno al otro los dos. Desde el principio se me hizo sangroncito, todavía me pregunto por qué diantres le regalé aquella tortilla. Conforme su plática progresaba, me caía más y más mal. Sobre todo cuando inculpó a López Obrador y su "par de seguidores" de lo que él llama el "fracaso de la reforma electoral." ¿Qué tenía que ver el Peje en eso? Nomás anda ahí de metecisaña. Con todo respeto, ¿eso qué?
En fin, el caso es que le pregunté que por qué, en vista de lo poco que confiamos los mexicanos en las instituciones y con el pequeño margen de diferencia en los resultados, no hicieron un recuento. El señor evadió cínicamente mi pregunta y se puso a hablar del equilibrio entre libertad e igualdad. Reitero mi pregunta, con todo respeto, ¿eso qué?
Hubo una cosa que me gustó de la plática (y no fue la comida, porque no me tocó tortilla por la culpa de Ugalde). Pero cuando estaba guardando mis cosas, el moderador de la conferencia, al pasar junto a mí, me dijo rápido y en voz baja, sin que nadie más oyera: "Lástima que no contestó tu pregunta sobre el recuento." Me impresionó mucho su comentario. Por un lado porque no pensé que él también tuviera sus dudas. Y por el otro me dio tristeza ver, una vez más, ejemplos tan claros de lo sucia que es la política. Porque el moderador, durante toda la conferencia y a la hora de las preguntas, estuvo muy calladito y sólo asentía obedientemente...
*1 Quiero aclarar que no estoy diciendo que haya habido fraude electoral. Tampoco estoy diciendo que podemos culpar a Ugalde por las desventuras electorales o postelectorales en México. Sólo digo que Ugalde tiene muchas cosas que explicar sobre su elección y su gestión como consejero presidente. Sobre su renuncia no lo cuestiono, porque la verdad si está bien padre por acá, yo también había renunciado. Y digo, en sus zapatos creo que cualquier lugar sería mejor que la Ciudad de México...
*2 Para más información sobre la conferencia de Ugalde, léase Orraca, M. "Temanejoloquees.blogspot.com"

domingo, 24 de febrero de 2008

Propuesta indecorosa

Tuve mi primer derrapamiento en la nieve. Me deslicé graciosamente y así atravesé unos 15 metros, dejando tras de mi una estela que marcaba el camino a la pérdida de estilo. La dignidad que me quedaba se fue cayendo poco a poco, con mis fallidos intentos de levantarme y la torpeza al recoger mis humildes pertenencias. La experiencia me dejó marcada y ahora parece que tengo problemas motrices cada vez que camino, pero todo sea por no volver a azotar.
Pero bueno, para ya no echar limón en la herida mejor hablaré mal de otras personas a ver si así me siento menos mal. El viernes fui a una feria internacional en donde gente de diferentes países hacía algo relacionado con su cultura. Estuvo un poco decepcionante si la comparo con la otra feria internacional, en la que me hice amiga de los ingleses y me dediqué a tomar vino y robarme redbulls.
De pronto, una voz familiar me sacó de mis pensamientos. Al voltear, ví a un chino cantando con una pasión incalculable, acompañado por dos coristas con coreografía. No lo reconocí hasta que Ilse, mi simpatiquísima vecina alemana, me dijo que a ella también le sonaba conocido. Tras deliberar un rato nos dimos cuenta de que es la voz de nuestro vecino que nos despierta cada mañana cantando en la regadera. Sólo que las dos pensábamos que era mujer.
Después del evento, fuimos a un bar al cumpleaños de un amigo. Platicando con algunos compañeros, estaba yo comentando que entre los estudiantes de posgrado la mayoría tienen novios o novias en sus respectivas tierras natales. Y uno de ellos me dijo que sí, que es una estrategia para así concentrarse en sus estudios. De haber sabido me vengo preparada con un novio mexicano...
Pero ya vi que eso no es problema, porque un francés prontamente me dijo, "Don't worry Marcela, if you want you can be my mistress." Oh vaya, gracias por la oferta, francés, lo tomaré como un cumplido Le dije que sí y nos quedamos de ver a las 4 de la mañana en el 5 piso de la biblioteca. Espero que haya entendido que era broma porque si no... hijos, que luser.
Hablando de lusers, es inevitable regresar a mí misma. Al fin tenía una cita con Sameer y lo dejé plantado. (Que ni era cita, obviamente). Sameer y yo hicimos plan de ir al Museo de Historia Natural porque los dos sentimos que para encajar acá uno tiene que hacer esas cosas. Yo más que sentir eso sentía ganas de ir a cualquier parte con él, pero le seguí la corriente, desde luego. Y pues ya, él organizó un grupo de gente, y a la teta de mí se me olvidó por completo, me fui a unas conferencias y jamás llegué. Cuando lo vi en la noche me dijo "Te extrañamos en el museo." Y también me reclamó que me haya salido de la clase que llevábamos juntos. Me ama, ya sé. Digo, creo que como todos acá tiene novia en su país, pero en el fondo me ama.

