martes, 9 de diciembre de 2008
Borreguitos en Cholula
Decidí quedarme un tiempo acá en la cosmopolita Cholula. Más que nada porque estuve en el defe un par de días y el tráfico, hijodediostodopoderoso, me espantó. Y díjeme a mí misma "¿Qué necesidad?”
Así fue que acá estoy, conviviendo con los cholultecas en su pirámide. El domingo la visité y me fue de lo más agradable, sentarme a tomar el sol al lado de un par de cristianos echando pasión, a unos cuantos metros de la iglesia. De fondo, los villancicos menos armónicos que he escuchado en mucho tiempo. Y antes de regresar a casa, el chopin: lleve lleve su escapulario, su imagen de la virgen con marco dorado, su artesanía regional. Sí, chilangos, envídienme en esta tierra de la paz y la armonía.
En otros temas, les cuento que hoy fui acosada por un borrego que se hallaba pastando en el patio junto a mi casa. Y no hablo de un muchachito falto de capacidad de decisión propia, no. No es metáfora, no es exageración. Un maldito borrego lanudo y café llegó a mordisquearme las agujetas mientras yo estaba sentada afuera de mis aposentos, leyendo tranquilamente, esperando a que pasaran por mi. Y todo porque le presté mi bici al vigilante de la entrada para que vaya a visitar a la virgencita en su cumpleaños. Se la llevó a darle servicio porque mañana parten juntos en una peregrinación de “Siclistas de San Andres para Nuestra Señora de Guadalupe,” según el panfleto que me mostró. Por lo mismo que ahora no tengo bici y me aperezaba enormemente ir caminando al cajero. No me quedó de otra que esperar a que me dieran raid, y pues en ese inter, que me sale el condenado y, como Pedro por su casa, que me mastica el zapato teni. Maldito.
Pero eso sí, ¿no? Mucha paz, mucho no hay tráfico, mucho tengo la pirámide a un kilómetro... Maldita sea, en el defe jamás recuerdo que un mamífero cuadrúpedo me importunara de esa manera. Hay otro tipo de inoportunos pero, aunque algunos son casi tan molestos, no recuerdo ninguno que pretendiera comerse mis agujetas.
En fin… unas cosas por otras, dirían por ahí. Si el precio de mi tranquilidad es lidiar con vecinos cuadrúpedos, creo que puedo pagarlo. Mientras estos sigan siendo borreguitos, claro, porque donde en una de esas se me acerque una de las vacas que luego rondan por ahí… de plano me regreso a la ciudad.
martes, 2 de diciembre de 2008
Ciclismo cholulteca
En esto pensaba cuando decidí que quería una. Ya me soñaba en un velocípedo rosa, (porque soy niña), con canastita y clatson, pedaleando por el campus con ojos cerrados y brazos extendidos mientras el viento jugaba con mis rizos. Patrañas. Mis sueños se han hecho añicos.
La crisis no me permitió comprar una, pero pude heredar la de mi prima pudiente. Muchos me envidiarían: es para deportes extremos, con sus llantas todoterreno, velocidades, y demás artefactos para el descenso de montaña. Lástima que el deporte más extremo que he practicado fue cuando derrapé por la pirámide de Cholula, y no fue ni intencional ni divertido. Lástima también que mi prima, como cualquier persona normal, mide varios centímetros más que yo. Así que ahí me tienen con un artefacto gigante, tosco y agresivo, ni tantito parecido al cuasi-triciclo gay que tenía en mente.
Lo que más me preocupa es que cuando me trepo, mis pies no alcanzan el piso, lo cual puede ser problemático a la hora de intentar bajarme. A pesar de que mi atlética (ehem) apariencia diga lo contrario, no soy lo que yo llamaría diestra en las actividades físicas. Además, he notado que tengo una extraña atracción hacia el suelo que va más allá de la gravedad, y una ligera propensión a las situaciones vergonzosas en momentos socialmente inapropiados (los llamados osos).
Como si no fuera suficiente, yo insisto en buscar nuevas formas de perder el estilo. Así que decidí transportarme en bici a la UDLA. Error. Para empezar, los feroces perros de la vecindad me ladraron hostilmente, lo cual me asustó y me hizo perder el equilibro en la primera cuadra. Iba a decir que me atacaron porque sonaba menos patético que caerte porque te ladra un perro, pero había testigos. Luego, cruzar las enormes avenidas de la gran Cholula (ya saben, la 8 Norte con sus salvajes conductores, se pone canija). Se me complicó tanto que me bajé (caí) otra vez, y llegué a la universidad a pie.
Ya adentro pensé que sería más fácil. Qué ingenua, no consideré a los peatones. Iba tan ocupada esquivando feligreses que no noté cuando mi pantalón se atoró con la cadena. Y chin, que me bajo involuntariamente de la bici por tercera vez. Sólo que ahora mi pierna se quedó enredada y tuve que contorsionarme ridículamente para soltarla, frente a un grupo de metiches que ya se había congregado.
Con la poca dignidad que me quedaba, levanté el aparatejo, y me alejé empujándolo, cabizbaja, con una rodilla sangrando y una pierna del pantalón ‘acampanada.’ Los espectadores me lanzaban miradas de compasión, como quien mira a un perrito sarnoso con lástima pero sin acercarse por temor a infectarse. No los culpo, yo tampoco me acercaría. La perdedorez, como sabrán mis pocos amigos cercanos, es un mal contagioso.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Lobas sin remedio
Me pregunto si alguna vez las feministas se detuvieron a pensar en cómo cambiaría el mundo de la seducción cuando se promoviera la igualdad en estos terrenos. Admitamos que la chamba del cortejo no es fácil, y antes era cómodo dejarles el paquete a los hombres. Pero los tiempos del macho como único encargado del galanteo quedaron atrás. Ahora dominan las mujeres que luchan por lo que quieren. Y también dominan los gays, lo cual implica que la competencia está canija y más vale ir aprendiendo cómo está esto de ligar.
Híjole, ahora sí se nos vino a complicar la cosa, porque con la falta de experiencia muchas estamos como mayates. Otras, en cambio, son como peces en el agua: el cortejo es lo suyo. Parecen no tener el menor recato en acercarse a cualquier criatura del sexo opuesto y embrujarlos con sus encantos.
Es a estas maestras de la seducción a quienes debemos dirigir la mirada. Aquéllas que antes etiquetábamos despectivamente como “zoshas,” ahora se han vuelto luz en nuestro sendero. Yo las llamo lobas innatas. Son seres que nacieron con un don para el coqueteo, lo desarrollaron con la práctica constante y ahora se desenvuelven con gracia envidiable en los terrenos del flirteo, como diría Cosmo.
