viernes, 25 de abril de 2008

Entre dos mundos

Tengo que confesar que las tres entradas anteriores no son, como quien diría, transmisión en vivo. Las escribí hace algunas semanas, pero las guardé para cuando no tuviera tiempo de escribir. Estos días no es que no haya habido tiempo, pero han pasado cosas que me traen confundida y por las cuales no había tenido ganas de escribir. Hoy tengo más ganas.
Como he mencionado antes, estar aquí es estar en el centro de la élite del mundo académico. Muchos de los científicos sociales más importantes dan clases aquí, o hacen investigación, o vienen a dar pláticas o conferencias. Y algunos son muy accesibles a los alumnos. He conocido, en estas semanas, a personajes muy reconocidos.
Por ejemplo, Paul Farmer, un médico antropólogo que desde hace unos meses se ha convertido en uno de mis ídolos y que el fin pasado vino a dar una conferencia. O Jeffrey Sachs, que aunque no es mi ídolo, ni cerca, es uno de los economistas más famosos y también vino hace dos semanas. O Alma Guillermoprieto, una reportera mexicana muy importante y reconocida, que ha escrito muchísimo sobre América Latina para periódicos gringos e ingleses. Por cierto, no saben lo simpática que es la señora. Vino a dar una plática de los narcocorridos, e hizo gala de su pasado de bailarina profesional, bailando al son de los corridos que nos puso en You Tube a media plática.
En fin, uno puede decir que aquí codearse con los famosos es cosa de todos los días. Aunque decir "los famosos" suena a Hollywood y acá no siempre están tan guapos. Por ejemplo, tengo que admitir que durante la plática de Alma Guillermoprieto, Mara y yo pasamos buena parte del tiempo tratando de averiguar qué tenía Ugalde en la cabeza: si una descalabrada, un exceso de gel, o injertos de pelo. Nunca supimos. Sí, el glamur de varios deja mucho que desear. Pero no tengo ninguna autoridad moral para hablar al respecto, a decir verdad.
El punto es que, académicamente, si quieres estar cerca de la gente, los recursos y la información, este es el lugar. Todo está diseñado para que uno aprenda, investige, desarrolle sus capacidades intelectuales. El problema es que a veces siento que está muy lejos del mundo real. Llevo tres meses leyendo y hablando sobre pobreza, desarrollo y derechos humanos, y sin embargo me siento en un mundo completamente distinto al que describen en los libros. Y tengo ganas de asomarme, aunque sea un poquito, a ese otro mundo.
Desde muy chiquita, siempre he querido irme un tiempo a África. Algo tiene que me atrae como ningún otro lugar. Primero quería irme a vivir con los changos de Madagascar. Luego decidí no ser bióloga y dedicarme a la gente. Mi plan desde entonces es, por muy cliché que suene, promover la justicia social. Y África, claro, es un buen lugar para empezar. Cuando acabé prepa, pensé que sería mejor irme después de la universidad, para que pudiera hacer algo realmente útil. Tras casi tres años de licenciatura, puedo decir que si hoy fuera a África, no tendría nada que aportar que no tenía cuando acabé prepa. Es decir, no sé hacer nada.
Ahora bien, sé que esto es una crisis común. Pero voy a intentar remediar mi caso. Para ello, decidí que en verano me quiero ir a África. Quiero ir a ver de más cerca cómo es este mundo sobre el que todos hablan. Quiero ir a darme cuenta de qué es lo que no sé y que sería bueno intentar aprender, para servir de algo.
No sé bien cómo le voy a hacer. No sé siquiera si se pueda, sobre todo por lo caro. Nomás no salen las cuentas, güerita. Por lo menos ya tengo una oferta. El otro día conocí a un médico de Zambia, que vino a dar una conferencia. Nos hicimos amigos y me estuvo ayudando con una investigación que estoy haciendo sobre su país. Cuando le conté que quería ir a África, me dijo que si me caso con él, me lleva, y que si quiero hasta me entrena para ser su enfermera. ¿Se imaginan? ¡Ya gané! Tengo nuevo esposo, país y carrera. ¡Qué emocionante! Le contesté que, aunque la oferta era tentadora, la iba a tener que rechazar, pero sólo porque Zambia no se me antoja tanto como... Etiopía, o algo.
Que por cierto, hace unos meses conocí a un etiope que me flechó durante unos días... Eso sólo confirma mi teoría. No sé qué tengo yo con África, pero habrá que ir a averiguarlo. Como rechazé la oferta de Zambia y el etiope no me propuso nada parecido, tengo que buscarlo por mi cuenta. En esas ando, pero pongan changuitos para que se me haga.

2 comentarios:

Roberto A. Pérez Díaz dijo...

si te vas a Africa
escribe un blog

Eric Uribares dijo...

yo no quiero ir a áfrica hasta que alguno de por allá gane un mundial, he dicho.