jueves, 21 de febrero de 2008

Paranoia gringa

Aunque los estereotipos la mayoría de las veces están muy lejos de la realidad, acá he confirmado que algunos de ellos no son tan exagerados. Esa imagen que tenemos de los estadounidenses aterrorizados por el mundo y completamente paranoicos, tiene mucho de cierto.
Por ejemplo, ayer en la noche quería evitar que entrara una llamada de Nick, mi amigo undergraduate, quien había quedado de hablarme para vernos. Decidí dejar el teléfono descolgado. Y resulta que aquí no puedes hacer eso, porque una grabación toda molesta y a todo volumen te empieza a preguntar que si estás en una emergencia y necesitas ayuda. Si no contestas o marcas un número, te transfieren al 911. En ese punto yo colgué porque me dio miedo que si no contestaba, de pronto iba a llegar la patrulla a mi cuarto.
Y es que aquí eso no sería tan raro. El otro día dormía plácidamente cuando de pronto, a las 4 de la mañana, alguien toca mi puerta. Me emocioné mucho porque estaba segura de que sería Sameer, el canadiense, que venía a saludarme. (No es que tuviera razón para pensar eso, no se asusten ni se emocionen, fue sólo mi intuición felina.) Pero oh decepción cuando ví ante mí a un policía, gordo, calvo y bigotón. Quería informarme que mi llave estaba pegada a la puerta. La dejé a propósito, señor policía, porque ya van dos veces que me quedo encerrada afuera y a la próxima me van a cobrar 25 dólares por abrirme. Pues no, resulta que no puedo dejar mi llave pegada a la puerta porque no vaya a ser que un violador entre a la Universidad, se meta a los dormitorios, suba a mi piso y abra mi puerta. Sí, no vaya a ser, mejor quité la llave, y le dije al poli que de ahora en adelante iba a atrancar la puerta con mi silla cada noche, por si las flais.
En todo caso, creo que sabría defenderme. Acá dan clases de defensa personal tres veces a la semana, y las anuncian por todo el campus, junto con los grupos de apoyo para mujeres violadas. (Cabe señalar que de la gente a la que le he preguntado nadie sabe de ningún caso de violación en Harvard.) Cuando mi moderador me recomendó que tomara las clases, le dije que no se preocupara porque yo en México practiqué lo que es el kitbostin y soy buenísima, así que me siento preparada para lo que venga.
Aunque las precauciones nunca sobran. Hoy lo aprendí de un señor que se sentó junto a mí en una conferencia. Alguien llegó a invitarlo a una plática en Washington y el hombre, sabiamente, contestó que él prefería no ir a Washington ahorita porque, como son tiempos de elecciones, hay grandes concentraciones de gente. “Y las grandes concentraciones de personas, ya sabes… son un buen blanco para, Dios no lo quiera, un ataque terrorista, you know what I mean?” Lles lles, I know what you mean, mister. Mucha razón tiene el señor, para qué exponernos. Saliendo de ahí me fui al super, compré suficiente comida para el resto del semestre, di de baja mis clases e inscribí unos cursos a distancia en la UDLA, me metí a mi cuarto con todo llave y atranqué la puerta, como le prometí al policía la otra noche. No vaya a ser la de malas.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Primer ensayo

Acabo de terminar mi primer ensayo para entregar en el semestre. Fue para una clase que se llama Development, resources and contestation, y que es de mis favoritas. Lo tenía que entregar a las 12 de la noche y lo acabé unos minutos antes, lo cual es muy reprochable porque tuve seis días sin clases y decidí hacerlo hasta hoy. Pero bueno, mi argumento siempre es que trabajo mejor bajo presión.
Y de hecho, me dediqué a buscar esa presión. Los miércoles es el día más ocupado porque tengo mis 4 clases. Salí de la última a las 5:30, y decidí que, en lugar de sentarme a hacer el ensayo que de de por sí ya tendría que estar hecho, lo mejor era meterme a las tiendas de la cuadra. Así que recorrí GAP, American Outfiters, dos farmacias y una tienda de jamones finos, buscando nada y todo a la vez. Luego llegué a mi cuarto y me apeteció cenar. Me preparé una rica y sana ensalada. Decidí cenar sólo eso porque algo, no sé qué, me dice que una dieta no me vendría mal. Tal vez sea el hecho de que mi ropa me ciñe la cintura cada vez con más fuerza. Y en un clima hostil en el que mi bienestar es directamente proporcional al número de capas de ropa que me logre embutir, creo que lo más conveniente sería bajarle al arroz chino.
Pero bueno, finalmente, después de un paquete de chicles (sin azúcar), un té y un café (con leche lais), acabé el ensayo. Estoy un poco nerviosa porque no sé cuáles sean los estándares aquí, cómo califiquen ni nada. Pero pues ora si que Dios dirá.
Lo que sí es que creo que voy a tener que aprender a distribuir mejor mi trabajo y no dejar que se me junte. No vaya a ser que acabe como una niña que me encontré ahorita que bajé al baño, sentada afuera de su cuarto con un bote de helado y una cuchara. Al saludarla, me miró con cara compungida y le dije "Qué pasa?" Me explicó que el viernes tiene examen de química y que lleva toda la tarde mordiéndose las uñas y picándose los granos. Yo me hubiera concentrado nomás en el helado, pero igual es peligroso.

domingo, 17 de febrero de 2008

¿Es a fuerzas?

Aprovechando que mañana no hay clases porque es el President's Day, Mara y yo fuimos a Boston, al Instituto de Arte Contemporáneo.
El edificio es una belleza porque da al mar, y todo ese lado son cristales, entonces estás en la sala de exhibición y puedes ver el mar. Precioso. He de confesar que yo no sabía que Boston era puerto hasta que llegué aquí. Qué nacolina, ¿verdad? En sí todo el eficifio está sofisticado y elegante. Así tenía que ser, es de Arte Contemporáneo.
La verdad no soy muy fan de este tipo de arte, tal vez porque no lo entiendo. Pero aún si ignoramos mi desonocimiento de los movimientos artísticos del momento, me atrevería a decir que, simplemente por el tamañito de las exhibiciones, no vale la pena pagar los malditos 10 dólares que cuesta la entrada para estudiantes.
Antes de llegar, Mara me dijo que averiguáramos bien cómo estaba lo de la entrada, porque en Nueva York los precios de los museos son voluntarios y si no quieres no pagas. Me lo dijo con tal seguridad que le creí. Y mientras Mara se sentó en la cafetería a desayunar, ahí va la teta de Marce a la casilla a preguntarle a la srita por el precio. Cuando me dijo dijo "Ten dollars for students," me pareció insano, y le dije "¿Y a fuerzas lo tengo que pagar?" La monita (y todos los que estaban alrededor) se me quedaron viendo. Hijos, qué oso. La srita, desconcertada, me dijo "Pues... sí." Y hubo murmullos de asentimiento entre los presentes. Le iba a empezar a explicar lo de que en Nueva York es opcional, pero ya me dio demasiada pena y como pude me escabullí de la fila a buscar a Mara y reclamarle. En fin, las exhibiciones no me parecieron la gran maravilla.
Lo que sí recomiendo es la zapatería que está ahí junto. Como siempre me fui directo a la zona de las ofertas, pero que me voy encontrando unos zapatitos de lo más monos con el 50%. ¡Y me compré mis primeros zapatos de tacón! Los que me compré para mi graduación no cuentan porque fue a fuerzas. Pero ahora he decidido que tengo que ser más femenina. Aunque creo que las botas anti-nieve y las 20 capas de sweteres no ayudan ni tantito, por no mencionar la ropa interior térmica que elimina cualquier indicio de sensualidad. Por eso comprarme unos zapatos era lo menos que podía hacer.
Me gustan tanto que los tengo aquí junto para verlos. Y no los pienso meter al clóset porque tengo la sensación de que adornar mi cuarto va a ser su función principal. Si de por sí soy pésima caminando con este tipo de cacles (en mi graduación les rompí el tacón durante la primera hora), ahora sumémosle la nieve... No no, ni loca doy el espectáculo de a gratis. Si de por sí mis numeritos acá ya han sido varios.
Pero no se preocupen, si vieran lo bonitos que se ven encima de mi escritorio...