La teoría general nos dice que la carne es débil y basta un movimiento sepsy para provocarla. Pero una loba verdadera sabe que esto es, como dicen por acá, puro chisme. La lobez exitosa es un arte, y hay que saber distinguirla de la zorrería común. Aunque no tengo una respuesta sobre lo que debemos hacer para ligar, lo cierto es que hay cosas que definitivamente NO debemos hacer. Me queda claro que algunos hábitos no conducirán al éxito anhelado sino, más bien, al declive irremediable de la reputación.
Una loba, por ejemplo, jamás nos mostrará la tanga “sin querer,” mucho menos si ésta es de leopardo. De hecho, una loba jamás portará prendas provenientes de la familia de los felinos, porque sería considerado malinchismo. Así que esos zapatos de motas de guepardo y esa bolsa con pelos de tigre de Bengala… uh-uh.
Una loba tampoco cree que bailar reguetón es de ninguna manera sensual. Hay que entender las sutilezas de la elegancia. Ligar al ritmo del perreo sería como caer en terrenos de las hienas o de alguna otra especie igualmente chafita. Acá la cacería es más refinada y, claramente, más selectiva.
El problema es que no cualquiera le sabe a este ritual seductivo. Toda mujer es una loba en potencia, cierto, pero necesita un gurú para desarrollar esta lobez. En conclusión: las mayoría de las mujeres o son lobas o quisieran serlo. Yo, por supuesto, no me incluyo en ninguna categoría porque a la UDLA sólo vengo a estudiar. (Saludos a mi papá que lee esto cada semana.) Pero para ustedes lectoras, (o lectores), propongo que en lugar de juzgar a estas damitas como “mujeres de moral distraída,” admitan que tienen mucho que enseñar y sigan sus pasos hasta convertirse orgullosamente en unas lobas sin remedio.
martes, 18 de noviembre de 2008
Bailongo
Como antecedente, y a sabiendas del ataque a mi popularidad que esto representa, quiero dejar en claro mi torpeza para todo lo relacionado con el arte de la danza. Pero si bien mi desmaña es pronunciada, me sirve de consuelo que también es compartida- y a veces superada,- al menos por algunos de los compañeros del bailongo. Al igual que yo, otra serie de parias de la gloria social acuden al salón de baile en un esfuerzo por librarse de la inherente ausencia de gracia que hasta ahora ha coartado nuestro repunte en sociedad. La clase se convierte, entonces, en un campo de batalla, en el que cada individuo pelea por armonizar un cuarteto de articulaciones, decididamente inconexas entre sí.
Hasta ahí todo bien. No pasa del constante tropiezo con los pies de la pareja, o de que las clases parezcan manual a prueba de ineptos. El problema se nos viene cuando llegan las visitas. Resulta que el profesor tiene su equipo de apoyo, que le llama: un conjunto de colegas udlescos que de vez en cuando nos frecuentan para practicar los recién aprendidos pasos. Este trío de latinlovers, faltaba más, te domina cualquier estilo de baile con envidiable naturalidad. Y una que apenas le rasca a lo que es el pasito básico de salsa, no puede más que intimidarse ante tanta destreza corporal.
Si verlos contonearse con soltura es intimidante, no me imagino lo que será bailar con ellos. A mí no me ha tocado porque, como buenos maestros del perreo, ya se la saben y escogen a las gringas bien guapas que toman la clase. Y a una que no puede competir con cabellos rubios y gracia anglosajona, le toca practicar con los compañeros de la clase. Lo bueno es que, así como no te trabajan la técnica salsera, tampoco te manejan las artimañas de la seducción en la pista, gracias a lo cual me salvo del camaroneo. En cambio las pobres gringas nomás se ponen bien rojas a media canción, vayan ustedes a saber si es de vergüenza o de emoción.
Hace unos días me enfrenté a la prueba inicial: el Encontronazo Grupero, un evento al cual asiste la chilangada completa, disfrazados de rancheros, a bailar al son de Capaz de la Sierra e Intocables. Con cierta decepción, comprobé que aún no domino la pista, ni cerca. Esto quedó claro cuando un ranchero hecho y derecho me sacó a bailar. Me dio tal sacudida que, cuando me dijo que bailáramos otra, tuve que decirle “No, porque me sentí muñeca de trapo.” Su respuesta, sin embargo, hizo que todo valiera la pena: “Pero muñeca, al fin y al cabo.” Finísimo.
Tolerancia Residencial
Yo habité en el Cain-Murray (Caín Mirey, como le llamábamos las más distinguidas) durante cuatro semestres. Por distintas circunstancias estuve nomadeando entre varias suites, aunque siempre al lado de mi fiel compañera, Güendolin. Juntas, nos tocó convivir con una gran variedad de cohabitantes que nos deleitaron, mes tras mes, con sus excentricidades.
Nos tocó, por ejemplo, vivir con Yadira, a.k.a. la reina del reguetón. Cada mañana, tempranito, nos alegraba con sus ritmos discretos en una grabadora con bocinas que situaba en el baño común. ¿Qué mejor manera de empezar el día que con un motivante “Salió el sol, viva el reguetón”?
Estaba también Dionisia, fans declarada de Carmelita Salinas, y de Selina (q.e.p.d.), quien se refería a la farándula mexicana en tono de viejos amigos, estilo “Luis Mirey y la Aracely,” y pegaba fotos de ellos en la pared.
Qué decir de Destiny Sayani que, nunca entendí porqué, le gustaba esconder sus tangas entre los sillones de la sala. ¿Cómo no recordar la vez que alguien puso en la lavadora un post it que suplicaba “plis-no-metan-mi-pans-a-la-secadora”? Y cuando la otra ignoró el letrero, y la armonía en la suite se destruyó por siempre.
En cambio, yo soy la rumi que todos quisieran tener. Si no me creen, pregúntenle a Güendolin. Nunca quebré su taza favorita, ni se me murió su mascota cuando me la encargó una semana, ni su cobija amanecía en mi cama misteriosamente. No sólo fui buena con ella, sino con el resto de las inquilinas: jamás descompuse la licuadora de nadie, ni tapé el baño, ni incendié el microondas calentando una toalla para empollar un huevo de pato. Así, me gané el cariño de todas las suites que visité.
