jueves, 10 de abril de 2008

Lo que viene siendo primavera

Hoy, por primera vez desde que llegué, tuve calor. Tranquilos, me quité la tercer capa de ropa y ya estuvo. Pero el día estuvo precioso. Soleado, calientito…. Sí, parece ser que al fin llegó la primavera. Y con ella, una transformación total.
El campus hoy es otro. La pista de hielo en la que ridículamente ‘patiné’ un par de veces ahora es una cancha de volleyball. De un día a otro aparecieron mesas y sillas por todas partes. Y las zonas de pasto ahora son verdes. Aunque no es pasto, es pintura verde que los freaks pusieron por emocionados. (O tal vez es alguna sustancia para que el pasto crezca pronto, vayan ustedes a saber.)
Llegó la primavera y con ella el Sol, las sonrisas, las chicas en vestidos, los hombres en chanclas y chors… la humanidad. Hoy me di cuenta de que no todos los alumnos de Harvard son tan antisociales como yo pensaba. Hay algunos normales. Algunos que hoy salieron a jugar fut, o frisbee, o a tocar la guitarra bajo el Sol. Parejitas de la mano, echados en el pasto a la Chapultepec…. ¡Hasta me enteré de que hay niños viviendo aquí! Bebillos de todas las edades, corriendo tan felices como un niño que por primera vez ve el mar. Cuando le comenté a un amigo de mi descubrimiento de los niños, me dijo “Qué, ¿pensabas que eras la única?”
La gente en Boston ya desde antes me parecía excesivamente amable. Pero hoy lo fueron incluso más. Todos sonreían, todos me abrían la puerta, todos me saludaban, y varios desconocidos entablaron conmigo la plática del clima. ¡Y yo emocionadísima!
Manejé también otros clichés, como irme a sentar bajo el árbol a leer. Y es que me gusta el frío y pensé que no extrañaba el clima de México. Patrañas. Hoy, desde que sentí el solecito en la mañana, todo el día sonreí. Me daban ganas de aplicar la gringa y de plano ponerme minifalda y lente oscuro. Hay que aclarar que no, no había tanto Sol ni hacía tanto calor, estábamos como a 15 grados. Pero eso no importaba, había que usar ese vestido que había estado en el closet desde las rebajas del año pasado.
Llegó la primavera y con ella, también, el cansancio. Desde hace días tengo un ataque constante de sueño. Ya me caché cabeceando en dos conferencias. Qué vergüenza. Más con mi plato vacío de comida enfrente, indicando claramente “Tu plática me importa un comino, sólo vine a comer y reposar.” Cosa que es absolutamente falsa, en la mayoría de los casos.
En mi defensa, no soy la única que padece de este cansancio extremo. Lo he comentado y varios sienten lo mismo. Un amigo incluso me dijo que en Alemania existe una expresión para el fenómeno: “cansancio de Primavera.” Alejandro agregó que en México también existe un término, sólo que es un poco menos diplomático. Yo prefiero acuñar el término alemán y decir que lo mío es cansancio de Primavera.
Con todos estos cambios tengo una teoría. La gente aquí estudiaba tanto en invierno porque, sin poder salir de sus cuartos, no había mucho más que hacer. Tal vez si llevamos a la UDLA a alguna sierra nevada, todos nos volvamos más ñoños. O tal vez hoy sólo fue un espejismo, una especie de día festivo local en el cual la gente celebró el Sol jugando con sus perros en los jardines pintados de verde, pero mañana todo regresará a la normalidad.

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