sábado, 16 de febrero de 2008

Jane Newbold

Si ahorita me pidieran que escogiera a mi persona favorita de las que he conocido aquí, sería Jane. La primera impresión que tuve de ella fue la de la viva imagen del caos. Entró un día al salón cargando cuatro sueteres, arrastrando la bufanda, con el gorro a punto de caerse, deteniendo en una mano seis libros y en la otra, su desayuno. Se paró en frente de mí e, ignorando el hecho de que yo estaba leyendo lo que no había leído para la clase, puso su chamarra en mis piernas, bloqueando el libro de mi vista, y me empezó a hablar. "Qué confiancitas," me dije. Porque además me hablaba como si lleváramos meses de conocernos y nos hubiéramos visto por última vez la noche anterior.
Al parecer, su día había estado terriblemente ocupado: no eran ni las once de la mañana y ella ya había ido a trabajar, a una clase y al laboratorio. No fue hasta después de cinco minutos de plática que se presentó. Es de Boston, es su primer año en la universidad, y estudia una mezcla extrañísima de química, arte y derechos humanos. Tiene diecinueve, se justifica su indecisión ante el futuro. Tal vez precisamente por esto me cae tan bien: todo la emociona muchísimo. Y está completamente abierta a aprender y conocer.
Pero verdaderamente, si un caricaturista quisiera crear el desbarajuste personificado, reinventaría a Jane. Es un desastre con los nombres, a mi amigo Philip insiste en llamarle Edward, su conversación salta repentinamente de tema a tema, y da la sensación todo el tiempo de estar en otro planeta. Pero de alguna manera, no me explico todavía cómo, siempre le salen bien las cosas.
Ayer fuimos juntas a una conferencia en Boston de Thomas Pogge, escritor de uno de los libros que estamos leyendo en la clase de derechos humanos que llevamos juntas. Como ella es de aquí sabía cómo llegar. Desde luego nos perdimos, porque entre su despiste y el mío era lo único que podía pasar. Pasamos el lugar sin darnos cuenta (y eso que era un edificio gigante con un letrero enorme) y seguimos caminando como un kilómetro más hasta que, como si sólo fuera un comentario más en nuestra plática, Jane dijo "Oh, ya nos pasamos." Y sin más se dio la media vuelta y se echó a caminar al otro lado. Pero no me quiero ni imaginar lo que hubiera sido para mí llegar sola a aquél lejano lugar.
Después de la conferencia había una recepción en la que pude platicar con Pogge. Es una de esas cosas impresionantes que sólo me han pasado aquí: estuve quince minutos platicando con uno de los pensadores más influyentes en el área de derechos humanos, sobre posibles temas para mi tesis. Y también fungí como promotora de mi madre patria, porque el señor va a ir a Chiapas la próxima semana y pues le hice su listita de lo que es el paquete turístico de aquél estado.
Pero mejor aún, fueron los víveres que nos proporcionaron en la recepción. Yo estaba hambrienta pues ya era tarde y vaya comilona que he ingerido, desenvolviéndome descaradamente entre mesas con quesos, carnes frías, vinos, salmón, verduras y otros suculentos canapés. Mientras yo hacía un itacatito para compartir con mi amiga en el camino, ella se dedicó a entablar amistad con una alemana como de setenta años, que nunca entendimos por qué estaba ahí. (Jane se dedica a preguntarle a la gente que qué hace y a pedir mails, para que si algún día necesita consejos sobre algo, tenga a quién recurrir). Total que esta señora acabó llamándonos sus nietas postizas, "so lovely girls," y nos prometió que nos va a llevar a conciertos de músca clásica. Se siente muy sola.
Para entonces ya se habían ido todos los demás invitados, lo cual resultó muy conveniente porque los meseros nos dieron unas cajitas para llevarnos lo que sobraba de la comida. Y bueno, qué les puedo yo decir, ahora tengo provisiones como para tres semanas. Lo de oso fue transportarlo en el camión y luego cruzar la universidad cargando semejante cantidad de víveres y dejando tras de mí un camino de pedazos de jamón y zanahoria que jamás logré mantener en la caja.
Ahora que lo pienso, cualquier persona que me vea en esa o muchas otras actuaciones que he interpretado por aquí tendría de mí más o menos la misma imagen que yo tuve de Jane. Tal vez por eso somos amigas.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Widener