En sí no es gran ciencia. Nomás es cosa de atenerse a estándares mínimos que, en realidad, debieran ser cuestión de sentido común. Por ejemplo, uno puede intuir que dejar pelos en el jabón de alguien más no está chido, porque implica a) que lo usaste y b) que no te importó disimularlo. Tampoco es conveniente hacerle plática a tu amiga mientras está en el escusado, en especial cuando su tono cortante te indica con claridad la falta de deseos de entablar conversación. Y por mucho que quieras promover la convivencia, jamás toques temas como el aborto, la calidad (ejem) del Tigre ni, mucho menos, el divorcio de Niurka y Juan Osorio. Porque, entonces sí, arde Troya.
Mejor, calmado venado. ¡A disfrutar de las cosas buenas de Colegios, como las noches maravillosas que pasé atascándome litros de helado con las otras siete y viendo películas gays dobladas al español! Y es que, ya sea que lloras con las telenovelas o que empollas un huevo de pato, por dentro todos somos unos freaks.
viernes, 7 de noviembre de 2008
La gorra
Y es que desden antes de la crisis ya estaba difícil. La UDLAP no se caracteriza por ser barata. A esto le sumamos renta, policopias, super y la parranda, y terminamos con cantidades exorbitantes. Aún con beca, el costo que representamos para nuestras familias es, vaya, modestamente elevado. Al menos a algunos, y por lo menos a ratos, nos entra el gusanito de lo caros que salimos y nos dan ganas de echarle una manita a nuestros patrocinadores.
Podríamos conseguir un trabajo… pero quita mucho tiempo. Mejor no hay que. Mejor vamos a hacer valer el dinero que alguien paga por la colegiatura, aprovechando más los recursos. No me refiero a nimiedades como asistir a clases, hacer tarea o frecuentar la biblioteca. No, yo hablo de cambios de base: sacar del fondo del alma la gorronez que habita en todos.
Nuestra condición privilegiada quizá haya hecho que olvidemos el arte de gorrear, o que lo releguemos al terreno de “lo naco” (Dios nos libre de caer en él). Pero en nombre de la solidaridad, dejemos de lado estas quisquillosidades y entrémosle, como buenos mexicanos, a la nacolinez. Aquí, una serie ejemplos de maximización de los recursos:
• En colegios residenciales…
o No compres champú, trae una botella vacía y llénala con el de todas las demás. De a poquito, para que no se note.
o Aplica lo mismo con otros productos de belleza y alimenticios.
o Cuela tu ropa entre la de alguien más, para que sin darse cuenta la metan a lavar y no gastes jabón.
• En el comedor…
o Recuerda: los totopos son gratis. Ponlos en servilletas, remójalos en aderezo y atáscate. De postre: bolillo endulzado con Splenda (los sobres están junto a las cajas).
o Lleva una botella para llenarla en el garrafón. Si es necesario, envuelve más totopos en servilletas para el esnack del mediodía.
o Durante el proceso anterior, evade contacto visual con cajeros o cocineros para evitar momentos incómodos. Se recomienda cubrirse lo más posible para impedir que los compañeros nos reconozcan.
• Miscelánea
o No gastes gas ni agua: vente a bañar a los vestidores del gimnasio. Para lavarte usa el jabón que hay en los lavamanos, huele bien rico.
o Irrumpe en los archivos necesarios para averiguar dónde hay eventos (exámenes, conferencias). Apersónate, camuflajéate y apaña canapés. Lleva topergüers y, cuando estés satisfecho, llénalos y sal corriendo sin voltear atrás.
Con estos trucos, y otros a tu imaginación, sin duda bajarás los costos de vida. Y así ni te tienes que preocupar de molestias como reducir tu consumo de alcohol u otros vicios, tu inversión en antros o tiendas, ni demás gastos indispensables. Tú tranquilo, Dios proveerá. Okey, las estrategias propuestas podrían parecer algo burdas. Pero aceptemos que la sabiduría popular no miente. En el fondo, a la gorra no hay quién le corra.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Señales
Hay que ponerse a leer cuando…
• Cada vez que haces una aportación, el profesor responde con un “Sssssí…peeeeero…” O de plano no responde, y continúa su clase como si nada.
• Tus preguntas inician con “Cómo estuvo eso de...”, seguido por generalidades como “el análisis estadístico” o “la química.”
• El profesor pregunta algo, eres la única que levanta la mano, y aún así te ignora y se contesta él mismo (la pregunta no era retórica).
• Crees que la Guerra Fría obtuvo su nombre del clima soviético, que la Cortina de Hierro es un muro que atraviesa Europa, o que la generación espontánea explica los moscos en tu tarro de miel.
• En un estudio general, el profesor acota tus respuestas con un: “Ah, pero es que estudias ______ (inserte carrera escarnecida)” O “Claro, es que eres de Mérida.”
Me cuentan también que en otra clase, una chica que puede que sea yo, siempre repela ante las enseñanzas del prof Derbez. Está bien diferir, pero nadie quiere que se refieran a una como “la intensa.” Al menos no en este contexto.
Hay que bajarle a la intensidad cuando…
• A la tercera clase el profesor maneja tu nombre y predice tus posibles objeciones (“Britny me va a decir que esto no está bien.”)
• Cuando el profesor te da la palabra (ante tus quejidos insistentes y sacudidas compulsivas en la silla no le queda de otra), percibes que tres compañeros recuestan la cabeza sobre el pupitre en señal de resignación. (“Ay no, ahí va otra vez.”)
• Mientras expresas tu argumento, sientes cómo tus mejillas se ponen más rojas que de costumbre o, peor tantito, te anda de lastimar a aquél que osa oponerse a tus ideas.
• Frente a tu estado de agitamiento, el profesor termina la clase temprano y sugiere que la siguiente semana retomen la discusión. (“Es por protección a la integridad física de tu compañero, y la mía.”)
• Los asientos alrededor de ti generalmente están vacíos. Si no, cuando haces una pregunta y buscas algún condiscípulo para comentarla, éste prefiere mirar hacia el profesor como si estuviera poniendo atención.
El reto, pues, es expresar tus inquietudes sin convertirte en hazmerreír o pesadilla de tus camaradas. En todo salón habrá ejemplares de estos especímenes, sólo identifica las señales para asegurarte de no ser tú. O, de menos, adquiere conciencia de que lo eres. Sobra aclarar que nada de lo mencionado me ha pasado a mí. Yo nomás digo…
jueves, 30 de octubre de 2008
Bichos Udlescos
Aunque originalmente quería ser veterinaria, algo me hizo optar por una profesión ligeramente apartada de la naturaleza. No sé si culpar al conejo que me mordió la boca cuando traté de darle un beso, a la ardilla que me royó el dedo cuando le ofrecí cacahuates, o al elefante que me tiró cuando monté en su lomo. Quizá fue la mezcla. No obstante, mi gusto por los animales persistía, hasta que intimé con los de aquí.
