lunes, 31 de marzo de 2008

M&M's, Starbucks, y unas sorpresas

Estoy de regreso en NY. Resulta que a mis amigas les gusta mucho comprar y estos días he entrado a una cantidad absurda de tiendas. A mí también me gusta comprar, desde luego, y lo he hecho en gran escala gracias a los precios de la ropa en plena crisis económica. Pero estos son niveles extremos. Además no me parece conveniente gastar mi beca completa en garritas de última moda. Lo bueno es que desde chica me he entrenado en el arte de siempre traer un libro en la bolsa, porque uno nunca sabe cuándo se presentará la ocasión de sentarse en las escaleras de Old Navy a leer algunos párrafos.
Ayer en la noche ya alucinaba las tiendas y mis amigas querian seguir con el chopin. Yo de plano tiré la toalla y decidí dejarlas que satisficieran sus necesidades de gastar mientras yo buscaba dónde podríamos satisfacer nuestras necesidades alimenticias, que a esas horas ya eran grandes.
Así, caminando por la impresionante avenida Broadway, me topé con la tienda de M&Ms. Mey mi amiga, que como vive aquí en NY tampoco estaba con ánimos de seguir comprando, me propuso que entráramos. Emocionada por el prospecto de tres pisos de chocolate, acepté. En cierto sentido, la tienda fue una decepción porque lo último que hay son chocolates. En cambio, es el ejemplo perfecto de la cultura de consumismo. Absolutamente nada en esa tienda tiene una función práctica, y sin embargo cada día se venden miles de dólares y tiene cientos de visitantes.
Bueno, exageré. Algunas cosas sí pueden ser útiles, como las playeras, los llaveros y, sobre todo, las maquinitas que rellenas para que cada vez que aprientas un botón te salga un M&M. Artículo básico que todos quisiéramos tener a nuestro alcance.
Pero lo impresionante es la mercadotecnia: es toda una industria, un mundo que se ha creado en torno a los monitos de las lunetas. Ni siquiera los monitos: sus colores. El chiste de la tienda son los colores casi fosforecentes que, no lo niego, visualmente son muy atractivos. Pero son los colores de todos los días: rojo, amarillo, verde, azul... Y aún así, han logrado adueñarse de ellos de una manera impactante, a través de su estrategia publicitaria.
Martha se ha enfrentado a otra evidencia de esta cultura dominada por la publicidad. La pobre lleva desde que llegó buscando unos picos, tenis especiales para correr. Los quiere para una amiga suya que practica el atletismo a nivel profesional y no los consigue en México. Hemos entrado a más de diez tiendas de deportes y ropa deportiva. Hemos visto cientos de pares de tenis. Pero ninguno como lo que necesita. Porque todas estas tiendas están construidas en torno a una imagen determinada de lo que es hacer ejercicio, campañas publicitarias dirigidas a un cierto grupo de personas. Lo importante no es el rendimiento como atletas, sino la moda en el gimnasio. Si alguien está buscando entrenar, hacer del atletismo su carrera profesional, estas tiendas no son para ella.
Lo peor del caso es el enorme poder de seducción que tiene este mundo. O mi debilidad ante él. En los dos meses que llevo aquí ya me volví adicta al café. Pero estando en Nueva York descubrí que no sólo es al café como tal, sino al café de Starbucks. En Boston no lo notaba porque en todas las cafeterías venden café de esta marca. Aquí, un express o americano en Dunkin Doughnuts o la tienda de al lado simplemente no es lo mismo. Muchas veces pago la diferencia en precios no porque sea café de mayor calidad, sino porque ya me convencí de que es lo que quiero. En tan sólo unas semanas ya soy practicante del "Starbucks way of life,"como dice el profesor de economía.
Pero me consuela saber que no es lo único que hay en estas dos ciudades. El consumismo es una gran parte de ellas, pero nada nuevo, nada que no todos sepan y que yo misma ya me esperaba antes de llegar. Lo que no me esperaba tanto son otros aspectos de la sociedad. La calidad de la gente en Boston, su soledad, o el choque racial en Nueva York. Incluso cosas que aunque me esperaba, me han sorprendido, como el buen nivel del teatro y los museos. El tipo de vida aquí es otro y no puedo negar que, con pros y contras, he disfrutado cada momento.

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