Como hoy no hubo ninguna gran aventura en mi vida, aprovecharé para describirles un poco cómo está la cosa por acá.
Primero lo primero: Dudley. Así se llama el lugar que diariamente me provee de alimentos. El paquete de mi beca me viene con un plan de alimentos, que le llaman, y consiste en una comida gratis al día. Por supuesto que aplico la cena, que me maneja lo que es el bufet así que me medio mato de hambre todo el día para atascarme por la noche. La comida no está mal, a veces hacen cosas ricas, pero me imagino que estar acá más de un año ha de ser terrible. Si yo ya me empiezo a cansar de los mismos sabores... y como ustedes saben no es fácil que yo me canse de la comida.
Pero sigo yendo no sólo porque sea gratis, sino porque es el lugar de socialización. Es el único momento en el que puedo platicar con los de posgrado, mis vecinos y así, porque después se encierran en sus cuartos y ya valió. Ahí acoso a mi canadiense favorito (que por cierto ya descubrí, por la lista de la clase, que se llama Sameer, no Samy, que oso que pasé dos semanas cambiándole el nombre.) Antes me sentaba sola y cabizbaja, pero ahora tengo amigos. O por lo menos gente con la que llego y me siento, con o sin su invitación, y les hago la plática aunque tengan en la mano un libro abierto y me miren con cara de desinterés o, incluso, de deseos de silenciarme.
Luego de la comilona viene, por supuesto, la contraparte. Hemenway es el gimnasio que queda más cerca de los dormitorios. Está tan sofisticado y elegante que no entiendo cómo hay tantos gordos por acá. Cada máquina tiene su propia televisión que te contiene lo que son 98 canales distintos. Y las regaderas te vienen con champú y jabón gratis. Es curioso que hasta en las clases de spinning los harvarianos denotan su harvarianez: se saben las reglas de memoria y las van diciendo al mismo tiempo que el profesor.

Y ahora sí, lo mejor de lo mejor. Widener. Es la más grande de las 12 bibliotecas de Harvard. Es gigante, de verdad. 5 pisos enormes son la parte principal, y luego está la parte subterránea y hay túneles y pasadizos secretos que te conectan a sótanos ocultos y, creo, algunos llegan hasta las otras bibliotecas. Todavía no logro explorar todos. Pero hoy tuve un seminario de investigación en Widener y me enteré de que tiene archivos clasificados del gobierno, zonas de acceso restringido, y unas cintas con fotografías de los periódicos de varios países durante los útlimos 100 años. De México hay varios, Excélsior, Universal, Reforma... Por alguna oscura razón no vi La Jornada. Algunos amiguitos míos estarían muy tristes. Pero la cantidad de información es verdaderamente impresionante.
Me emociona mucho estar acá y saber que tengo a mi alcance todo lo que me puedo imaginar de información sobre casi todo lo que me pueda imaginar. Para este seminario tengo que hacer un ensayo de investigación sobre algún tema que tenga que ver con sociedad internacional. Entonces básicamente puedo escoger el tema que más me guste y tener al alcance todos los recursos que se me ocurran para investigar. ¡Qué increíble!
Y bueno, esos son tres de los lugares claves que merecen ser imaginados. Otro día platicaré sobre mi piso porque hoy me di cuenta de que nunca he escrito sobre mis vecinos. Y vaya que hay tela de dónde cortar.

lunes, 11 de febrero de 2008

Caldiroun

Es irónico que, después de apenas tres semanas de vivir fuera de México, conocí a mi presidente. Pips, como ahora ya en confianza lo llamo, vino a dar una plática a la Escuela de Gobierno Kennedy, en donde estudiaron él y el mismísimo secretario general de la ONU, Ban Ki para los cuates, entre otras destacadas personalidades.
El evento era VIP, no cualquier gentuza entraba. Había un sistema de loteria para rifar los boletos. Lamentablemente no gané ninguno. Había otros boletos para gente importante, y como aquí todavía no conocen a fondo mi enorme importancia, tampoco me tocó. Peeeero, mi buena suerte nunca me abandona, y el sábado conocí a un Kazajstaní (o no se cuál sea el gentilicio de Kazajstán, ni cómo se escriba) que amablemente me regaló su boleto. Fui la envidia de muchos mexicanos, y uno hasta me ofreció comprarme el boleto. Pero no se lo vendí porque quería hacerle una pregunta muy importante a Calderón. Y porque sólo me ofrecía 10 dólares. Digo, es el presidente, hay que cotizarlo un poco.
El caso es que me tocó. En el camino al auditorio ví los vehículos del gobierno mexicano: 11 camionetas negras gigantescas alineadas para apantallar. Los peatones con miradas atónitas, como observando la imponente armada de un país imperialista. ¿Quién diría?
Ya cuando iba más cerca escuché los gritos de las protestas. Mientras le pedía a una gringuita que me apartara mi lugar en la fila, me acerqué a ver de qué se trataba la algarabía. Resulta que había una mezcla de varias causas manifestándose ante Caldiroun, que le llaman.
Uno de los concurrentes, por ejemplo, protestaba por la guerra en Irak. Le pregunté, nomás por curiosidad, que por qué le reclamaba eso al presidente de México y me dijo que porque él la apoyaba.
-¿Apoco, lo ha dicho abiertamente?
-Bueno, no, pero su partido en general la apoya.
-¿El PAN? ¿Pero Fox no votó en contra de la guerra en el Consejo de Seguirdad?
-No me acuerdo
-Votó en contra.
-Ah, ya veo. Bueno, es un siervo del imperio.
-Ah bueno, está bien.
Otro viandante me contestó: "Estoy en contra de la migración." Yo dije chin, mejor me alejo. Cuando me vio asustada me aclaró "La migración ilegal. Y estoy en contra del TLCAN, también. No hace bien a nadie. Y en contra de Caldiroun. Sí, más bien estoy en contra de todo."
Ya no pude indagar entre los demás porque tenía que meterme al auditorio. Cuando llegó Calderón le aplaudieron, pero no tanto como el jueves a Ségoléne, la verdad. Un señor que quién sabe quién era gritó "Viva México, viva Calderón" y un par de feligreses contestaron "Viva," pero su iniciativa no tuvo éxito.
Calderón habló sobre su gobierno, los logros y retos que le esperan. Lleno de cifras positivas y prometedoras, la política social y económica de su gobierno, etcétera etcétera etcétera. Y al fin, el tiempo para las preguntas.
La verdad, pensé que se iba a poner mejor la cosa. Y todos lo pensaron porque el moderador antes de empezar pidió respeto y señaló a los enormes guardias de seguridad como amenaza a los que no se comportaran. Pero aún así me esperaba mejores preguntas, pensé que la gente iba a hablar sobre lo que él no había mencionado: Atenco, la APPO, hasta de las elecciones pensé que iba a haber preguntas. Pero nada. A mí se me hace que su lotería no fue tan al azar y más bien escogieron a los bien portaditos para darles boletos. O tal vez sólo los bien portaditos estudian en la KSG...
En fin, yo estaba emocionadísima con mi pregunta. Le iba pedir su versión sobre los hechos de Ernestsina Asunción, de Zongolica. (Como algunos saben este tema ha sido motivo de trauma para mí). Pero una vez más, cerraron las preguntas antes de que fuera mi turno. De nuevo, se me hace que algunos feligreses tenían acceso preferencial al mircófono, porque por más que insistimos en que nos dejaran hacer más preguntas, no hubo forma.
Mi decepción en verdad fue enorme y salí del auditorio cabizbaja y con ganas de llorar. En verdad era muy importante para mí preguntarle eso a Calderón, y esto lo digo sin sarcasmo ni exageraciones.
Para compensar un poco mi tristeza, me fui a enredar entre los protestantes a ver qué nueces se cocían por ahí. Conocí a algunos mucho más interesantes que los dos forevers del principio, entre ellos unos indios que estudian acá también y que protestaban por las violaciones a los derechos humanos del gobierno actual. Con ellos me fui a cenar al comedor estudiantil a platicar sobre cómo en nuestros países tercermundistas comemos esquites con limón.

