miércoles, 13 de febrero de 2008

Widener

Como hoy no hubo ninguna gran aventura en mi vida, aprovecharé para describirles un poco cómo está la cosa por acá.
Primero lo primero: Dudley. Así se llama el lugar que diariamente me provee de alimentos. El paquete de mi beca me viene con un plan de alimentos, que le llaman, y consiste en una comida gratis al día. Por supuesto que aplico la cena, que me maneja lo que es el bufet así que me medio mato de hambre todo el día para atascarme por la noche. La comida no está mal, a veces hacen cosas ricas, pero me imagino que estar acá más de un año ha de ser terrible. Si yo ya me empiezo a cansar de los mismos sabores... y como ustedes saben no es fácil que yo me canse de la comida.
Pero sigo yendo no sólo porque sea gratis, sino porque es el lugar de socialización. Es el único momento en el que puedo platicar con los de posgrado, mis vecinos y así, porque después se encierran en sus cuartos y ya valió. Ahí acoso a mi canadiense favorito (que por cierto ya descubrí, por la lista de la clase, que se llama Sameer, no Samy, que oso que pasé dos semanas cambiándole el nombre.) Antes me sentaba sola y cabizbaja, pero ahora tengo amigos. O por lo menos gente con la que llego y me siento, con o sin su invitación, y les hago la plática aunque tengan en la mano un libro abierto y me miren con cara de desinterés o, incluso, de deseos de silenciarme.
Luego de la comilona viene, por supuesto, la contraparte. Hemenway es el gimnasio que queda más cerca de los dormitorios. Está tan sofisticado y elegante que no entiendo cómo hay tantos gordos por acá. Cada máquina tiene su propia televisión que te contiene lo que son 98 canales distintos. Y las regaderas te vienen con champú y jabón gratis. Es curioso que hasta en las clases de spinning los harvarianos denotan su harvarianez: se saben las reglas de memoria y las van diciendo al mismo tiempo que el profesor.

Y ahora sí, lo mejor de lo mejor. Widener. Es la más grande de las 12 bibliotecas de Harvard. Es gigante, de verdad. 5 pisos enormes son la parte principal, y luego está la parte subterránea y hay túneles y pasadizos secretos que te conectan a sótanos ocultos y, creo, algunos llegan hasta las otras bibliotecas. Todavía no logro explorar todos. Pero hoy tuve un seminario de investigación en Widener y me enteré de que tiene archivos clasificados del gobierno, zonas de acceso restringido, y unas cintas con fotografías de los periódicos de varios países durante los útlimos 100 años. De México hay varios, Excélsior, Universal, Reforma... Por alguna oscura razón no vi La Jornada. Algunos amiguitos míos estarían muy tristes. Pero la cantidad de información es verdaderamente impresionante.
Me emociona mucho estar acá y saber que tengo a mi alcance todo lo que me puedo imaginar de información sobre casi todo lo que me pueda imaginar. Para este seminario tengo que hacer un ensayo de investigación sobre algún tema que tenga que ver con sociedad internacional. Entonces básicamente puedo escoger el tema que más me guste y tener al alcance todos los recursos que se me ocurran para investigar. ¡Qué increíble!
Y bueno, esos son tres de los lugares claves que merecen ser imaginados. Otro día platicaré sobre mi piso porque hoy me di cuenta de que nunca he escrito sobre mis vecinos. Y vaya que hay tela de dónde cortar.

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