Mi karma con estas criaturas empezó un día de primavera cuando, caminando por la vereda, encontré un huevo de pato. JURO que estaba abandonado, solito, en el cemento, expuesto a que un peatón lo pisara, privando de la vida al patito que crecía en su interior. Mi alma pura me indujo a llevarlo a casa. Ahí lo empollé en una toallita que calentaba en el microondas del Cain Murray, hasta que lo incendié. Un día, en el afán por protegerlo del frío, lo envolví en tantas cobijas que no noté el momento en que se cayó. Jamás volví a encontrarlo.
Me dirán lo que quieran, pero clarito me queda que la madre biológica del huevo supo perfectamente lo que sucedió. Regresaba yo tranquilamente del kit-botsin, cuando la infeliz me vio desde el otro lado del lago y, sin dudarlo, se abalanzó sobre mí. Como me parecía poco glamoroso huir corriendo de una pata en pleno campus, apreté el paso disimuladamente. La pajarraca me alcanzó y se me colgó del pans. Mi reacción instantánea fue echarle agua, cosa que evidentemente no funcionó, por lo mismo de que es un pato y el agua más que nada no le molestó. Mientras tanto, la gente empezó a notar que algo pasaba, y las cabezas volteaban hacia mí. Intentando pasar desapercibida, seguí caminando, ¿por qué no? con un pato colgado del pantalón. Casual. Medio trataba de zafarme, pero entre que qué vergüenza y qué miedo que me cobraran una unidad por lastimar a la fauna, tardé al menos diez pasos en quitármela de encima. Para entonces, ya era yo el espectáculo de todos los presentes.
No ha sido la única vez que los bichos udlescos ponen en peligro mi reputación. Qué decir del día que un mosco se metió en mi boca mientras me ejercitaba en el gimnasio. Lo acepto: ¿qué hacía yo con la boca abierta? Pero esta ligera pérdida de estilo no explica la mala suerte de que el maldito mosco justo haya decidido volar por ahí, sobretodo a la hora de entrenamiento de los de americano. Vaya desatino, una que quería ligar… Bien me había advertido la sabiduría popular: en boca cerrada, no entran moscas.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Hábitos Nocturnos
Me cuentan que en Michoacán y Veracruz los narcos tienen prácticamente tomados los antros, y se ha vuelto tan riesgoso salir que la gente está confinándose a los precopeos caseros. Ni qué decir del DF, donde lo ocurrido en el Nius Divain trae a varios en ascuas y con los pelos de punta.
No entiendo por qué a mis colegas no les espanta la posibilidad de una embestida policial. Quizá sea que los oficiales a caballo de Cholula o los polis de la UDLA en sus patines del diablo motorizados evaporan cualquier dejo de desasosiego.
Aunque, admitámoslo, la renuencia de algunos a salir a los antros tiene poco que ver con los narcos o con el miedo a una redada en El Tigre. Más bien hemos encontrado en el clima de inseguridad la excusa perfecta para justificar la ñoñez inevitable que nos remite a una reunión para ver el debate de los candidatos gringos. Con unas chelitas, claro está, para disimular, porque no vaya a ser el diablo que nos quieran tachar de poco chidos.
Aún así, resulta sorprendente la inmunidad de varios de nosotros ante los problemas que enfrenta el país. El otro día Brayan pagaba una cuenta de 4,000 pesos en el antro y yo pensaba que nomás no salen las cuentas, güerito. Si a eso le sumamos la desgana de algunos para suspender un par de vicios estupefacientes, al menos temporalmente como muestra mínima solidaridad, pareciera que en la UDLA, a ratos, estamos blindados ante contrariedades mundanas como una crisis económica o una guerra contra el narcotráfico.
No propongo encerrarnos en nuestras casas. Pero bien debiéramos buscar la forma en que, de menos, nuestras acciones no colaboren a la inestabilidad actual. Por un tiempo, nos apretamos. Dios mediante pronto podremos regresar a reguetonear en el Nius Divain.
Llévelo, llévelo, su columna semanal
Buenas tardes, señores usuarios.
El día de hoy les traigo a la venta esta su columna semanal, en la que le vendremos manejando lo que son los temas de la cotidianeidad del estudiante udlesco en la vida cholulteca.
Damita, caballero, con la adquisición de este paquete, usted se va a llevar lo que vienen siendo las anécdotas, reflexiones, comentarios y sucesos de la vida universitaria, que le llaman.
Si mire, patrón, en estas líneas le voy a trabajar las aventuras y desventuras del marchante de la UDLA en los corredores de la casa de estudios, así como en las avenidas de lo que es la metrópoli de San Andrés, Cholula, Puebla.
Pruébele, jefecita, sin compromiso.
domingo, 12 de octubre de 2008
NUEVA SECCION
domingo, 3 de agosto de 2008
Últimas funciones
lunes, 7 de julio de 2008
Fourth of July
Como es de su sabio dominio, el 4 de julio se celebra la independencia estadounidense. Para mi fortuna, las autoridades bostonianas se jactan de patrocinar el evento de mayor magnitud en el país. En efecto, las celebraciones en Boston se transmiten en televisión nacional al resto del país. Lo que esto implica es que el viernes formé parte de una de las mayores celebraciones de la independencia estadounidense.
Para ser justa, hay que decir que el festejo empieza temprano. Por ahí de las 11 de la mañana, si no es que antes, la gente sale a la explanada a apartar su lugar cerca del río. Mientras más al centro estés, más cerca quedas del concierto y el núcleo del chow. El chiste es plantarte ahí con tu mantel y tu sandwish y aplicar el picnic a la Chapul. El evento es en el río Charles, que divide a Boston y a Cambridge. Lo que la gente hace de las 11 de la mañana a las 8 de la noche es jugar juegos de mesa, comer y tomar alcohol con mesura.
Yo no llegué a las 11 de la mañana, sino a las 7 de la noche. Pero todo estaba previsto: unos amigos estaban ahí desde las 4, apartando lugar. Al llegar nos encontramos con Bob, el roomie de Dru, que era el organizador del plan, vestido de acuerdo a la ocasión: Playera con la bandera estadounidense y licras del mismo diseño. Oh my. Muy mono había preparado esnacs para todos. Su galana, Cindy, no traía los colores de la patria en el atuendo. Sin embargo, no se quedó atrás: en las uñas de los pies tenía pintada la bandera y fuegos artificiales. Muy creativa. Bob y Cindy tienen por ahí de 50 años, y también nos acompañaba el hijo de Cindy, Brett, que tiene 16. Al rato apareció, de la nada, un amigo de Jane que no dejó de acosarla toda la noche. La pobre no sabía cómo quitárselo de encima, y el otro necio con masajearle la espalda. Más tarde se agregó una señora que nadie entiende de dónde salió, pero de pronto estaba sentada en nuesto mantel, aconsejando a Dru sobre cómo tomar fotos.