Tiranosaurio

Hoy, camino a mi clase de la mañana, tuve un encuentro desafortunado con las inclemencias climáticas en Cambridge. Todo el día hizo un frío de los mil demonios, ha sido el día más frío desde que llegué. Y yo salí campante del gimnasio, a las 8 y media, recién bañadita y segura de que el ventarrón iba a secarme el pelo en unos minutos. Oh gran error.
A medio camino empecé a sentir un ardor desmesurado en las orejas. Al cubrirlas con mis guantes, las noté crujientitas: el agua que había escurrido de mi cabeza se congeló. Pero eso no era todo: el pelo en sí mismo estaba congelado. Vaya susto que me llevé, pensé que los mechones se me iban a caer sobre la banqueta como pedazos de iceberg que se derrite. Y lo que más me asustó fue la idea de perder también las orejas.
Me tuve que meter a una tienda a comprarme un café y buscar la manera de descongelar mi pelo antes de perderlo. Y valga decir que parecía yo tiranosaurio con esos picos que se me formaron en la cabeza. Al cajero le pareció muy simpático hacerme el comentario de "Tough weather, huh?" No me dio ni tantita risa, pero no lo culpo, algo tenía que decirse al respecto.
En fin, no perdí el pelo ni ninguna de las orejas. Fiuf. Pero no vuelvo a salir sin gorrito.

domingo, 10 de febrero de 2008

Undergraduates

Después de dos semanas, por fin encontré la fiesta. Ayer tenía 5 opciones de fiestas para asistir... Lo malo es que no tenía con quién ir a ninguna. Mara tenía trabajo, los ingleses tenían un cumpleaños de su compatriota, los mexicanos querían jugar dominó y los chinos de mi piso estaban celebrando su año nuevo en una cena. Cené con ellos, por supuesto, pero cuando decidieron jugar juegos de mesa chinos díjeme "Marce, es momento de que partas."
Al llegar a la fiesta no pude evitar sonreir ante las primeras imágenes que veo desde que llegué aquí de una fiesta verdadera: gente bailando, latas vacías de cerveza, parejas besándose... ya saben, las cosas que uno ve normalmente en las fiestas. Muy pronto me di cuenta de por qué: eran puros undergraduates.
No sé si ya lo dije antes pero por alguna razón que no acabo de entender, Mara y yo estamos en los dormitorios de graduates, osease maestrías y doctorados, cuando en realidad somos tan solo unas polluelas undergraduates, osease licenciatura. Además las clases que tomamos tienen que ser a nivel posgrado y de todos los alumnos de visita sólo Mara y yo somos de licenciatura. Esto ha hecho que viva rodeada de gente más grande que yo (todos tienen entre 25 y 30) y que ya pasaron esa etapa de la fiestosidad. Aunque esto tiene su encanto, llega un punto en el que uno extraña que sus compañeros hablen sobre algo fuera del salón de clases.
Pero ayer me encontré con la temprana juventud: muchachitos de entre 18 y 21 años. (Si, yo era la más grande, pero creo que acá no hay un término medio y me inventé que tenía 21). Aunque usualmente la fiesta no me hubiera causado ninguna emoción, ayer me hizo muy feliz ver a gente normal.
Al principio no sabía ni dónde pararme y me dediqué a dar vueltas disimuladamente por la fiesta, intentando fingir que estaba yendo a algún lado o hacia alguien para no evidenciar mi perdedora soledad. Una chica notó mi estado patético y creo que le dí lástima, porque llegó muy amable a presentarse. Me quedé un ratito platicando con ella y luego decidí ir por algo de tomar.
En esas estaba cuando llegó un mozalbete, de muy buen ver, a hacerme la plática, como quien dice. Resulta que este joven, llamado Nick, se acordaba de mí por la junta de la revista. Me la pasé muy bien con él y mi felicidad continuaba aumentando hasta que la pobre se extinguió de golpe cuando pusieron regguetón. Decidí irme y Nick amablemente se ofreció a acompañarme a mi casa.
Su dormitorio quedaba de paso y me dijo que si quería conocer a sus roomies. Emocionada de entrar a un lugar en donde viven 4 hombres normales, y no 15 chinos que estudian física cuántica como en el mío, acepté. Mi imagen de los undergraduate como adolescentes normales, que fiestean y se emborrachan, se desvaneció cuando al entrar vi a dos de sus roomies jugando ajedrez y el otro jugando Sim City en la computadora, con música clásica de fondo y en un cuarto más ordenado que el mío.
Pero de todas formas, los undergraduates son mucho más sociales y amistosos que los graduates. Y pues por lo mientras, tengo una cita para comer mañana con Nick. A ver qué tal resulta esto del asaltamiento de cunas....

