Si ahorita me pidieran que escogiera a mi persona favorita de las que he conocido aquí, sería Jane. La primera impresión que tuve de ella fue la de la viva imagen del caos. Entró un día al salón cargando cuatro sueteres, arrastrando la bufanda, con el gorro a punto de caerse, deteniendo en una mano seis libros y en la otra, su desayuno. Se paró en frente de mí e, ignorando el hecho de que yo estaba leyendo lo que no había leído para la clase, puso su chamarra en mis piernas, bloqueando el libro de mi vista, y me empezó a hablar. "Qué confiancitas," me dije. Porque además me hablaba como si lleváramos meses de conocernos y nos hubiéramos visto por última vez la noche anterior.
Al parecer, su día había estado terriblemente ocupado: no eran ni las once de la mañana y ella ya había ido a trabajar, a una clase y al laboratorio. No fue hasta después de cinco minutos de plática que se presentó. Es de Boston, es su primer año en la universidad, y estudia una mezcla extrañísima de química, arte y derechos humanos. Tiene diecinueve, se justifica su indecisión ante el futuro. Tal vez precisamente por esto me cae tan bien: todo la emociona muchísimo. Y está completamente abierta a aprender y conocer.
Pero verdaderamente, si un caricaturista quisiera crear el desbarajuste personificado, reinventaría a Jane. Es un desastre con los nombres, a mi amigo Philip insiste en llamarle Edward, su conversación salta repentinamente de tema a tema, y da la sensación todo el tiempo de estar en otro planeta. Pero de alguna manera, no me explico todavía cómo, siempre le salen bien las cosas.
Ayer fuimos juntas a una conferencia en Boston de Thomas Pogge, escritor de uno de los libros que estamos leyendo en la clase de derechos humanos que llevamos juntas. Como ella es de aquí sabía cómo llegar. Desde luego nos perdimos, porque entre su despiste y el mío era lo único que podía pasar. Pasamos el lugar sin darnos cuenta (y eso que era un edificio gigante con un letrero enorme) y seguimos caminando como un kilómetro más hasta que, como si sólo fuera un comentario más en nuestra plática, Jane dijo "Oh, ya nos pasamos." Y sin más se dio la media vuelta y se echó a caminar al otro lado. Pero no me quiero ni imaginar lo que hubiera sido para mí llegar sola a aquél lejano lugar.
Después de la conferencia había una recepción en la que pude platicar con Pogge. Es una de esas cosas impresionantes que sólo me han pasado aquí: estuve quince minutos platicando con uno de los pensadores más influyentes en el área de derechos humanos, sobre posibles temas para mi tesis. Y también fungí como promotora de mi madre patria, porque el señor va a ir a Chiapas la próxima semana y pues le hice su listita de lo que es el paquete turístico de aquél estado.
Pero mejor aún, fueron los víveres que nos proporcionaron en la recepción. Yo estaba hambrienta pues ya era tarde y vaya comilona que he ingerido, desenvolviéndome descaradamente entre mesas con quesos, carnes frías, vinos, salmón, verduras y otros suculentos canapés. Mientras yo hacía un itacatito para compartir con mi amiga en el camino, ella se dedicó a entablar amistad con una alemana como de setenta años, que nunca entendimos por qué estaba ahí. (Jane se dedica a preguntarle a la gente que qué hace y a pedir mails, para que si algún día necesita consejos sobre algo, tenga a quién recurrir). Total que esta señora acabó llamándonos sus nietas postizas, "so lovely girls," y nos prometió que nos va a llevar a conciertos de músca clásica. Se siente muy sola.
Para entonces ya se habían ido todos los demás invitados, lo cual resultó muy conveniente porque los meseros nos dieron unas cajitas para llevarnos lo que sobraba de la comida. Y bueno, qué les puedo yo decir, ahora tengo provisiones como para tres semanas. Lo de oso fue transportarlo en el camión y luego cruzar la universidad cargando semejante cantidad de víveres y dejando tras de mí un camino de pedazos de jamón y zanahoria que jamás logré mantener en la caja.
Ahora que lo pienso, cualquier persona que me vea en esa o muchas otras actuaciones que he interpretado por aquí tendría de mí más o menos la misma imagen que yo tuve de Jane. Tal vez por eso somos amigas.
2 comentarios:
AYYYY, yo hubiera hecho lo mismo, finalmente esa comida la iban a tirar que no??? Digo, que la tiren a que mi estomago la reciba...
Marcs: al leer la descripción de Jane me vino a la mente perfecto Luna Woody (Harry Potter), será una casualidad???
Jajaja!
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