Nosotros estábamos del lado de Cambridge. Con el río y, atrás, Boston entera iluminada, la vista estaba hermosa. Tomamos cerveza Corona y tequila, lo cual me pareció muy irónico, pero me gustó la idea. Lo mejor fue que puse a todos a brindar por mi mamá, porque ese día era su cumpleaños. La recién adquirida amiga extendió su vaso para que le diéramos tequila y acabó brindando "to Marcela's mom."
A las 8 empieza un concierto de rock, interrumpido a cada rato por locutores que entregan medallas a los valientes soldados y a otros destacados personajes que no logré distinguir quienes eran. A mí me habían platicado que iban a tocar el himno nacional y la gente cantaba. Pero yo nunca me di cuenta de cuando eso pasó. Y juro que no fue por el tequila. A las 9 y media, fuegos artificiales. Y esos sí, incereíbles. Más de media hora de fuegos de todos los colores y figuras, altísimos, y una tropa enorme de gente viendo al cielo con la boca abierta y diciendo "Oh wow!" "Oh my!" "Look at that!" Y para las 10 y media, ya acabó el festejo y la gente abandona la explanada.
Cuando a las 11 de la noche yo ya estaba en mi casa, no podía creerlo. No sólo por lo efímero del evento, sino también porque me quedé esperando algo. No sé si pensé que Bush se iba a asomar por el palacio municipal a gitar "Vivan los gringos!" Tal vez fue que sentía que en cualquier momento alguien sacaría los huevos con harina. A lo mejor me hizo falta el burullo de la masa, los chiflidos, el atasque, el aroma del sope del de al lado... No sé bien qué fue, pero me dieron ganas de pararme en el barandal a gritar "Viva México." Pero el tequila no llegó a tanto.
No me puedo quejar. Los fuegos artificiales fueron sin duda los mejores que he visto en mi vida. Sólo puedo decir que regreso con ganas de que sea el 15 de Septiembre.
Integrándose al mundo intelectual
1) Memoriza los diez mandamientos y las escrituras de la Biblia del Académico (publicada en este blog con anterioridad)
2) Repite después de mi: "Nadie tiene que saber que desconozco la respuesta."
a) Soy una persona ocupada y siempre, siempre, tengo mucho que hacer.
b) Apoyo al partido demócrata
c) Hacer research es un trabajo real, digno, e importante.
a) Para decir "Me cae que eso que dijistes te lo sacastes de la manga," es mejor preguntar: "¿Exactamente en qué información está basado ese argumento?"
b) Para decir “Lo que voy a decir es cierto y no te atrevas a contradecirme,” sería acertado plantearlo así: “De acuerdo con [inserte nombre de vaca sagrada]…”
miércoles, 25 de junio de 2008
Los primeros dias
1. Socializa: Pero hazlo con cuidado. No esperes jamás que la socialización aquí resulte parecida a aquélla en cualquier otro lugar. Disimula. Pretende que entiendes de lo que la gente habla en la sobremesa. Finge disfrutar la fiesta de celebración del resultado de las elecciones primarias de los demócratas. Al principio puede parecer absurdo, frustrante y aburrido. Pero poco a poco le agarrarás el gusto, y te volverás tan ñoño como la mayoría de tus compañeros, si no es que fue precisamente tu ñoñez la que te trajo aquí en principio.
2. Aprende a confiar: Como mexicanos y, en especial, como chilangos, nuestra tendencia inicial siempre será la de protegernos a toda costa del agua de la llave. Es un asunto de evolución: la lucha por la supervivencia nos lo ha enseñado, nuestra abuela y nuestra mamá lo han dicho constantemente. Pero es hora de dejar ir esa fobia, explorar nuevos paradigmas. Confía en el agua de la llave. Estás en el primer mundo, no morirás de cólera si la pruebas, y en cambio te ahorrarás varios billetes por no comprar agua embotellada.
3. No te agobies por el cruce de las calles. Uno cree que los gringos son bien propios y que los mexicanos somos los únicos salvajes que cruzamos la calle en donde se nos ocurra y sin esperar al semáforo. Error. Los bostonianos, al menos, son iguales. Así que no se apene, cruce en donde se le ofrezca cruzar.
4. Hazte amiga de tu RA, o moderador. Siempre ten en mente que es él quien tendrá la llave de tu cuarto y te podrá dejar entrar cada vez que la olvides dentro sin cobrarte la despiadada cantidad de 20 dólares por tu inocente distracción. Más que nada recuerda que, al menos si vives en Child Hall 2 piso, probablemente será el único entre tus vecinos que te dirija la palabra. ¡Aprovéchalo!
5. Hazte amiga de Alberto, Estela, Santos y José, los latinos que trabajan en el comedor. Te cantarán Cielito Lindo de vez en cuando, te darán comida gratis cuando te vean en necesidad y en ocasiones se sentarán en tu mesa a acompañarte a cenar (también cuando te vean en necesidad, es decir, cuando les de tristeza verte comiendo como una sinamigos solitaria).
6. Suscríbete al gimnasio: Es gratis, y te sorprenderán todos los beneficios que te puede traer, aún si jamás se te ocurre pararte por ahí a ejercitarte.
a. Cada bicicleta te contiene una televisión. Tiene 99 canales, ahí mismo te prestan los audifonos y, lo mejor de todo: ¡funciona sin que tengas que pedalear!
b. Llévate una botella de dos litros de Coca Cola para rellenarla con el champu gratis de las regaderas. No tiene aroma de flores de campo o frutas tropicales, pero es también para el cuerpo, así que no tendrás que comprar ni shampoo ni jabón durante tu estancia aqui, ni probablemente durante tus primeros seis meses de regreso en México.
c. Toma prestada una toalla de las clases de spinning, y llévatela a tu cuarto. De esta forma tendrás toalla durante todo el semestre y te ahorrarás espacio en la maleta de ida y de regreso. Regrésala el ultimo día, porque si no ya es abuso de confianza.
