sábado, 12 de septiembre de 2009

Cumpleaños y años

El otro día fue mi cumpleaños. Echada en mi cama y empachada de pastel, entré en una profundísima reflexión: sobre lo que ha significado laedad.
De chiquita estaba bueno aquello de los regalos y las piñatas, pero cumplir años era también una humillación. Dada mi minúscula estatura pasaba yo a ser la burla del salón, cosa que a esa edad me preocupaba bastante. Me acuerdo que mi mamá me hacía un chongo en el pelo, gracias al cual los compañeritos me empezaron a decir “la fuente”. A los pocos días, un maldito escuincle ocurrente dijo que más bien yo era “el chorrito”, y entonces perdí mi dignidad.
Aunque estos chascarrillos sucedían en cualquier momento, se ponía peor en épocas de mi cumpleaños porque entonces me preguntaban “¿cuántos cumples?”, yo respondía “diez”, y la gente se mostraba cruel: “¡No es cierto! Pareces como de seis”. Y yo me ponía triste.
Hace tiempo fui a una fiesta en donde regalaban Red Bull, y me acerqué a pedir uno. La tipirrina del puesto me dijo, “Perdón, amiguita, son para mayores de 13 años”. Un poco ofuscada, sólo pude contestar “Tengo diecinueve”. Y, con la cabeza gacha y sin bebida energética en manos, me alejé.
Pero la juventud sólo está en la apariencia. Hoy en día, los motivos de burla son otros. Mis colegas comentan con saña sobre mi edad porque soy la mayorcita y se jactan de su supuesta juventud. Siempre digo que dos años no son nada, pero en el fondo sé que la diferencia es mayor. No hablo de madurez, sino de señorez, que son dos cosas distintas.
Por ejemplo, a los 15 años, cuando debía estar en el clímax de la adolescencia y moverme al ritmo de Bricny Spirs, dije frente a todo el salón que mi canción favorita era Memories, de Cats, y de nuevo perdí.
En mi cumpleaños de 18, intenté por primera vez ir a un antro. Pero que voy llegando y que me va saliendo el señorcito con que no era yo la de la foto de la identificación. En lugar de insistir, me fui muy tranquila a comprar unos esquites en la esquina, en lo que mis amigas se daban cuenta de que me quedé afuera y se salían a rastras del antro.
Mismamente ahora, ya más grandecita, mis papás se frustran porque los viernes en lugar de salir con mis amigos me meto en medio de los dos a ver películas, toda molesta.
Soy la típica que, cual señora dizque muy cool, quiero usar el vocabulario “de los chavos” con consecuencias ridículas, como decirle Pipod al Ipod, Blueberry a las Blackberries, y Videohead a Radiohead. Los antros me ofuscan, me da sueño a las 11, y me gustan los suéteres tejidos y de rombitos.
Aquellos años mozos se han ido, hoy me duelen las rodillas cuando corro y me aproximo al mundo de los bichocos. Hoy en día celebro que se acerca el momento en el que decir que Memories es mi canción favorita, sea socialmente aceptable.

3 comentarios:

SAN dijo...

me siento orgulloso de conocerte, y saber lo especial que eres, eres de la personas que conozco que creo entienden mas a los niños como lo que son niños, y yo soy de los que creo que cada quien es único y por lo tanto creo que si te gusta Memories de the Cats, pues es tu gusto y yo lo respeto.

Marcela Orraca dijo...

¿Quién eres?

jo dijo...

si, quién eres?
marsupial te mando el blog de un amigo, también escribe bien, tiene algunas buenas puntadas de los holandeses
http://thelast7lines.blogspot.com/

besos!