Ségo

¿Quién hubiera pensado que los gringos la recibirían con tanta algarabía? El auditorio atascado, gente sentada en el piso y aplausos por doquier. . Habló sobre la izquierda, claramente, dijo lo que todos esperábamos oír pero que nos encantó escuchar. Habló en inglés la mitad del tiempo y luego en francés. Quería hacerle una pregunta pero se acabó el tiempo antes de que fuera mi turno. Un montón de gente se acercó a ella al final, posaba para las fotografías, sonreía. De pronto, voltea hacia donde yo estaba. Camina y dice "Hello, how are you doing?" Pensé que le hablaba a alguien más, hasta que alargó su mano para dármela. Ségolene Royal me estaba saludando a mí.
Me costó un rato salir de mi asombro pero cuando lo hice, le dije "Madame Royal, Hugo Chávez... oui ou non?" Para mi sorpresa y la de todos alrededor, me miró con una sonrisa picaresca y me dijo "Oui." Me reí encantada mientras ella se volteaba a saludar a alguien más, y otra persona le preguntó "Obama or Clinton?" Contestó que Obama. Pero su "oui" se quedó con nosotros, claro, sorprendente y revelador.
Es innegable lo carismática que es. Cuando hablaba en francés la mitad del auditorio no le entendíamos, pero igual todos se reían de sus chistes. Lo único que no me gustó fue que cuando un puertoriqueño le preguntó su opinión sobre la independencia de Puerto Rico, ella se puso nerviosa y contestó que tenía que checar la postura del partido al respecto para poder responder.
Pero mi encuentro con Ségo no fue la única aventura de este jueves: fue un día lleno de sorpresas. Fue el día en el que me quedó claro la cantidad de recursos que tengo a mi alcance. No tengo clases los jueves lo cual me permitió explayarme en mis actividades extracurriculares. Cabe destacar que cada vez que salgo de mi cuarto llevo conmigo mi agenda y me voy deteniendo en cada poster, pared o corcho a apuntar los eventos de la semana. La oferta es variadísima y muchas veces uno tiene que decidir entre dos o tres conferencias al mismo tiempo. Afortunadamente el jueves todas se me acomodaron.
Primero a las 12 fui a una mesa redonda titulada "Brasil: violencia urbana y derechos humanos." La plática estuvo muy interesante y lo mejor fue que al final me acerqué a hablar con uno de los participantes, un activista de derechos humanos, y le platiqué que quiero hacer una investigación sobre el tema. Tan simpático el muchacho que me dijo que él me puede ayudar y guiarme en la investigación y para empezar me va a mandar un reporte que acaba de terminar sobre los derechos humanos en Paraguay. Muy productivo me resultó el evento.
El problema fue que llegué apurada porque iba tarde, entonces no me detuve a servirme comida (el paquete de la conferencia te venía con comida gratis, que de haber sabido me llevaba un topercito para llenarlo). Tenía un hambre voraz pero me parecía impropio cruzar toda la sala para salir por provisiones. Al final las ansias no aguantaron y tuve que salir, golpeando a mi paso a algunos samaritanos que me miraron con rencor. A mi regreso entré cabizbaja y decidí quedarme en la puerta para no volver a interrumpirlos y por si se me ofrecía un refill de mi plato, cosa que no ocurrió porque la comida estaba medio asquerocita.
Después a las 3 fui a una conferencia llamada "Palestina contra los Palestinos." Ahí sí ni para qué miento Entre que llegué tarde, el tema era complejo, el monito hablaba con un acento indescifrable y la señora de junto a mí estaba comiendo ruidosamente una bolsa de papas, yo no entendí nada. Y mejor así, porque me salí temprano para llegar a tiempo a la de las 4, una conferencia increíble sobre Microfinanciamiento.
El chiste de esta conferencia no era tanto el tema (que de por sí me parece muy interesante) sino los organizadores. No lo digo porque fueran un grupo de apuestos muchachos, todos ellos gringos ricos y poderosos, sino porque tienen una asociación llamada Harvard Project of Sustainable Development, que se dedica a desarrollar proyectos de ayuda a comunidades en Nicaragua. En otra entrada del blog les platicaré más sobre mi involucramiento en dicha asociación. No me pude quedar al convivio que después tenían organizado, o lo que es la pecsi con picsa, por que me tuve que ir a ver a Ségoléne.
En fin, puedo decir que el jueves fue un día variado y productivo en el que me quedó más claro que nunca que éste es el lugar para una ñoña como yo.

jueves, 7 de febrero de 2008

Stephen

En medio de este mar de finísimas, estudiosísimas, cultísimas e inaccesibles personas, al fin econtré a alguien (casi) tan teto como yo. Se llama Stephen y vive en mi piso. Imagínenselo: es gringo, muy alto y muy flaco, güero, y tan teto como se puede ser en este mundo. Por esta sencilla razón me cae perfecto y se convierte en la pareja perfecta para hacer todas las cosas que nadie hace por acá.
Por ejemplo, ir a patinar en hielo. La pista está justo afuera de los dormitorios y es poco frecuentada por los alumnos de posgrado, ya que lo consideran una actividad completamente dispensable entre tantas obligaciones. No obstante, a Stephen y a mí nos emocionó mucho. Él ya lleva acá más tiempo pero casi nunca encuentra gente con quién compartir esos momentos fugaces de dicha infantil. Aunque le dije lo contrario, Stephen consideró que tenía las bases del arte del patinaje artístico bajo control, y decidió intentar cosas más aventuradas, como patinar para atrás. Por supuesto se cayó y entre su caída y mis intentos de ayudarlo a levantarse dimos el espectáculo de la semana a todos los que pasaban por ahí en ese momento.
La gozamos tanto que al día siguiente no me pude negar a su invitación de acompañarlo a una clase de swing. El pobre es fans de este baile y era feliz de al fin tener alguien que bailara con él y ya no tener que practicar los pasos solo frente al espejo. Qué decepción se ha de haber llevado cuando vio mi triste desempeño en la pista. Pero contra todas mis expectativas dados mis antecedentes en las pistas (de todo tipo) el swing me resultó más fácil que cualquiera de los otros bailes que he intentado, y puedo decir que aprendí unos tres pasitos con los que fácilmente podría impresionar a un novato.
Nuestro siguiente plan es ir a los museos. Sólo en esta cuadra hay tres, así que ya tenemos todo el domingo ocupado.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Harvard Political Review