7. Des-anaca tu lenguaje. Aprende a pronunciar, de mínimo, los nombres de los lugares claves, para evitar conversaciones bochornosas. La cafetería, Coop, se pronuncia “cup” y no “cop.” La papelería, Staples, es “steipols” y no “estaples.” Estos detalles, aunque parecen cosa de nada, pueden llevarnos a convertirnos en el motivo de burla para nuestros interlocutores. Evitémoslo, pues, al grado en que nos sea posible.
Antes de desatar rumores que me ocasionen la perdida del cariño (o, incluso, del respeto) por parte de mis queridos usuarios, quiero aclarar que yo no hize muchas de las cosas que aqui menciono. Sólo son ideas que se me ocurren por si alguien se encuentra en situaciones desesperadas.
En específico, no rellené mis botellas con champu que huele a detergente, no tomé prestada una toalla para usar durante el semestre, y NO pronuncié mal los nombres de los lugares en frente de mis nuevos colegas. Twick twick.
martes, 17 de junio de 2008
1. La llegada
Llegar a un lugar nuevo nunca es fácil. Al menos no para personas con tendencias a sufrir de frecuentes episodios vergonzosos que conducen a la pérdida de estilo. Por supuesto que yo no soy de estas personas. Pero si lo fuese, tomaría las siguientes precauciones:
- Antes de salir de tu casa en México, apunta la dirección exacta de tu destino. Harvard es un lugar grande, y si no sabes a dónde quieres llegar, corres el riesgo de que un taxista desconsiderado te aviente con todo y maletas a media tormenta de nieve, justamente en pleno centro social. Bien vale la pena tomar precauciones en este respecto, para evitar que una escena ridícula sea la primera impresión que proyectes a tus futuros compañeros (porque los potenciales observadores de este evento jamás se llamarán a sí mismos tus amigos)
- Si olvidaste apuntar la dirección, o el plan anterior falla por alguna otra razón, asegúrate de dar una buena propina al taxista (un dólar NO se considera buena propina.) De este modo, quizá logres minimizar su desconsideración y te abandonará en algún punto menos concurrido, en el que tu reputación no quede arruinada desde el primer instante.
- Si viajas con tu mamá, o con algún otro acompañante, podría parecerte buena idea aprovechar que tendrás derecho al doble de equipaje en el avión. Sé que suena tentador viajar con absolutamente todo lo que necesitarás durante tu estancia, incluyendo un par de botellas de shampoo y tu tapete de yoga, por si acaso. No lo hagas. Hay oportunidades en esta vida que vale la pena dejar ir: ésta es una de ellas. Atascar cuatro maletas gigantes, además de otra serie de bultos que te cuentan como “equipaje de mano,” puede traer consecuencias negativas. En primera, no le simpatizarás a tu moderador, quien se verá obligado a ayudarte a cargar las maletas en el edificio que NO TIENE ELEVADOR. En segunda, tu estrepitosa llegada llamará la atención de todos los demás residentes, quienes se asomarán para ver quién es el nuevo residente que llegó con su mamá y toda su casa. En tercera, cuando quieras regresar a tu país, te verás en problemas pues, por simples matemáticas, no podrás transportar el equipaje de 4 maletas en la mitad de espacio. (Y no, no todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar.)
- Si viajas con tu mamá, preséntala como tu asesora de tesis. Así quedarás como todo un académico, acreedor de tu lugar en ese lugar, y no como una niña que nadie entiende por qué está en la escuela de postgrado.
- Si viajas con tu mamá, ten cuidado de que no se resbale en la nieve cuando salgan a conocer la ciudad.
- Si viajas con tu mamá, y ella es fiel practicante del arte de la imitación, pídele que sea discreta cuando imite a las personas de origen asiático. Sugiérele que, aunque su imitación evidentemente no sea en ningún idioma real, y aquellos imitados no entiendan lo que ella está diciendo, sí pueden sentirse aludidos con los gritos estilo karateca, que ella profesa cada vez que están cerca.
- Definitivamente, viaja con tu mamá.
Guía de una Persona Ordinaria
La guía tendrá algunos objetivos generales. Los más importantes son: mantener el estilo a toda costa, mantener altos índices de popularidad, aparentar que encajas a la perfección en el mundo académico, sobrevivir un semestre entre alumnos de doctorado y, por supuesto, mantener a flote tus finanzas en un mundo en el que subirte al metro cuesta veinte pesos.
sábado, 7 de junio de 2008
Mi graduación
martes, 3 de junio de 2008
Calidad de Vida
miércoles, 28 de mayo de 2008
Nuevos aposentos
Llegar acá fue un poco conflictivo, por ponerlo así. Quedé de venir temprano para ayudarle a Jane a cocinar, pero me fue imposible por diversos sucesos. En realidad, fue por torpezas y distracciones del tipo que tanto se me dan. Primero perdí el tren que había planeado tomar, porque como siempre llegué tarde a donde tenía que llegar. Luego, ya tenía boleto y todo, y el siguiente tren salía media hora después, pero me las ingenié para perderlo también. Lo que ocurrió fue que, ¿por qué no? me subí a un tren que no era el mío. Ya ven, esa alma aventurera que tengo. ¿Para qué averiguar a cuál tren debes de subirte cuando puedes abordar cualquiera y ver a dónde llegas? Supongo que algo así fue la deducción de mi subconciente, que me llevó a sentarme en un andén cualquiera a leer y luego treparme al tren que llegó a la hora que yo calculé que el mío iba a llegar. De menos que me dí cuenta a tiempo, antes de que la máquina arrancara, y me bajé apresuradamente. Pero para entonces, el otro tren ya se había ido, y tuve que esperar, de nuevo, media hora.
Finalmente llegué, cenamos todos juntos, y me dí cuenta de cuánto extrañaba sentarme a comer con una mamá y un papá, aunque no sean los míos, y vivir en una casa real, con libros, muebles, jardín y un gato.
Al día siguiente volví a Child Hall, a recoger mis cosas y despedirme de mis no-amigos. No niego que fue triste dejar atrás mi cuarto de dos metros cuadrados, en el pasillo obscuro y solitario del segundo piso del edificio. No niego que va a ser raro ya no vivir en Cambridge, ya no dormir rodeada de chinos y ya no tener que recorrer dos pasillos semiencuerada cada vez que salgo de bañarme. Lo que menos niego de todo es que va a ser terrible tener que pagar los 13 dólares diarios que cuesta ir y venir de casa de Jane a Harvard (o los 180 que cuesta el pase mensual). Sí, querido Child Hall, te extrañaré.
