jueves, 17 de abril de 2008

Child Hall

Child Hall es un edificio bastante feo, si me lo preguntan. Es feo por fuera, pero por dentro... ¡más feo! Son 4 pisos, en cada piso un pasillo gris interminable, un baño y una cocina. En uno de los 25 cuartos del segundo piso de Child Hall, vivo yo.
Mis aposentos miden aproximadamente dos metros cuadrados. Pero ¿quién necesita más?Además, mi ventana tiene una vista linda a... el edificio de enfrente, que es igual de feo. Pero bueno, la verdad es que tiene todo lo necesario. Si me quejo, no es tanto por la infraestructura en sí de lo que viene siendo el edificio, o el cuarto. Más bien es la antisocialidad de todos a mi alrededor lo que no me gusta.
Una de las misiones de los moderadores (resident advisors, RA), es organizar en el piso actividades de integración. Y en el caso de mi RA, creo que es su reto más grande. Pobre Ben. Si yo fuera RA no me gustaría serlo en mi piso. La gente aquí es especialmente difícil de motivar.
Ante esta situación, varios de los planes de Ben han fracasado, y el otro día me pidió ayuda para organizar algo. Se nos ocurrió planear una visita nocturna al edificio de ciencias, para ver el cielo con los telescopios. El primer obstáculo fue decidir cuándo, y lo sometimos a consulta pública. Alguien dijo que el viernes, pero otro de los presentes contestó que no, porque viernes y sábado son días de salir con los amigos. Se me ocurrió mencionar la hipótesis de que no es como que la gente de nuestro piso salga mucho los fines de semana. Las miradas hostiles que recibí en ese instante me hicieron ver mi error. Tras mi comentario pierde-amigos, decidí sólo apoyar las iniciativas de otros organizadores y abstenerme de participar.
Total que acabamos yendo ayer. Yo disfruté mucho la visita, porque no había ido a esa parte de la universidad y aunque no pudimos ver mucho, me la pasé bien. El cuarto de astronomía está padrísimo, me recordó a la torre de divination de Harry Potter. Y la Luna, que fue lo único que pudimos ver, se veía hermosa. Además Ben nos deleitó con sus conocimientos sobre el cielo y las constelaciones, bien emocionante. Pero sí hubo varios momentos en los que sentí la antisocialidad en el aire.
Por ejemplo, cuando íbamos de camino, les pregunté a un par de compañeros si habían ido ese día a una cena que hubo en la escuela de leyes. "Odio a los abogados," fue la respuesta que obtuve. Ilusamente, pensando que su hostilidad era a los abogados y no a mí, intenté hacerme su cómplice, y les empezé a platicar sobre la conferencia del abogado de Guantánamo a la que fui el otro día. Estuve varios minutos contándoles la historia. Y cuando terminé de hablar... silencio total. Ni un comentario al respecto, ni una pregunta... ¡nada! Sólo un silencio incómodo que claramente me indicó: no nos interesa nada de lo que puedas o quieras decirnos. El resto del camino fui calladita.
Para ser justa, no son todos los del piso. Hay varios muy buena gente y con los que me llevo bien. Pero en general es un piso triste. Hoy entré al mismo tiempo que mi vecina y mientras caminábamos por el pasillo, me dijo "Me choca este pasillo. Es tan triste. No importa lo bonito que esté el día, eso siempre se queda afuera." Muy acertado su comentario.
Yo por eso casi no paso tiempo aquí, y siempre que puedo me voy a leer o estudiar a otros lados. En los otros pisos tengo muchos amigos. Bueno, no tantos, ¿a quién engaño? Pero la gente me saluda cuando pasa junto a mí, que ya es algo.

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