Harvard Political Review es una revista publicada enteramente por alumnos de la Escuela de Gobierno Kennedy. Mi adición a ella fue una de las cosas que me dejó el ocio en la feria de asociaciones de ayer. Antes de empezar quiero admitir que me impresionó el profesionalismo y alto nivel de contenido de la publicación, y me sedujo la idea de publicar un articulillo por ahí.
Hoy era la primera junta del semestre y el objetivo era escoger el tema de portada. Había como diez propuestas, todas ellas muy interesantes, que estuvimos discutiendo durante un buen rato. Luego votamos, y los temas finalistas fueron tres: "Space Politics," "Petropolítics" y "Who will lead the free world?" Este último proponía centrar la revista en un análisis de los actores protagónicos en el escenario actual y el rol que jugarán una vez que termine la 'era de Bush.'
De los tres, "Petropolitics" me parecía el más interesante porque así podía escribir un artículo sobre Chávez y los petrodólares o algo por el estilo. "Space Politics" no estaba mal aunque no tengo idea de qué hubiera podido escribir al respecto.
Pero definitivamente cualquier cosa mejor que "Who will lead the free world." Que el tema central de una revista sea ese me parece no solamente egocéntrico, sino además superficial, pues parte de suposiciones previas, y poco analítico pues tiene como base una actitud de superioridad moral. Está por demás decir que todos los actores mencionados como líderes del "free world" eran gringos neoliberales: compañias, ONG's, empresas cibernéticas, políticos, activistas, incluso se proponía escribir sobre Bono y Madonna.
Cuando expresé mi oposición a adoptar aquél tema, fui recibida con abucheos y poco les faltó a los compañeros para lanzarme bolas de papel. Solamente un paquistaní estuvo de acuerdo conmigo: "Lles, lles, the mesican girl is right." Bueno, para ser justa admito que hubo otros dos gringos que estuvieron de acuerdo conmigo. Pero al final la enorme mayoría votó por ese tema. Al diablo con ellos. Grado Cero*: soy toda tuya.
*Grado Cero es una revista publicada enteramente por alumnos de la Universidad de las Américas Puebla de la cual orgullosamente fui parte durante el semestre pasado, en mi casa de estudios favorita.

martes, 5 de febrero de 2008

Super Tuesday

¡Por fin! El tan ansiado día llegó. ¡Super Tuesday! Casi se me olvida pero me lo recordaron en la mañana en el gimnasio cuando en los 5 canales de noticias estaban hablando de eso. Acá todos lo esperábamos con anhelo. De hecho, había una fiesta para recibirlo: Super Tuesday Watch Party. No de digan a nadie, pero en la fiesta daban pizza gratis. Y además, proyectaron las noticias en una pantalla gigante para que todos viéramos cómo iban los resultados. Dios de mi vida, no quepo en mí de la emoción. Sé que me envidian, y no los culpo.
Para aumentar su envidia, les cuento que antes de convertirse en fiesta, el evento era una especie de feria de asociaciones estudiantiles. Me suscribí, como es mi costumbre, a todas ellas. Por supuesto que no voy a ir a las juntas de todas, me queda muy claro. Pero me dio lástima decirles que no, sobretodo después de comerme los dulces con los que pensaban atraer a otros estudiantes. Y en su momento algunas sí me emocionaron, aunque ahora no entiendo qué atractivo percibí en suscribirme a una asociación llamada "Me and my body."
Y para rematar el día, una junta que Ben convocó para que nos conociéramos todos los del piso. La dinámica consistía en que cada uno se presentaba y luego decía lo más divertido que ha hecho en Harvard recientemente. La situación queda resumida con la participación de un vecinito que sostuvo que su actividad más divertida hasta ahora ha sido esta junta. Y eso que ni siquiera comió del helado que Ben llevó para todos. Vecinito, necesitas una vida.

Hombre rico y poderoso

Me estoy empezando a preocupar. Desde antes de venir para acá dejé en claro que mi principal objetivo era conocer a un gringo rico y poderoso. Y cuál no sería mi sorpresa cuando me encuentro rodeada de puros a) orientales o b) becados. No he conocido a ningún gringo que no esté becado. Tal vez sea porque estoy en dormitorios de posgrado y tomando clases de posgrado (por alguna razón así lo decidieron los que me mandaron acá). Y el gobienro beca a todos los estudiantes de doctorado. Así que tendré que irme de asaltacunas a buscar a los undergraduates, para ver si así....
Por mientras, me he entretenido con otros asuntos. Asuntos relevantes como por ejemplo, Samy. Samy es un muchachito, estudiante de doctorado en algo de leyes, aunque no he entendido bien qué. Ya lo había mencionado en este medio, me parece. Es canadiense, pero de ascendencia turca o egipicia, no me acuerdo, y me lo presentaron unos mexicanos muy simpáticos que conocí en el comedor.
Bueno, pues me gusta el joven. Y hoy a medio dia lo vi en el comedor. Los dos salimos al mismo tiempo para dirigirnos a nuestra clase de 1, que resultó ser la misma. ¡Vaya, pero qué encantadora sorpresa! De verdad que es una coincidencia enorme, hay tantas opciones de clases que rara vez se ve eso. Además, íbamos vestidos iguales: con pantalón vaquero (lo que es el jean) y sweter a rayas negras y grises (gracias, prima Sofi, porque tu regalo navideño me ha llevado a esto).
Yo digo que tantas coincidencias no pueden ser casualidades.

domingo, 3 de febrero de 2008

Una vil obeja cualquiera

Ayer dormí tranquila pensando que ahí estaban las fiestas de Harvard, listas para mí. Hoy fue diferente. Después de hacer una lista de los libros, artículos y ensayos que tengo que leer durante las próximas dos semanas, mi perspectiva cambió. Creo que no estoy hecha para pertenecer al reducido club de ovejas negras renegadas que se rehúsan a malgastar su juventud frente a un libro, y tendré que estar entre la masa gris de estudiantes que llenan las 8 bibliotecas todos los viernes y sábados hasta las 2 de la mañana. ¿A quién engaño con este burdo antifaz de rebeldía? Todos sabemos que caeré en la tentación de hacer tarea y no reprobar las materias.