Peeero, vivir en las afueras tiene sus beneficios. En primer lugar la zona está hermosa, llena de lagos y árboles y flores. Además, el transporte no está mal, porque los trenes tienen dos pisos y mesitas como de avión y van tan lento como si esto fuera el tercer mundo, así que puedo leer sin marearme y subrayar sin que se me vaya chueca la línea.
Y lo mejor creo que van a ser los encuentros casuales con personajes interesantes. Algo tiene South Station, de donde salen los trenes a los suburbios, que atrae a los viejecillos peculiares. La primera vez que fui, me persiguió uno de ellos que me confundió con una Melany y gritaba mi supuesto nombre, persigiuiéndome y diciendo que si tuviera cincuenta años menos me ligaría. Y hoy en la mañana me encontré con un viejito inglés que me pidió instrucciones para llegar a Park Street. Lo curioso fue que venía escuchando rock en sus audífonos, todo rebelde, y no se los quitaba por nada, entonces gritaba todo lo que decía. El señor estaba bien indignado con el diseño de la ciudad porque no podía creer lo complicado que era llegar a una calle. "Sólo quiero llegar a Park Street," gritaba, "and this goddamn city is shit." Lles lles míster, pero baja la voz nomás tantito porque los gringos luego se enojan.
Total que el tren no está tan mal. Jane se transporta en bicicleta, pero debido a experiencias previas sé que no es algo que me convenga. Por mi bienestar físico es mejor que permanezca lo más posible con los dos pies en el piso. De por sí mis rodillas ya están bastante dañadas por aquel ligero percance bajando las escaleras hace unas semanas como para todavía decorarlas más. Sobretodo en esta temporada en la que la falda corta y el chor vienen siendo la moda primaveral y pus uno con sus costras y cicatrices no va a llegar muy lejos en el arte del buen ver.
martes, 27 de mayo de 2008
Nueva etapa
jueves, 22 de mayo de 2008
Vacacionando
miércoles, 21 de mayo de 2008
Planes de verano
martes, 20 de mayo de 2008
AN ORDINARY PERSON'S GUIDE TO!
jueves, 15 de mayo de 2008
El día de hoy le traigo a la venta
Si mire buenas tardes señores usuarios el día de hoy les traigo a la venta. Es la colección de los artículos sustraídos, encontrados o de otra manera obtenidos en el campus universitario o en sus alrededores.
Se va a llevar la corona de lentejuelas verdes, objeto arqueológico rescatado de las ruinas del San Patrick's Parade. Le contiene las lentejuelas en las distintas tonalidades de verde. Es el perfecto atsesorio para usted damita que le combina con el resto de su atuendo.
Usted se puede llevar también el portagafetes de Harvard, que le viene con un pliego de papel conteniendo un grabado del nombre de esta su servidora. Es un bonito colgijo, decorativo para su cuello, que le sirve para sustituír los crucifijos que espero que nadie traiga colgados.
Se va a llevar así mismo el otro portagafetes, en colores vino y gris, que le servirá a usted, caballero oficinista, para portar lo que es la CURP o cualquier documento semejante que en la vida ajetreada de hoy en día uno siempre debe de portar consigo.
Sí, en la oferta del día de hoy le traigo también, damita, caballero, la colección de plumas con distintos colores e insignias, de las diferences conferencias, eventos, cordinaciones, instituciones y organizaciones dentro del plantel educativo.
Es así que le ofrecemos, señor, señora, el libro titulado "Creando una vida juntos," dedicado a la tarea de encontrar el amor en una pareja. Este libro le contiene lo que son los consejos amorosos para las parejas especialmente homosexuales pero así mismo también funciona del mismo modo para parejas de los sexos opuestos. Es decir, damita caballero, que si usted busca el amor, este libro, obtenido como donación por parte de un coleccionista anónimo en las calles antiguas del barrio de Cambridge, es justo lo que necesita.
Y para los más aventurados, les manejo lo que son los folderes o papeles membretados con la insignia de Harvard estampada, originial, por si quieren trabajar las falsificaciones de documentos en caso de que esta sea su voluntad o su necesidad según el caso.
No se apene, damita, caballero, levante la mano el que dice 'yo quiero'. No se angustie, tampoco, que el pan alcanza aunque sea poco.
miércoles, 14 de mayo de 2008
Revisa el reverso de este envase (hasta abajo del blog) para ver si eres el número ganador.
lunes, 12 de mayo de 2008
Palabra mía
Parad vuestras orejas o afilad vuestros ojos, hermanos lectores, dejad que la sabiduria entre en vuestras vidas y en vuestros corazones. Leed atentamente los versículos siguientes.
"En aquél tiempo, un hombre rico preguntó a un pastor 'How are you doing?' Y el pastor, que hablaba inglés, quiso contarle al hombre rico la historia de su vida, para responder a su pregunta. Pero el hombre rico no deseaba escucharle, le dio la espalda y se alejó caminando. Al día siguiente, un hombre pobre preguntó al mismo pastor 'What's up?' El pastor intentó describir al hombre pobre lo que había ocurrido aquél día. Pero el hombre pobre no deseaba escucharle, le dio la espalda y se alejó caminando. El pastor, confundido, recurrió a su maestro, quien le dijo "Pastor, cuando alguien te pregunte 'how are you doing' o 'what's up', deberás responder posando la misma pregunta. Jamás deberás ofrecer una respuesta, puesto que el hombre se alejará sin escuchar a tus palabras. Lo mejor será que no contestes a sus preguntas. Ese será tu sacrificio."
En aquél tiempo, el maestro dijo a sus apóstoles:
"Hermanos, si el día del juicio final os encontráis confundidos respecto a exactamente qué habéis hecho tanto tiempo en la biblioteca, en vuestra computadora o en vuestra vida en general, no temáis. Decid que habéis hecho research.
Hermanos, si un día os encontráis hambrientos y no sabéis cómo conseguir el vino y el pan, y queréis obtener una beca o un patrocinio, no temáis. Decid que queréis hacer research.
Hermanos, si un día os encontráis sin un techo sobre vuestras cabezas, y queréis pedir posada en los portales de Harvard pero no queréis tener que ordeñar el conocimiento de los profesores en las aulas, ni asistir a sus clases, no temáis. Decid que planeáis hacer research.
Hermanos, jamás deberáis preocuparos por explicar sobre qué versará vuestra research, cómo la llevaráis a cabo ni, mucho menos, cuál es el fin último de vuestro emprendimiento. No temáis. Tened por seguro que nadie jamás os preguntará ni cuestionará vuestros nobles propósitos."
