viernes, 13 de noviembre de 2009

Manolarga

Escribo esta columna para un colega universitario, cuyo nombre desconozco pero de cuya existencia me enteré a través de unas compañeritas. Lo llamaremos “el manolarga”, porque su pasatiempo consiste en toquetear cuerpos femeninos sin autorización de sus titulares.

A decir de mis fuentes, este tipirrín te trabaja una coreografía bastante absurda, en la que finge tropezarse, estira la mano, y la posa coincidentemente en el pecho de la mujer más cercana. Luego pide disculpas sin retirar su sucia garrita del escote de la víctima. Una variante consiste en que el fulano llega por atrás, abraza a una mujer y coloca ambas pesuñas sobre el pecho. Cuando la damita voltea, él pretende estar apenado y pide perdón por haberla confundido con su novia (imaginaria). Digo imaginaria porque este monito seguramente no tiene novia. De ser así, no se vería en la necesidad de montar tan patético espectáculo para atenuar sus hormonas efervescentes.

Por eso, Manolarga, espero que estés leyendo esto. No para regañarte, sino porque me preocupa tu necesidad insatisfecha, que en un futuro se puede convertir en actos dañinos para el mundo. Existe la teoría de que todos los problemas del mundo tienen como fondo la frustración sexual, pues ésta provoca mayor agresividad en los hombres. ¿Y qué tal si es cierto, manolarga, y al rato te me conviertes en maleante, terrorista o soldado de los que violan ancianas en Zongolica? ¡No me lo podría perdonar!

Por esta razón te escribo. Dicen que tu lugar favorito es el gimnasio (aunque también te das tus vueltas por el centro social). Te fui a buscar para hablarte personalmente pero no coincidimos en horario, o a lo mejor no soy tu tipo, qué pena. Entonces te lo digo por aquí.

Fíjate, Manolarga, que hay ciertas cosas que nos distinguen de otros animalitos. Por ejemplo, la forma en que nos relacionamos. Hemos desarrollado una serie de ritos y formas de comunicación que utilizamos para interactuar. Cuando tú, sin ninguna interacción previa, posas tus manos sobre las partes del cuerpo ajeno consideradas privadas, estás rompiendo algunas de estas normas de convivencia, y la individua en cuestión se puede enfadar. Yo entiendo, las reglas atentan contra los instintos más básicos, incluso contra el proceso de estímulo-reacción. ¡Así de aguafiestas somos! Resulta que este tipo de cosas no se toman, se ganan, y tal vez lo más sano en este mundo represivo, mientras logramos cambiarlo, es que te atengas a algunas de las normas básicas.

Si canalizas tus apetitos animales hacia un acercamiento más sutil y consensuado, te aseguro que tienes mejores posibilidades de encontrar un poquito de apapacho, que es lo que te anda haciendo falta. Sé que suena difícil para alguien que está tan en contacto con sus instintos primarios, pero busca ayuda si es necesario. Si quieres la siguiente semana publicamos algunos consejos sobre cómo acercarte a las mujeres.

Por mientras, damitas, no se dejen agarrar desprevenidas. Y a las que sí se topen con el agarrador, sean firmes pero no agresivas. Como cuando a un perrito le estás tratando de enseñar a no morder y a dar la pata sólo cuando se la pides.

No hay comentarios: