En mi entrada pasada prometí que daría consejos a Manolarga para acercarse a las mujeres. Estuve preguntando a las camaradas cómo les gusta que se lleve a cabo el cortejo inicial, y hace unos días pude compartir con el mundo la sabiduría que recolecté.
Me encontraba ejercitándome en el Complejo Deportivo Quetzalcóatl, ubicado en la 6 Oriente de San Andrés Cholula, mientras tenía lugar un torneo interestatal de futbol infantil. A orillas de la cancha estaban sentados 15 niños de unos diez años, con su entrenador. Cuando pasé por enfrente, escuché algunas expresiones lujuriosas provenientes de los niños y dirigidas a mi persona. Fingí no escucharlos y seguí corriendo sin voltear. En la siguiente vuelta, uno de ellos gritó “¡Ven, te vamos a presentar a nuestro entrenador!” La propuesta me dio risa, y sin mirarlos dije que no con la mano. Surgieron nuevos gritos “¿Por qué no? ¡Si está bien guapo!” “¡Es millonario, tiene cinco casas!”, “¡Habla inglés!” “¡Es soltero!” Con semejante currículum casi me doy la vuelta para conocer al susodicho, pero me aguanté las ganas y seguí trotando cual gacela.
De pronto me vi sumida en una profundísima reflexión. ¡Aquellas jóvenes criaturas podrían ser los Manolargas del futuro! Son las nuevas generaciones, que dentro de unos años deberán decidir si van por la vida palpando aleatoriamente a las mujeres que se les atraviesan… Tenía que hacer algo.
Cuando volví a pasar y escuché de nuevo los gritos, me detuve, volteé hacia donde estaban los niños y dije “A ver, vengan”. Por supuesto salieron corriendo, asustados, a esconderse atrás de los columpios, desde donde empezaron a echarme porras para disuadir mi enojo. “No quiero que canten. ¿No que muy valientes? ¿Ninguno va a venir?” Al fin se acercó uno. Al principio estaba aterrado “Yo no fui señora, fueron ellos”. Cuando le dije que no estaba enojada, empezamos a platicar y al rato se acercaron los demás. Me contaron de su equipo: venían de San Luis y acababan de ganar el partido.
Pregunté si tenían novia, y decepcionados contestaron que no. “Me imagino,” dije, “les voy a enseñar cómo ligarse a una niña”. Todos contentos se sentaron a mi alrededor. “La próxima vez que vean a una niña que les guste, no le van a gritar, no le van a chiflar, y no se la van a alburear”. “¿Y entonces?” dijo uno con cara de angustia. “Se acercan y dicen ‘Hola, ¿cómo te llamas?’ Ella va a contestar y tal vez se queda a platicar. A lo mejor se va, pero si le gritan, le chiflan o se la alburean, seguro se chivea y se aleja.” Después de una serie de preguntas y respuestas sobre la técnica de acercamiento, me dispuse a alejarme pensando que la sesión representaba un cambio generacional. Mi ingenuidad se derrumbó cuando Perenganito dijo “Pero señora, ¡fue el entrenador el que nos dijo que te gritáramos! Para ver si se van a tomar unas chelas y le enseñas Cholula”…
Ahora entiendo, Manolarga. Si de niño tu alma fue corrompida por un entrenador que te mandaba a alburearte a su prospecto de ligue, no podríamos esperar que fueras una persona normal. Perdóname por juzgarte como acosador enfermodelsexo. Lo eres, pero no por culpa tuya.