martes, 18 de noviembre de 2008

Tolerancia Residencial

Vivir en Colegios Residenciales puede ser o una maravilla o tu peor pesadilla, a según te toquen lo que son las rumis, y a según uno mismo se desenvuelva en el arte del buen convivenciar.

Yo habité en el Cain-Murray (Caín Mirey, como le llamábamos las más distinguidas) durante cuatro semestres. Por distintas circunstancias estuve nomadeando entre varias suites, aunque siempre al lado de mi fiel compañera, Güendolin. Juntas, nos tocó convivir con una gran variedad de cohabitantes que nos deleitaron, mes tras mes, con sus excentricidades.

Nos tocó, por ejemplo, vivir con Yadira, a.k.a. la reina del reguetón. Cada mañana, tempranito, nos alegraba con sus ritmos discretos en una grabadora con bocinas que situaba en el baño común. ¿Qué mejor manera de empezar el día que con un motivante “Salió el sol, viva el reguetón”?

Estaba también Dionisia, fans declarada de Carmelita Salinas, y de Selina (q.e.p.d.), quien se refería a la farándula mexicana en tono de viejos amigos, estilo “Luis Mirey y la Aracely,” y pegaba fotos de ellos en la pared.

Qué decir de Destiny Sayani que, nunca entendí porqué, le gustaba esconder sus tangas entre los sillones de la sala. ¿Cómo no recordar la vez que alguien puso en la lavadora un post it que suplicaba “plis-no-metan-mi-pans-a-la-secadora”? Y cuando la otra ignoró el letrero, y la armonía en la suite se destruyó por siempre.

En cambio, yo soy la rumi que todos quisieran tener. Si no me creen, pregúntenle a Güendolin. Nunca quebré su taza favorita, ni se me murió su mascota cuando me la encargó una semana, ni su cobija amanecía en mi cama misteriosamente. No sólo fui buena con ella, sino con el resto de las inquilinas: jamás descompuse la licuadora de nadie, ni tapé el baño, ni incendié el microondas calentando una toalla para empollar un huevo de pato. Así, me gané el cariño de todas las suites que visité.

En sí no es gran ciencia. Nomás es cosa de atenerse a estándares mínimos que, en realidad, debieran ser cuestión de sentido común. Por ejemplo, uno puede intuir que dejar pelos en el jabón de alguien más no está chido, porque implica a) que lo usaste y b) que no te importó disimularlo. Tampoco es conveniente hacerle plática a tu amiga mientras está en el escusado, en especial cuando su tono cortante te indica con claridad la falta de deseos de entablar conversación. Y por mucho que quieras promover la convivencia, jamás toques temas como el aborto, la calidad (ejem) del Tigre ni, mucho menos, el divorcio de Niurka y Juan Osorio. Porque, entonces sí, arde Troya.

Mejor, calmado venado. ¡A disfrutar de las cosas buenas de Colegios, como las noches maravillosas que pasé atascándome litros de helado con las otras siete y viendo películas gays dobladas al español! Y es que, ya sea que lloras con las telenovelas o que empollas un huevo de pato, por dentro todos somos unos freaks.

1 comentario:

SG dijo...

La convivencia... caray, yo aca compartia depa con 3 niñas, dos chicas colombianas y una salvadoreña. Todo iba genial hasta que el novio vividor de una de las niñas colombianas se instalo en casa... bueno, ahora vivo con una amiga de mexico y las cosas son mucho mejores... saludos!