lunes, 31 de marzo de 2008

Mis visitas

Se fueron mis visitas. Fueron más de dos semanas de casi olvidarme de la escuela y de los graduate students y de cómo es la vida aquí cuando estoy sola. Me la pasé padrísimo.
Primero llegó mi hermanita, Jo, a recordarme que en realidad extraño más de lo que creo. También me dejó en claro que gran parte de mi tetez es hereditaria. Luego llegó mi mejor amigo, Kike, a quien me emocionaba presumirle los grados extremos de ñoñez a los que he llegado en estas tierras. Los dos me hicieron pasar una de las semanas en las que más me he reído en mi vida. A mí y a mis tres compañeros invisibles.
Después llegaron Millas y Martha, mis amigas. En Nueva York estuvimos con nuestra otra amiga, Mey, que está viviendo allá este semestre. A ratos creo que me odiaron un poco. Como cuando cada noche insistía en que nadie se durmiera porque todvía me quedaban ganas de platicar y reírme. No entendían lo que es estar dos meses sin amigas con quién chismear. También me odiaban cuando, una vez que me dejaban en claro que ya se querían dormir y no querían hablar conmigo, yo me revolcaba incesantemente en mi eslipin bag sobre el colchón inflable porque no me podía acomodar. Y también me odiaban cuando me burlaba de ellas porque hacen voces ridículas cuando hablan con sus novios por teléfono. Pero yo las disfruté mucho.
Las disruté incluso cuando se burlaban de mí porque yo en vez de mandarle mensajes al novio para que me hablara, le mandaba mensajes a mi mamá. Y lo peor es que ni me hablaba y mis amigas me decían que aunque esté en Harvard, siempre seré igual de luser. Aunque eso sí, el día que regresamos a Boston, mi mamá repuso su falta marcándome desde la comida familiar, y yo (y mis amigas) escuchamos en el altavoz los saludos de toda la familia. ¿Quién es luser ahora, eh? Yo no vi que a nadie de ellas le hablaran por teléfono su mamá, su papá, su hermana, tres tíos y tres primos, una de ellas en comunicación desde el Nextel, con el tío como intermediario. ¿Ah, verdad? Qué luser ni qué nada. Soy bien buenaonda y mi familia tambien.
Cada uno de los cinco, a su manera, me recordó cuánto los quiero. Me encantó poder enseñarles en dónde estoy, qué hago, cómo soy. Y me gustó aún más darme cuenta de que dos meses sin verlos no son nada cuando el cariño es tanto.
No me quedo triste. Los extraño, a ellos y a muchos otros que no vinieron. Pero es un extrañar lindo, contento. Me emociona mucho el tiempo que me queda aquí, la montaña de trabajo pendiente que tengo después de dos semanas de libertinaje, mis amigos de acá, mis clases. Y también me emociona que en unos meses estaré de regreso con todavía más cosas que contarles y escucharles contar. Y quién sabe, de aquí a que regrese no dudo que puedan nacer unos nuevos personajes invisibles que quieran platicar con todos ustedes...

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