lunes, 10 de marzo de 2008

La cochinilla

Por más que uno crea que no hay manera de perder más el estilo, siempre se puede encontrar la forma. Por ejemplo, hoy en el gimnasio. Si ligarme al canadiense estaba en mis planes, sentarme junto a él en la clase de abdominales definitivamente destruyó aquella de por sí remota posibilidad.
De antemano aclaro que no fue mi intención. Antes me meto a doble clase de spinning que situarme a sabiendas en una situación tan vulnerable y poco favorecedora. Pero el cosmos así lo quiso, y cuando yo ya estaba bien acomodadita en mi tapete, lista para empezar la clase, escucho un "Hello Marcela" muy familiar. Al verlo ahí parado, tapete en mano y dispuesto a echarse a mi lado, se me paralizó el corazón. Y no de emoción, como la naturaleza lo hubiera indicado, sino de un profundo desasosiego. Sabía que lo vendría era un desastre ineludible, pero me dirigía hacia él como puerco al matadero. Lo único que me quedaba era intentar salvar mi honor lo más posible.
Me extraña que se haya sentado junto a mí, con la estampa que yo presentaba. El pancs doblado hasta las rodillas, el zapato-teni-no-muy-chido, y la cara roja y sudada del esfuerzo de la clase anterior no hacían de mí una figura junto a la que a mí me habría gustado sentarme. Pero ni hablar.
La clase empezó y así también mi desgracia. Entre la torpeza innata y los nervios, cada movimiento se me complicaba más que el anterior. En mí había un debate constante: ¿Cómo salvaguardar el orgullo? ¿Hacer bien los ejercicios, o intentar lucir lo menos pior posible? Total que ni una ni otra, y acabé revolcándome en mi tapete como una grana cochinilla. Quizá habría podido pasar desapercibida si no fuera porque la maestra se percató de mi falta de coordinación y decidió irse a parar junto a mí para corregirme. Mis fallidos esfuerzos por lograr hacer los ejercicios provocaron en el resto de los deportistas, el canadiense incluido, miradas lastímeras y sonrisas condescendientes.
Bueno, canadiense, fue un placer conocerte y no te culpo si de ahora en adelante nunca te vuelves a sentar junto a mí en el comedor.
Lo padre de todo esto es que ahora me puedo entretener pensando en qué nuevos métodos encontraré en los siguientes días para seguir desgraciando mi reputación.

1 comentario:

Unknown dijo...

Puedo recomendarte diferentes maneras de hacerlo, como por ejemplo entrar a la biblioteca con el para agua, y pedir que te pasen todos los libros que tienes apartados, o llevar a Chauncy contigo a Dudley, así como hacer muy notorio tu arrivo a Jarvar después de Nueva Llor