domingo, 23 de noviembre de 2008

Lobas sin remedio

A Martha, mi gurú.

Me pregunto si alguna vez las feministas se detuvieron a pensar en cómo cambiaría el mundo de la seducción cuando se promoviera la igualdad en estos terrenos. Admitamos que la chamba del cortejo no es fácil, y antes era cómodo dejarles el paquete a los hombres. Pero los tiempos del macho como único encargado del galanteo quedaron atrás. Ahora dominan las mujeres que luchan por lo que quieren. Y también dominan los gays, lo cual implica que la competencia está canija y más vale ir aprendiendo cómo está esto de ligar.

Híjole, ahora sí se nos vino a complicar la cosa, porque con la falta de experiencia muchas estamos como mayates. Otras, en cambio, son como peces en el agua: el cortejo es lo suyo. Parecen no tener el menor recato en acercarse a cualquier criatura del sexo opuesto y embrujarlos con sus encantos.

Es a estas maestras de la seducción a quienes debemos dirigir la mirada. Aquéllas que antes etiquetábamos despectivamente como “zoshas,” ahora se han vuelto luz en nuestro sendero. Yo las llamo lobas innatas. Son seres que nacieron con un don para el coqueteo, lo desarrollaron con la práctica constante y ahora se desenvuelven con gracia envidiable en los terrenos del flirteo, como diría Cosmo.

La teoría general nos dice que la carne es débil y basta un movimiento sepsy para provocarla. Pero una loba verdadera sabe que esto es, como dicen por acá, puro chisme. La lobez exitosa es un arte, y hay que saber distinguirla de la zorrería común. Aunque no tengo una respuesta sobre lo que debemos hacer para ligar, lo cierto es que hay cosas que definitivamente NO debemos hacer. Me queda claro que algunos hábitos no conducirán al éxito anhelado sino, más bien, al declive irremediable de la reputación.

Una loba, por ejemplo, jamás nos mostrará la tanga “sin querer,” mucho menos si ésta es de leopardo. De hecho, una loba jamás portará prendas provenientes de la familia de los felinos, porque sería considerado malinchismo. Así que esos zapatos de motas de guepardo y esa bolsa con pelos de tigre de Bengala… uh-uh.

Una loba tampoco cree que bailar reguetón es de ninguna manera sensual. Hay que entender las sutilezas de la elegancia. Ligar al ritmo del perreo sería como caer en terrenos de las hienas o de alguna otra especie igualmente chafita. Acá la cacería es más refinada y, claramente, más selectiva.

El problema es que no cualquiera le sabe a este ritual seductivo. Toda mujer es una loba en potencia, cierto, pero necesita un gurú para desarrollar esta lobez. En conclusión: las mayoría de las mujeres o son lobas o quisieran serlo. Yo, por supuesto, no me incluyo en ninguna categoría porque a la UDLA sólo vengo a estudiar. (Saludos a mi papá que lee esto cada semana.) Pero para ustedes lectoras, (o lectores), propongo que en lugar de juzgar a estas damitas como “mujeres de moral distraída,” admitan que tienen mucho que enseñar y sigan sus pasos hasta convertirse orgullosamente en unas lobas sin remedio.

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