Festival Gastronómico

Por azhares del destino, (o acoso a mis vecinos), ayer sábado llegué a una Fiesta Internacional organizada por la Escuela de Derecho. Estuvo buenísima porque era como demostración gastronómica (y de vinos y cerveza) de todas las nacionalidades. Fui con mis nuevos amigos inglesitos, que no estoy muy segura de si ellos me llamarían amiga, o "freaky mexican stalker," debido al comportamiento que he presentado ante ellos. Por ejemplo, ayer como perdí el mail de los mexicanos y no los pude contactar, no tenía plan, y se me hizo fácil ir al tercer piso de mi edificio a buscar puerta por puerta al inglés del cual sólo sabia el nombre y que vivía en el mismo edificio que yo. Dios gracias lo encontré y me dijo muy amable de la fiesta (los ingleses siempre son amables, por eso mi atrevimiento, sabía que aunque no quisiera me iba a llevar ni me iba a cuestionar mi "oplenly harrassing behavior.") Pero finalmente estuvo divertidísimo. Conocí a varios mexicanos que estaban en el puesto repartiendo sopes, flautas y cervezas. Están raros, son buena onda pero sí se siente un ambiente como... no sé... de élite. Todos estudiaron en el ITAM, y están becados por el gobierno mexicano, y... ¿cómo decirlo? Destilan poder, vaya. Aprendí que el Red Bull es de Austria, y el inglés y yo nos dedicamos a hurtar latas de aquél líquido y sacarlas clandestinamente del lugar. Bueno, más bien fui yo. Pero no sirvió de mucho porque entre el vino, la cerveza y el retbul, todo mezclado, pues digamos que al salir sin querer abandoné mis provisiones.
De ahí me fui con un argentino muy guapo a su casa porque sus roomies tenían una fiesta. ¡Sí existen las fiestas en Cambridge! Digo, no fue fiestosidad animal, y a la 1 y media ya todos se habían ido, pero no me puedo quejar. Lo malo es que se me olvidó avisarle al inglés de la fiesta y hoy me lo encontré y me dijo que había regresado a buscarme para que fuera con ellos a algún lado. Chin. Pero no importa, seguro iban a tomar té o algo. Y yo ya puedo dormir tranquila sabiendo que acá también vive gente normal que va a fiestas los sábados en la noche.

viernes, 1 de febrero de 2008

Fracaso fiestoso

Y sí. Se comprueba la reputación. Acá todos son unos ñoños. Y para que yo diga eso, está cañón. Hoy nos bienvinieron a los estudiantes de intercambio con quesos y vino. Tomé tres copas y fue suficiente para que se me subiera, obviamente. Conocí a un chorro de gente y me dije: "bien, saldré de fiesta hoy."
Primero fui a cenar al comedor de aquí con varios extranjeros y Mara, la chica que vino también de México en el mismo intercambio que yo. Luego nos fuimos con un mexicano a un bar, y pues tomé una cervezota. Después, ya enfiestada, yo quería hacer algo pero Mara y Alejandro, el mexicano, querían dormir. Y me pasó lo que nunca: yo convenciendo a los demás de que fuéramos a alguna fiesta, o bar, o lo que fuera. De verdad no me quería ir a dormir. Por más que insistí no quisieron, así que regresé al dormitorio.
Aquí me encontré con Jing, una vecina china muy simpática, y me vió tan entusiasmada con la fiesta que de plano me invitó a su cuarto a tomar cerveza. "If you want i have beel in my loom, we can dlink it." Tuve que decir que no porque me pareció demasiado triste terminar la noche emborrachándome con cerveza en el cuarto de mi vecina china. Pero quedamos que mañana vamos a salir y fiestear bien, porque seguramente es el único fin de semana que voy a poder hacerlo. No son rumores, la gente viene aquí a estudiar y nada más.
Así que mañana iré con mi amiga china a chinatown a buscar fiestas chinas. En Boston. ¿Quién diría?

Kikuyus y luos

Ayer pensé que había sido un mal día. Todo salía mal: la comida horrible, no hice ningún amigo, de las 6 clases a las que iba a ir sólo logré entrar a una... en fin. En eso estaba, vagando por los edificios, cuando encontré un salón en el que iban a dar una plática de las elecciones en Kenia y el conflicto electoral. Me quedé, como buena ñoña que soy.
La profesora que daba la plática era experta. De eso hizo su tesis y pasó 20 años viviendo en Kenia. Pero eso no me sorprendió tanto, también en México he ido a pláticas donde la gente sabe bien de lo que está hablando. Lo que me sorprendió fue la audiencia. La mitad de los que estaban ahí eran expertos en Kenia, o en África, o en conflictos étnicos. Y la otra mitad eran kenianios. Bueno, y yo. Entonces se armó una discusión buenísima.
Lo mejor fue al final, cuando ya todos se iban. Yo me acerqué con uno de los kenianos a preguntarle cómo estaba eso de pertenecer a una tribu, qué implica, qué diferencias hay entre las tribos, etc. Y en eso llegaron otros 4 kenianos, y se pusieron a hablar. Total que me quedé de super colada, entre 5 hombres kenianos, escuchando su plática sobre los conflictos allá.
Me dejaron muy impresionada, porque pertenecían a tribus diferentes, que en Kenia se están matando unas a otras, y me encantó ver cómo intentaban ponerse de acuerdo, cómo buscaban posibles soluciones. Ninguno estudiaba ciencias políticas, ni gobierno ni relaciones internacionales. La mayoría eran del departamento de ciencias exactas. Pero aún así, avanzaron más en la búsqueda de posibles soluciones que la profesora que dio la conferencia, experta en resolución de conlfictos.
Aunque me hizo dudar de la utilidad práctica de mi carrera y mis estudios, también me hizo darme cuenta del valor que tiene estar en donde estoy no sólo por la parte de las clases y los profesores, sino también por los alumnos que me rodean. Hay tanto de donde aprender, tanta gente y cosas que conocer, que siento que cada minuto que esté acá es una oportunidad. De verdad ese momento en el que veía a un kikuyu y un luo frente a frente, hablando sobre cómo lo que más se necesita es unión, identidad keniana más que de tribu, creo que nunca se me va a olvidar.