Un arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Cuando llegues tarde a una conferencia, no deberás preocuparte. Cruzarás frente al orador y te sentarás en primera fila. Cuando quieras salir a mitad de la conferencia, saldrás, y nadie pensará que eres descortés."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente, llegó tarde a la conferencia, cruzó frente al orador, se sentó en primera fila. A la mitad de la conferencia quiso salirse y se salió y nadie pensó que era descortés.
La siguiente noche, el mismo arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Si llega el ocaso y no has comido mantequilla de maní y puré de patata, debes comerlos antes de que el Sol se esconda. No deberás sentirte avergonzado de comer mantequilla de maní y puré de patata, pues el Señor los ha puesto ahí para que sus hijos puedan disfrutarlos. Deberás comerlos todos los días o si no Él se enojará, y en tu tierra lloverá una plaga de hoces y martillos."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente comió abundante mantequilla de maní y puré de patata. También comió emparedados con budín y biscochos con jalea de arándano.
La siguiente noche, el mismo arcángel se apareció en la televisión del gringo y le dijo:
"Gringo, tú eres la persona más importante en el mundo. Las fuerzas del mal están sueltas, y deberás luchar contra ellas. El Señor te ha puesto ahí para que ilumines a las almas que viven en la obscuridad. No deberás temer, que el eje del bien está contigo."
El gringo escuchó atentamente al arcángel. Al día siguiente bombardeó Afganistán.
sábado, 10 de mayo de 2008
Los diez mandamientos
La vida académica en Harvard es toda una religión. Y como cualquier religión, tiene sus normas de conducta claramente establecidas. Aunque no he encontrado el testamento por escrito, estoy segura de que en algún lugar lo tienen guardado. No dudo un segundo que los académicos bien acomodados se reúnen los domingos a adorar al Dios de la investigación en un altar en la biblioteca, y tienen sus rezos y cánticos para orar y pedir por la inteligencia y el buen juicio del mundo. El pastor ha de decir algo así:
"Hermanos, nos encontramos aquí reunidos para celebrar la alabanza y gloria de la templanza y el conocimiento. No temáis a la obscuridad del socialismo. En cambio, reconoced en vosotros la luz de la sabiduría para iluminaros, para mostrar el camino fuera de aquellas tentaciones, para nuestro bien y el del resto del mundo. Esparcid en el sur la vid de vuestro conocimiento, que habéis cosechado en la viña del norte del señor. Citaos los unos a los otros.* Cread bibliografías y notas al pie que sean más vastas que vuestros textos. Inventaros las preguntas que os permitáis luego proveer las respuestas. Aplaudios los unos a los otros, reconoced vuestros aciertos como hermanos."
También, estoy segura, tienen por ahí escritos los diez mandamientos de los académicos en Harvard, que, me imagino yo, han de ser algo así:
- Odiarás a Yale sobre todas las cosas*
- No entablarás amistad con nadie (en vano)
- Santificarás la palabra “research” y la repetirás tantas veces como canten los gallos
- Honrarás a Friedman, a Sachs, a Stigliz y a Obama
- No dirigirás la palabra a tu prójimo
- No fornicarás
- No desearás a ningún hombre ni ninguna mujer, y te concentrarás en estudiar, y no levantarás la vista de tus libros para que el deseo mundano no invada tu cuerpo.
- No pactarás con Chávez, Castro, Ahmadinejad o Lucifer
- No defenderás a los infieles como Osama o Hussein
- No cometerás plagio, y en cambio repetirás todo lo que han dicho los otros pero siempre pondrás un pie de nota que indique que lo han dicho los otros.
* Ambas frases en co-autoría con Pepe Flores. (Hay que reconocerlo, porque no quiero que me tachen de infiel que plagia sin citar)
viernes, 9 de mayo de 2008
Lleve lleve su suvenir...
Una de sus actividades favoritas (suya d'ellos de los turistas) es posar para la foto junto a la estatua de John Harvard. Aquí señalo (sin mencionar nombres para no incriminar a Enrique), que uno de mis visitantes procedió a hacer lo propio y se tomó una foto con la esfinge.
La foto generalmente incluye lo que es el sobado de pié de la estatua. El zapato ha sido frotado tantas veces que ya es dorado, a diferencia del resto de la escultura que es de un color que no sé cómo se llama pero no es dorado. Aunque cuentan las malas lenguas que el origen del color del zapato no es el frotamiento constante por parte de los turistas, sino el hecho de que uno de los ritos de iniciación para algunas fraternidades es hacerse de la chis (perdón la naquez) sobre el zapato de John Harvard. Así que, Enrique, espero que después de tu fotito te hayas lavado las manitos.
Como cualquier ente en este mundo subyugado por el capitalismo (ah verdad, que me voy a los llunaiteds y que les regreso marxista, ¿se imaginan?) Harvard decide lucrar al respecto. Así, crea su changarro de los tours por el campus. En una ocasión, 'me subí' en uno de los recorridos, toda naquita y sin pagar. No porque me interesaran esas patrañas de turistas, sino pus nomás ahí de metiche. Y no, sinceramente, no lo recomiendo. Pura ñoñada: que si esta es la biblioteca fulanita, que si aquél edificio es tal por cual. También se sacan las historias, ya saben, anécdotas chafitas que les gustan a los turistas: que si el fundador de Widener se ahogó en el Titanic, que si su espíritu todavía nos ronda, y que si el decano tiene un affaire con el líder del sindicato de trabajadores de los baños.
Para nosotros los locales, estos repentinos visitantes pueden resultar una fuente incesante de divertimientos. Por ejemplo, ayer presencié un evento muy jocoso gracias a una familia de españoles que paseaban por el campus. Les platicaré, pero por favor lean los textos en rojo con acento de españoles, porque eso es lo más chistoso de todo.
Un chavito de unos 8 años venía quejándose amargamente: Que no entiendo por qué hemos venido a este lugar.” La mamá, paciente, contesta “Hemos venido porque es un lugar lindo, mira que lindos son todos los edificios.” El niño insiste “Pero es que tu me has dicho que íbamos a subir a un bote para ver a los ballenatos.” En eso, interviene el papá, que evidentemente ya se había exasperado con las quejas de su hijo. “Mira, agradece que te he traído a que mires esto ahora, porque con lo que me ha dicho tu profesora el mes pasado, es seguro que tú aquí no regresas jamás.” La esposa se le quedó viendo con cara de indignación, seguramente pensando “¿Con qué clase de monstruo me he casado?” No pude evitar reírme en voz alta, y los tres implicados me voltearon a ver, con una mirada que con sobrada razón me preguntaba: “¿Y tú qué coño estás mirando?”